Crítica María Antonieta

Sofia Coppola es odiada o amada por los espectadores. Yo me sitúo en el justo medio. Ni me parece la gran realizadora que algunos quieren ver, ni me parece el horror que otros señalan. Me parece una directora que puede desarrollar una interesante filmografía si se desprendiese un poco de la faceta cool intelectual que quiere imprimir. Si se olvidara de que es hija de Coppola. Ella tiene la suficiente personalidad cinematográfica como para perdonarse esa suerte –a mí tampoco me pareció tan horrible su debú como actriz en El padrino III, una película que defiendo y me encanta. Me parece que cierra perfectamente la historia de Michael Corleone. El personaje de Mary tiene dos escenas para mí inolvidables: la de la cocina con su primo haciendo ambos pasta y la de las escaleras al final de la película–. 

En Maria Antonieta realiza un retrato de reina adolescente e imprime a la película su punto de vista. Una reina despreocupada que vive aislada de la realidad del pueblo, que trata de adaptarse a una nueva corte, aguantar las estúpidas presiones porque tiene que quedarse embarazada, y que decide vivir la vida con los placeres que tiene al alcance importándole su nuevo país muy poco.  Yo disfruté con la corte francesa en Versalles, con esas fiestas locas, esos vestuarios, zapatos y peinados, con las costumbres y el protocolo, con los cotilleos de palacio, con el ataque naturalista que le da a la reina, me reí mucho con su relación con el Delfín y luego rey Luis XVI…, y en este retrato superficial y frívolo de la reina, donde la ausencia del pueblo, te enfada y duele…, se entiende el drama final de esta joven reina y de los protagonistas de la corte francesa.

Sofia Coppola deja un final desolador donde el rostro de la reina cambia y se da cuenta de que se acabó, todo se acabó, quizá sin ser muy consciente de lo que realmente ha pasado. La despreocupación y aislamiento de los dos jóvenes monarcas les pasa factura. Sofia Coppola deja una película repleta de imágenes bellas, con dos intérpretes que dan la talla –Kirsten Dunst y Jason Schwartzman (otro miembro más de la saga Coppola)– y una banda sonora de lo más moderno musicalmente que no desentona con el lenguaje cinematográfico que se deja ver en esta obra. En resumidas cuentas, Sofia Coppola hace realmente lo que le da la gana. Quizá eso sea el meollo de tanta controversia alrededor de su trabajo como directora.

Escribir de cine

Desde que nació el séptimo arte ha influido de distintas maneras en la literatura. Hay escritores contemporáneos que han contado entre sus fuentes con cientos y miles de películas y no sólo han sido influenciados por el lenguaje cinematográfico sino que también han poblado sus narraciones con temáticas de cine o con personajes que salen directamente del séptimo arte.  Por otra parte, desde su aparición han surgido teóricos que tratan de explicar los mil y un misterios del celuloide, ha nacido la profesión del crítico cinematográfico y los biógrafos e historiadores han encontrado un nuevo campo en el que investigar. Tampoco, se puede olvidar otra profesión, que tiene que ver con la escritura y el cine, son los arquitectos de la estructura cinematográfica, de la creación de buenos personajes y los inventores de diálogos inolvidables: los guionistas.

En esta sección trataremos de indagar en todos aquellos libros que tienen como protagonista al cine. Ahí va un aperitivo. 

La vieja del cinema de Vicente Blasco Ibáñez (1867-1928) 

Vicente Blasco Ibáñez fue un importante novelista valenciano que en su momento se convirtió en uno de los primeros best seller de la literatura española. Algunas de sus obras más recordadas son Arroz y tartana (1894), La Barraca (1898), Entre naranjos (1900), Cañas y barro (1902), Sangre y arena (1908), Los cuatro jinetes del Apocalipsis (1916) o Mare nostrum (1918).  El novelista vivió el nacimiento y desarrollo del séptimo arte y se convirtió en un ferviente admirador de este moderno arte. También, supo ver la parte económica y entendió que vender los derechos de sus novelas, le supondría grandes dividendos además de dar universalidad a su obra literaria. Vicente Blasco Ibáñez además de escritor poseía un espíritu práctico y empresarial. Así que después de la Primera Guerra Mundial ni cortó ni perezoso desembarcó en mi país, EEUU, con la intención de visitar a las grandes productoras de Hollywood para vender sus historias. Como nadie le conocía no tuvo éxito alguno.  Vicente Blasco no se rindió y viajó a Nueva York donde publica en inglés su primera novela bélica Los cuatro jinetes del Apocalipsis que pronto se convierte en un best seller. La Metro Goldwyn Mayer, ojo avizor, repara en la novela del valenciano y compra los derechos para realizar una mega producción en 1921 y lanzar a un nuevo actor que se convertiría en mito: Rodolfo Valentino. El éxito internacional de la película abrió las puertas al escritor que vio como entre 1922 y 1926 fueron adaptadas a la pantalla varias de sus novelas. Otra adaptación de su novela Entre naranjos, que se tituló El torrente (1925), significó la carta de presentación de la actriz sueca Greta Garbo. El escritor valenciano se atrevió incluso a realizar un guión original para el melodrama La encantadora Circe en 1924. 

El cuento: Vicente Blasco Ibáñez escribió cuentos y uno de ellos es el que nos ocupa. La vieja del cinema es una sencilla historia llena de emoción sobre una abuela pobre. La historia transcurre en las postrimerías de la Primera Guerra Mundial. La anciana, vendedora ambulante, entra a un viejo cine y, de repente, se revuelve y grita desesperada, molestando al respetable público.  La abuela cuenta a un comisario los motivos de su reacción. En la pantalla blanca, en ese fondo, ha vuelto a ver a su nieto muerto en la guerra. Ella había visto una escena de unos soldados en una trinchera y se había fijado en uno que estaba escribiendo una carta. Ese soldado se había dado la vuelta y había mostrado su rostro a los espectadores. Y los miró a todos directamente a los ojos. Ella gritó porque había reconocido en ese rostro, la cara de su nieto.  La historia es breve y melancólica y habla sobre el horror de la guerra y sobre el poder del cine en aquellos primeros años donde a mucha gente le costaba todavía diferenciar entre la realidad y la realidad recreada por las cámaras. 

(El cuento se encuentra en una preciosa y valiosa recopilación de la editorial Clan –Madrid, 1999– que se titula Cuentos de cine)