Si en El perro andaluz, Buñuel rasgaba un ojo para indicar con ímpetu y violencia otra mirada sobre la pantalla; Ozon en El amante doble comienza con un primer plano explícito de una observación vaginal que se funde con el ojo de la protagonista, Chloé (Marine Vacth), una joven con una inestabilidad emocional evidente. Y así queda dicho que iremos unidos a su mirada y a sus entrañas, a lo más profundo de su ser. Además Ozon vuelve a trabajar con Marine Vacth, que si en Joven y bonita revelaba el difícil autodescubrimiento sexual de su protagonista, convertida en una belle de jour adolescente; en El amante doble enmarca su rostro bello en un museo de arte contemporáneo para ponerla en el centro de la trama de un thriller psicológico. Y en las dos, Marine Vacth es la representación del deseo y la seducción, siempre con un punto de inestabilidad o distanciamiento emocional.
El amante doble (L’amant double, 2017) de François Ozon
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