10 razones para amar Anatomía de un asesinato (Anatomy of a murder, 1959) de Otto Preminger

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Razón número 1: 160 minutos

Es decir, 2 horas y cuarenta minutos que pasan como un suspiro y no es un tópico. Anatomía de un asesinato o, mejor dicho, de un juicio, se deleita en diseccionar de manera apasionante este evento. De una manera cotidiana y aparentemente sencilla analiza los recovecos de la justicia y pone sobre el papel un tema tan apasionante como la confrontación entre la ley y su ejercicio y la moralidad. Otto Preminger, bien lejos de presentar un tostón de película sobre un juicio, desgrana una historia inteligente llena de detalles y matices que atrapa desde los títulos de crédito al espectador. Si se ve por primera vez se sigue con apasionamiento… pero sus futuros visionados no son menos ricos y se van además destapando y descubriendo nuevos matices. Nada es tan cotidiano ni sencillo como parece. Sus personajes son riquísimos en personalidades, motivaciones y formas de actuar…

Razón número 2: James Stewart

James Stewart, 51 años, y con una carrera cinematográfica repleta de títulos brillantes, como actor de oficio vuelve a dejar un personaje complejo y difícil pero que es inevitable que caiga bien al espectador.

Peter Biegler parece un hombre tranquilo, amable y buena gente que vive tranquilo en una pequeña localidad de Michigan. A veces necesita retirarse del mundanal ruido e irse a pescar. Le encanta el jazz y toca el piano. Es un hombre tremendamente solitario, soltero.

Forma una pequeña y extraña familia con su mejor amigo, Parnell E. McCarthy, un abogado retirado con problemas de alcoholismo y con su propia secretaria, Maida Rutledge. Su lugar de trabajo es su propia casa. Hace poco le han retirado de ser fiscal del condado y trata de llevarlo lo mejor posible, así que trabaja como abogado en despacho propio pero como le recuerda su eficiente secretaria no tiene los suficientes casos como para pagarse las facturas y su sueldo. Así que de pronto le llega la oportunidad de convertirse en el abogado defensor del joven teniente Frederick Manion que es acusado de asesinar a tiros al dueño del bar de la localidad, Barney Quill. El motivo: éste había violado a su mujer, Laura Manion.

Peter Biegler toma el caso no por una cuestión de justicia… sino por algo mucho más mundano: porque necesita el dinero. Y actúa como abogado defensor aunque sabe que sus defendidos, el matrimonio Manion, tienen todo en su contra. Así con la ayuda de su inseparable compañero y de su eficiente secretaria se enfrentará en el juicio al nuevo fiscal del condado que cuenta con el apoyo del ayudante del fiscal general que llega de la ciudad… De pronto el cordero Peter Biegler emplea todas sus armas y se vuelve león feroz y sarcástico para sacar un veredicto de inocencia para su cliente.

Razón número 3: Cameos, apariciones extrañas y deserciones

Hay cameos y cameos. Y en Anatomía de un asesinato hay un cameo genial. James Stewart aparece en un local tocando el piano en compañía de ni más ni menos que Duke Ellington… y hay un motivo claro como veremos en la razón número cuatro. En aquellos tiempos esta escena fue motivo suficiente para que la película tuviese problemas para ser proyectada en Sudáfrica.

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Y el juez no es un actor secundario. No es un actor de carácter de esa galería de genios que con solo unos minutos se apropiaban de la película… pero lo parece. El juez tiene el rostro de Joseph Welch. ¿Quién era? Un abogado del ejército que se hizo famoso porque en 1954 en una sesión televisada se enfrentó a McCarthy en esa caza de brujas donde el senador paranoico veía comunistas por todas partes y los veía además como una amenaza así que creaba listas negras en todos los estamentos posibles. En un momento dado este abogado, tranquilo, le espetó ante su acusación de otro joven colega: “¿Tiene usted sentido de la decencia?”. Y le formuló la pregunta de varias maneras. En Anatomía de un asesinato se transforma en un actor solvente realizando a un juez absolutamente creíble y auténtico… peculiar. El tomarle para un papel tan relevante dice mucho también sobre lo que pensaba Preminger sobre la caza de brujas…

En un principio Laura Manion iba a tener el rostro de una seductora nata: miss Lana Turner… pero problemas con las pruebas de vestuario y los modelitos a exhibir en la película hicieron que la diva rechazase tan buen papel. Sin duda le hubiera dado, creo, otro carácter diferente y creo que haciendo más hincapié en una mujer tentadora, fría y fatal. Una mujer con más vida a sus espaldas. Al final el papel fue para la joven prometedora Lee Remick que supo darle un aire de inocencia seductora y juvenil que quema… convirtiéndola de manera sutil en un personaje triste y víctima.

Razón número 4: Jazz

Duke Ellington fue el creador de la banda sonora. El jazz impregna la historia y acompaña al personaje de James Stewart, un amante de esta música. Pero a la vez Ellington, sobre todo en la primera parte de la película, describe a cada uno de los personajes y cuenta determinadas escenas con la música. El empleo de la música es de las dos maneras que puede aparecer en una película: diegético y extradiegético. Es decir tan pronto Stewart toca el piano o pone un disco o realmente hay una banda sonora que impregna sobre todo la primera parte (la de presentación de los personajes y el conflicto, antes del juicio). Y es una auténtica gozada el efecto que provoca la música en la propia historia. Así como las sensaciones que produce en todo espectador que se acerca a su visionado. Cuando es el juicio en sí la música desaparece para volver a surgir en situaciones y escenas fuera de la sala del juicio…

Razón número 5: Palabras y censura

Otra manera de analizar la obra cinematográfica de Otto Preminger sería su lucha continua contra la censura y su empeño en saltarse el código Hays. Él fue uno de los directores que se atrevió a enfrentarse a lo absurdo del código y que ayudó a precipitar su caída. Siempre en sus películas luchaba porque se mantuviesen palabras que eran impensables para las películas americanas de la época así como abordar ciertos temas tabú con absoluta transparencia. Anatomía de un asesinato no fue una excepción. Y tuvo que lidiar para que apareciese continuamente la palabra “bragas” (una prueba irrefutable del juicio), la denominación de esta prenda femenina causa uno de los diálogos más divertidos. O también dejar que se hable con todo detalle de una prueba médica forense: la espermatogénesis. Que lo que dé sentido a la defensa durante el juicio es demostrar claramente  que Laura Manion ha sufrido una “violación” y demostrarlo. Que a Laura Manion la llamen muchísimas lindezas pero entre ellas “zorra” y que se la juzgue continuamente por su manera de comportarse y sobre todo de vestir. Así como que también se deje ver un caso de malos tratos en el matrimonio Manion (pero siempre con esa ambigüedad de fondo con la que se juega en todo el metraje), donde Laura sería la víctima de los celos continuos y arrebatos de violencia de su marido.

Pero además Preminger deja una defensa del sistema judicial americano poniendo en escena sus fallas y cómo es posible quizá declarar inocente a un culpable. Y es ese giro y juego continuo con la ambigüedad (de cada uno de los personajes y sus motivaciones) lo que hace a la película más intensa y emocionante. Pero dejando algo claro: todo ciudadano tiene que ser defendido con las mejores artes, la presunción de inocencia tiene que quedar siempre a salvo.

Razón número 6: Radiografía de un juicio

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Siguiendo con el punto anterior, la película es un valioso testimonio de un juicio donde se sigue paso por paso un proceso por asesinato. Ahí vemos la presentación de pruebas, las declaraciones de los testigos, la presencia de un jurado popular, de un público… Los momentos de tensión y lo más rico: los enfrentamientos dialécticos entre el abogado defensor provinciano (que se jacta de ello) y unos fiscales (sobre todo uno, especialmente urbanita agresivo…) que van a por todas… al igual que el “tranquilo” abogado. Así vemos el uso de trucos legales, la búsqueda de precedentes, cómo enfocar el caso a favor del defendido (el famoso ‘impulso irresistible’)… todo para lograr una sentencia determinada y para lograr que el veredicto del jurado popular vaya por un camino o por otro. Y en eso Anatomía de un asesinato es un relato cinematográfico absolutamente revelador, interesante e intenso. Todo tiene sentido… hasta la colocación de los personajes, las prendas que llevan, los gestos… Todo está perfectamente atado y tiene una razón.

Razón número 7: Sentido del humor

La película nunca deja de lado, pese a la seriedad del asunto, el sentido del humor. Un humor desencantado que impregna la historia y que surge tanto de las situaciones como de la forma de encarar la vida de los protagonistas (sobre todo esa ‘extraña’ familia formada por el abogado, su mejor amigo y la eficiente secretaria). Pete Biegler, el abogado, emplea el sarcasmo como su mejor arma para dejar sin palabras a sus contrincantes. Y se crean situaciones cómicas durante la presentación de pruebas (el perro de Laura Manion) o la reunión del juez con el abogado y los fiscales para ver si conocen otro término para referirse a la palabra “bragas”.

Razón número 8: Saul Bass

Ya desde los créditos sabemos que nos enfrentamos a una historia potente. Como era habitual en Preminger le encarga este trabajo al gran Saul Bass que crea uno de sus iconos más reconocibles: un cuerpo humano que se divide en pedazos… como un puzzle. Una sombra que se esparce…

Razón número 9: Galería de actores

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Otto Preminger no sólo se rodea de actores de la vieja escuela sino que deja paso a una nueva generación de actores que encuentran en esta película sus primeros roles y papeles de importancia.

Así James Stewart forma su ‘extraña’ familia con dos actores con carreras a sus espaldas: Arthur O’Connell, secundario de oro y Eve Arden, con una larga carrera de secundaria tras sus hombros.

Pero a su vez se enfrenta al matrimonio que tiene que defender, dos jóvenes que pisaban con fuerza el firmamento cinematográfico: Lee Remick (que tuvo unos inicios prometedores porque era muy buena actriz pero no encontró su hueco con el fin del sistema de estudios) y un jovencísimo Ben Gazzara, antes de convertirse en un actor de cine independiente…

Y también Stewart se las tiene que ver con uno de los fiscales: donde nos encontramos con un maravilloso George C. Scott en un primer papel importante de una larga carrera cinematográfica.

Razón número 10: Otra forma de contar…

Lo maravilloso de Anatomía de un asesinato es la sensación de cotidianeidad y autenticidad de todo lo que estamos viendo. Preminger estaba llevando a la pantalla, en impecable blanco y negro, un bestseller de un juez retirado Robert Traver que a partir de sus experiencias en el ejercicio de la ley se dedicó a la literatura (y a los libros de pesca, otra de sus aficiones que también se ve reflejado en la película). Así que Preminger no dudó en ambientar la historia realmente donde transcurría la trama, en Michigan, y rodó en Ishpening y Marquette, lugares que conocía perfectamente Traver. Además se valió de los lugareños para que fueran parte del jurado popular y del público que asiste a la sala. El juicio no transcurre de manera épica o con momentos excesivamente emocionantes que apelan al espectador sino con calma mucha calma. Donde nada es negro o blanco. Ni heroico. Sino todo tremendamente humano con luces y sombras pero sin mucho ruido. Y es esa ambigüedad que mantiene durante todo el metraje lo que da tensión a una historia donde como dice James Stewart a una testigo las personas no son ni totalmente buenas ni totalmente malas… son.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

12 hombres sin piedad (12 angry men, 1957) de Sidney Lumet

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Sidney Lumet pertenecía a esa generación de directores de cine que comenzaron su formación en la televisión (como por ejemplo John Frankenheimer, Stanley Kramer, Arthur Penn o Martin Ritt). Cuando debutó en el cine ya tenía una carrera televisiva a sus espaldas y fue con uno de los dramas judiciales más míticos: 12 hombres sin piedad. Esta pieza fue escrita por Reginald Rose precisamente para televisión (después realizó una versión para los escenarios de teatro y escribió el guion para la película). Se emitió por primera vez en la CBS el 20 de septiembre de 1954 en el programa Studio One. Y a Henry Fonda le encantó el proyecto. Tanto que se convirtió en productor y no paró hasta llevarla a cabo para la pantalla grande. Y su sueño se convirtió en realidad con Lumet como director. Fue una de las películas de las que más orgulloso se sintió el actor (junto a Incidente en Ox-Bow y Las uvas de la ira).

Sidney Lumet desarrolla toda la trama en un cuarto: donde un jurado, doce hombres, delibera sobre la culpabilidad o inocencia de un joven (18 años) al que se le ha acusado de asesinar a su padre. Y sin embargo logra que el espectador esté pegado a la butaca durante todo su metraje… por varios motivos.

El primero, un gran reparto, doce actores que construye cada uno un personaje definido y una manera de comportarse ante la misión que tienen encomendada. Dependiendo del voto de inocente o culpable el joven irá a la silla eléctrica o no. En un principio todos están dispuestos a que la deliberación termine pronto. Parece un caso bastante claro. Lo que quieren es votar e irse a sus hogares u otros menesteres. Pero en esa primera votación el jurado número 8 (no sabemos el nombre de ninguno de los personajes excepto al final en el que tan sólo nos enteramos del nombre del jurado número 8 y de jurado número 9) vota inocente. Como no hay unanimidad tienen que empezar a deliberar. El jurado número 8  explica que no está del todo seguro sobre su inocencia pero que tiene varias dudas razonables y un respeto inmenso por la tarea encomendada. Cree el muchacho se merece que piensen y que su voto sea tras un razonamiento justo de todas las pruebas presentadas en el juicio. El jurado número 8 es crítico con cómo se ha llevado a cabo el juicio, piensa que todo el mundo ha dado por hecho la culpabilidad del joven y que ni siquiera el abogado defensor (uno de oficio) se ha molestado en llevar a cabo una buena defensa. Cree que si hay más de una duda razonable (como les ha recordado antes de entrar en la sala un juez cansino) deben plantearse el voto. En tiempo real (una hora y media más o menos) poco a poco cada personaje y por motivos diferentes van cambiando su parecer…

En segundo lugar la tensión y el ambiente que ‘se respira’ en la sala y una buena labor de fotografía en ese sentido (aumentando esa sensación de agobio en buen blanco y negro por el gran Boris Kaufman). Es un día asfixiante, el ventilador no funciona, las ventanas no se abren bien, hay una sensación de agobio ante una mesa enorme y las sillas. De falta de espacio, de atmósfera irrespirable. Después se desata una tormenta. Da la sensación de doce hombres encerrados en una especie de jaula de la que no pueden salir sin haber solucionado lo que tienen entre manos.

Y el tercero unos diálogos y un ritmo potente donde cada uno puede ver reflejados comportamientos reconocibles en los distintos grupos sociales en los que nos movemos. A través de esas dudas razonables, las discusiones de estos hombres y sus cambios de voto vemos un microcosmos social representado donde cada uno tiene un papel especial asignado.

Doce hombres sin piedad no dio muchos dividendos en taquilla. No fue un éxito de público. Sin embargo, con los años se ha convertido en todo un clásico y un referente de cine y juicios.

Merece la pena, porque es uno de sus mejores logros, el analizar a cada uno de los miembros del jurado que además poseen el rostro de actores carismáticos con carreras televisivas, cinematográficas y teatrales a sus espaldas. Todos los rostros nos suenan y todos están increíbles en sus composiciones. Ninguno sobra. Todos tienen sus matices. Sus personajes están perfectamente construidos. Si nos fijamos bien en el fotograma, sabremos quién es quién. Empezamos por el personaje que está de pie y luego continuamos a la derecha.

Jurado 1: Martin Balsam

Él es el presidente del jurado. Trata de llevar con disciplina y como obligación el puesto que tiene asignado aunque también denota que tiene ganas de que acabe pronto la deliberación y se queda sorprendido cuando ve que se va a discutir sobre el caso. A veces se siente saturado ante su función e incluso se enfada con quienes se quejan y les invita a que ocupen su puesto. Nunca deja clara su posición ni por qué cambia su voto. Se ve que es un buen hombre que tienen ganas de realizar bien sus obligaciones como ciudadano.

Martin Balsam le da su rostro y fue un actor secundario carismático al que se le puede recordar en distintos papeles. Su carrera fue larga pero sin duda nos viene a la memoria por dos papeles: uno como el único detective que llega al hogar de Norman Bates en Psicosis… y no acaba muy bien parado. Y otro como ese productor excéntrico, hortera y millonario que se declara descubridor de Holly Golightly en Desayuno con diamantes.

Jurado 2: John Fiedler

Es un empleado de banca apocado y convencido de la importancia de pertenecer a un jurado. Escucha a unos y a otros y se acerca a uno y a otros sin definirse claramente. Va construyéndose su propia opinión según cree él que haría un buen ciudadano. No pierde la calma pero no le gusta que se metan con él o no le traten de un modo correcto.

John Fiedler trabajó bastante más en la televisión que en el cine. Se le puede recordar como uno de los personajes más relevantes que acompaña las aventuras de Jack Lemonn y Walter Matthau en La extraña pareja. Para los amantes del cine de animación siempre dobló al personaje de Disney, Piglet en las historias de Winnie the Pooh.

Jurado 3: Lee J. Cobb

El jurado 3 es un hombre hecho a sí mismo. Un pequeño empresario que poseé una lavandería con varios trabajadores de la que se siente orgulloso. Tiene unas complejas relaciones con su joven hijo. Sus miedos, frustraciones, odio y violencia las vuelca en el joven acusado. Está acostumbrado a hacer su santa voluntad, él no discute, ordena. No dialoga, si alguien es contrario a su parecer pelea y se vuelve agresivo. Emplea el miedo y el grito como armas de persuasión. Todo esconde su sentimiento de culpa por no haber sido un buen padre.

Lee J. Cobb tiene un rostro que no se olvida. Fue un secundario de oro y tiene en su carrera un buen número de películas inolvidables con personajes de carácter. Una de sus creaciones más famosas es la de mafioso de los puertos en La ley del silencio. Pero su presencia es recordada en films como Los hermanos Karamazov, Éxodo o El exorcista.

Jurado 4: E. G. Marshall

Frío y calculador, es corredor de bolsa. Y parece inmutable en sus criterios y razonamientos. No suda. No se altera. Y trata de relacionarse lo menos posible con sus compañeros de sala. Es el que se muestra más racional a la hora de defender sus argumentos de culpabilidad… Parece imposible hacerle cambiar de parecer hasta que logran crear en él una duda razonable… que le deja sin argumentos.

E. G. Marshall se convirtió en un popular actor de radio pero también tuvo sus apariciones estelares en la pantalla grande. Así tiene personajes secundarios de importancia en la interesante Ciudad sin piedad (otro drama judicial) o en la impresionante La jauría humana. Y es uno de los protagonistas de una película que todavía no he visto pero me interesa muchísimo que forma parte de la corriente realista norteamericana: La noche de los maridos (The bachelor party, 1957).

Jurado 5: Jack Klugman

Ha crecido en el mismo ambiente que el acusado y sabe cuáles son las circunstancias del joven y cómo ha sido su día a día. Conoce la violencia que se respira en su ambiente e imagina los golpes continuos que ha recibido el joven. Ha vivido en su vencidario. Varias veces se siente agredido por otros componentes del jurado que no dan el mismo valor, ni los mismos derechos ni oportunidades a las personas que vienen de barrios marginales. Se siente menospreciado y por ello identificado con la situación del joven. Nota cómo hay prejuicios por parte de un montón de miembros del jurado… al principio siente a todo el mundo en contra pero según se va desarrollando la deliberación se siente más apoyado y libre para dar su opinión.

Jack Klugman fue un actor sobre todo conocido por sus papeles en la televisión. Uno de sus papeles televisivos más recordados fue el de la serie La extraña pareja (que llevaba a la caja pequeña la famosa película de Jack Lemmon y Walter Matthau). En cine se le recuerda en un rol secundario en Días de vino y rosas.

Jurado 6: Edward Binns

Un hombre trabajador, es pintor de profesión, y respetuoso con sus compañeros. Se altera cuando ve que alguno no trata bien al más mayor de los miembros del jurado o cuando hay faltas de respeto. Aunque en un principio se muestra poco reacio a dar su opinión o a pensar en el caso, poco a poco se va metiendo en el caso y apasionándose con su papel ahí, en el grupo. Empieza a importarle el paradero de ese chico al que están juzgando y a considerar importante lo que hacen.

Edward Binns, como mucho de sus compañeros de película, trabajó bastante en televisión y en escenarios teatrales. En el cine tuvo papeles secundarios en películas como Con la muerte en los talones, Vencedores y vencidos, Patton o Veredicto final.

Jurado 7: Jack Warden

Es el pasota del grupo. Es vendedor. Se hace el simpático pero es un maleducado. Sólo quiere llegar a un partido del béisbol para el que tiene entradas. Quiere terminar cuanto antes y no le gustan los razonamientos. Sólo le interesa lo que le beneficia y lo demás le importa poco. Cambia su voto sólo en función de terminar cuanto antes…

Tiene el rostro de un gran secundario con una importante carrera llena de buenos personajes. En los últimos años era habitual su presencia en películas de Woody Allen como Septiembre, Balas sobre Broadway y Poderosa Afrodita. Películas míticas ganan con su presencia como la interesante Shampoo o las clásicas La taberna del irlandés o la reivindicable Donde la ciudad termina. También aparece en La noche de los maridos.

Jurado 8: Henry Fonda

Es un arquitecto que tiene en principio a todo el grupo en contra. Es el hombre tranquilo y razonable que trata de que el juicio al joven se convierta en justo. Por eso en la primera ronda deja caer su voto bomba: No culpable. Cree que merece la pena tomarse el caso en serio y siembra dudas razonables. A partir de ahí todos se ven obligados a pensar, razonar, discutir y posicionarse.

Es la única estrella del reparto (además de productor de la película) con una carrera cinematográfica mítica llena de títulos emblemáticos. Sin embargo ésta se convirtió en una de sus películas favoritas. Es difícil olvidarle en Sólo se vive una vez, Las tres noches de Eva o En el estanque dorado además de las películas anteriormente mencionadas… por sólo recordar unos cuantos de los buenos papeles que jalonaron su trayectoria profesional.

Jurado 9: Joseph Sweeney

Es el más mayor del grupo, jubilado. Nada tiene que perder. Es un hombre razonable y por eso apoya al jurado número 8 porque cree que tiene derecho a exponer sus dudas. Aunque hay algunos miembros del jurado que no le respetan por ser anciano nunca deja de exponer sus pensamientos y planteamientos. Su experiencia de vida le hace hacer observaciones muy válidas sobre los motivos de las declaraciones de alguno de los testigos. Además es tremendamente observador y pone en evidencia más dudas razonables.

Fue también un actor sobre todo de televisión. Además fue uno de los actores que se conservó del reparto de la versión televisada de Doce hombres sin piedad. Realizó el mismo rol, jurado número 9.

Jurado 10: Ed Begley

Con su rostro desagradable y sus malas formas finalmente deja al descubierto que tan sólo juzga por sus prejuicios y racismo. Al principio se siente fuerte pero según algunos van cambiando el voto y otros que aguantan cada vez menos su desprecio le van arrinconando y dejándole solo con su irracional discurso.

Ed Begley fue otro de los secundarios de oro en Hollywood. Cuenta con papeles inolvidables en Dulce pájaro de juventud (en otra creación de hombre desagradable) y está magnífico en la reivindicable Apuestas contra el mañana (1959), una galeria de perdedores que se abalanzan a un trágico destino… negro.

Jurado 11: George Voskovec

Ciudadano inmigrante, educado, sencillo y encantador. Es relojero. Sufre el racismo de varios de los miembros del jurado pero no se calla, sabe defenderse y pronto se pone del lado del joven acusado intentando entender sus motivaciones. También se toma en serio su papel y regala buenas reflexiones.

George Voskovec también trabajó en la televisón (aunque destacó en varias especialidades artísticas) y como Sweeney venía del reparto de la emisión televisiva.

Jurado 12: Robert Webber

Él es publicista y va cambiando su voto según le presiona el grupo. Demuestra que no tiene criterio propio. Trata de soltar gracias, de hacerse el simpático y cuenta anécdotas de trabajo que nada tienen que ver con lo que ahí se dirime… Es alguien que trata de ser carismático pero lo que deja ver es su falta de personalidad.

Robert Webber es un rostro popular en televisión y cine. En la pantalla grande se puede recordar su rostro en títulos como Castillos en la arena, Harper, investigador privado, Doce en el patíbulo o Quiero la cabeza de Alfredo García.

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