Verano y humo (Summer and smoke, 1961) de Peter Glenville

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Durante los años cincuenta y sesenta Tennessee Williams no solo triunfaba en los escenarios sino que directores de cine como Elia Kazan, John Huston, Joseph L. Mankiewicz o Richard Brooks adaptaban al cine sus calurosas, dramáticas, tórridas, eróticas y angustiosas obras de teatro. Algunas de estas películas han alcanzado el estatus de clásico y habitualmente son proyectadas o emitidas como Un tranvía llamado deseo o La gata sobre el tejado de zinc pero hay otras que permanecen más ocultas. En el teatro, Williams era más crudo; en el cine los directores buscaron caminos para respetar el espíritu de la obra pero los elementos más escandalosos o bien aparecían en elipsis o eran eliminados o tan solo intuidos. Lo que sí se notaba es que ya a los directores les molestaba el Código Hays y se volcaban en el lenguaje cinematográfico para expresar lo que la censura no les dejaba.

Una de las obras cinematográficas que permanecen más ocultas, y que adapta una obra de Tennessee Williams, es Verano y humo del director británico Peter Glenville (director de escasa filmografía –bastante desconocido para la que esto escribe– pues estaba más volcado en el teatro pero con títulos interesantes como Escándalo en las aulas o Becket). Y cuenta con todas las claves de una buena película Williams: calor, erotismo reprimido o no, personajes femeninos inestables, padres y madres autoritarios, tragedia, personaje muy masculino que desata el drama, angustia, amores desgarrados, turbiedad, sofoco, sordidez, locura… Además, como era habitual en las películas que adaptaban obras de Tennessee Williams (que solía estar bastante pendiente de las producciones cinematográficas), los repartos eran excelentes y sus interpretaciones dejaban huella. En Verano y humo la pareja protagonista es una excelente Geraldine Page que borda su papel de la espiritual e inestable Alma Winemiller y un Laurence Harvey como John Buchanan, materialista que persigue el placer, la pasión, la verdad… y nunca se encuentra satisfecho. Geraldine Page aporta mil y un matices a su personaje (desde la pronunciación, hasta la forma de moverse o su manera de comportarse en distintas situaciones, sus ataques de histeria, sus esfuerzos por controlarse…) y Laurence Harvey que sabe convertir a su personaje en todo lo desagradable que tiene que ser para luego hacer creíble cómo toca fondo y cómo sale del pozo.

Una frase de Oscar Wilde resume la filosofía de vida de Alma (su clave de supervivencia), la hija de un recto predicador que además tiene también una madre con serios problemas de salud mental (y que a veces le dice verdades a la cara que a ella le angustian): “Todos estamos en el fango, pero algunos miramos hacia las estrellas”. Desde que era una niña ha estado enamorada de su vecino John Buchanan. Así la película empieza con un prólogo precioso. Una noche de Halloween y unos niños jugando a truco y trato, de pronto ven a una niña, como de otra época, rubia, sentada al lado de la figura de un ángel. Todos la dan de lado, menos John que se acerca a hablar con ella. Desde niños se ve la compleja relación que tienen ambos: el enamoramiento obsesivo de ella, el querer humillarla una y otra vez de él pero a la vez su atracción por alguien tan diferente. Ella le plantea que se llama Alma, que también quiere decir ánima, y que hay un mundo espiritual donde las almas habitan. Él le dice que en casa de su padre, que es médico, hay un cuadro del cuerpo humano donde se muestra todo lo que tenemos dentro… y que no hay ningún alma.

Después del prólogo, ya los dos son adultos. Ella es una mujer delicada, con miedos y angustias, soltera, que se consume en casa de un padre estricto y una madre que no está bien de la cabeza y la hace la vida imposible. Y él regresa de un largo viaje, un verano caluroso, a casa de su padre que ve cómo su hijo no se dedica a la profesión médica y sí a la juerga continua. En ese momento además, Alma y John vuelven a establecer su compleja relación. Lo interesante de la película es cómo cada uno va cambiando sus roles y creencias. Para ello es necesario un momento catártico, la tragedia absoluta. Uno aprenderá a mirar las estrellas y la otra caerá en el fango. Un triste cambio de papeles. Pero lo que nunca será posible es que los dos encuentren un resquicio para construir una relación sana y estable aunque ambos se influyan continuamente.

Resaltar también toda una galería de personajes secundarios con papeles para no olvidar. Una erótica Rita Moreno, que lleva la perdición por donde pasa. Un John McIntire como padre de John, que sabe dar matices de amor y dureza ante un hijo que le desilusiona cada día. Una Merkel como madre con problemas de salud mental. O Malcolm Atterbury como un silencioso y recto predicador. Peter Glenville, con su director de fotografía Charles Lang, juega con el color para contar la historia. Emplea tonos pastel que contrastan con otros más oscuros y apagados. El color habla de los distintos ambientes, momentos e incluso de la psicología de los personajes. Y todo envuelto con la melodía entre dramática y romántica de Elmer Bernstein.

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La última tentación de Cristo (The Last Temptation of Christ, 1988) de Martin Scorsese

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La última tentación de Cristo es una de esas ‘rarezas’ que se encuentra en la carrera de todo director cinematográfico. Es una de las rarezas de Scorsese (en cuanto forma y resolución) pero no es raro que se sintiese atraído por el tema ni que eligiera otra vez a Paul Schrader como guionista. Con New York, New York había tocado el fondo tanto en su adicción a la cocaína como en su depresión. Pensó que Toro Salvaje sería su despedida del cine. Pero fue superando sus adicciones y en los ochenta realizó películas-rareza dentro de su trayectoria mientras iba renaciendo cual ave fénix como persona. Así entrega una de sus obras menos conocidas El rey de la comedia (que todavía no he visto), Jo, qué noche, El color del dinero (una película de encargo que es una especie de remake de El buscavidas) o uno de los episodios de Historias de Nueva York hasta que en 1990 rueda Uno de los nuestros que supone una nueva etapa en su carrera cinematográfica. A principios de los ochenta se van gestando también dos proyectos personales: La última tentación de Cristo y Gangs of New York. La segunda no pudo llevarla a cabo hasta dos décadas más tarde. Y la primera la realizó al final de la década.

Parece ser que fue la actriz Barbara Hershey (según cuenta Thomas Sotinel en la serie Maestros del cine de Cahiers du cinema) la que le proporcionó la novela del griego Nikos Kazantzkis a Scorsese. No he leído ni La última tentación de Cristo ni Alexis Zorba pero sí he visto las dos películas que surgieron de sus obras literarias. Y pueden gustar más o menos pero son películas que no dejan indiferentes y te hacen reflexionar. Kazantzkis además de novelista era un filósofo, no planteaba temas de manera fácil. Enseguida Scorsese se siente atraído por el proyecto pero también encuentra obstáculos por todas partes para llevarla a cabo, por presiones de distintas organizaciones religiosas que logran que primero Paramount retire su apoyo al director y después que tampoco pueda llevarla a cabo con financiación francesa. Así que en un primer momento para el proyecto pero tiene claro que la rodará y que quiere llevar esta vida de Jesús a la pantalla (no olvidemos que el director tuvo educación católica y que incluso hubo un momento de su vida que se planteó ser cura), y que la novela la adaptará al cine Paul Schrader (educado en el calvinismo). La novela ya había levantado ampollas y polémica… y la película tan sólo siendo un borrador ya era vista como amenaza en círculos religiosos…

Finalmente en 1987 la Universal daría luz verde al proyecto y a los obstáculos. Sería una película de presupuesto limitado pero permitiría a Scorsese dar su particular visión de la figura de Cristo, a través de la novela de Kazantzkis y el guion de Schrader. El director no pensaba en taquillas (de hecho esperaba que pasara veladamente por las salas)…, fue sin embargo la polémica que rodeó la película antes incluso de que se viera y de su proyección lo que permitió que se hablara de ella en los medios y que finalmente funcionara mucho mejor de lo que se hubiese pensado. Siempre me ha llamado la atención ese ataque feroz a ciertas películas polémicas que ni siquiera se han podido ver y los juicios de valor (así como debates furibundos) antes de poder acceder a ellas… Con La última tentación de Cristo se tomaron precauciones, como en ninguna otra película, para no ‘herir sensibilidades’. En algunos países fue prohibida y en otras había incidentes en las puertas de las salas de cine donde se exhibía. Por ejemplo, cuando se emitió por primera vez en Televisión Española, en el año 1992… salió antes Fernando Sánchez Dragó ‘explicando’ a los espectadores a lo que se iban a enfrentar (¿¿??). ¿Cuándo ha vuelto a pasar algo así?

¿Y qué cuenta La última tentación de Cristo? Lo único que hace es presentar a un Jesús muy humano lleno de dudas y miedos al que le pesa su parte divina y su misión. Tan humano que siente dudas hasta al final, en pleno sufrimiento. Y ahí en la cruz tiene su “última tentación” que es renunciar a su parte divina y ser un hombre normal, como los demás. Un hombre que se enamora, se casa, tiene una familia, trabaja, se enfrenta a problemas y tristezas, se supera, envejece y muere. Así una niña, que se presenta como ángel de la guarda, ofrece su mano a Jesús en la cruz y le anuncia que puede bajar y acabar con su sufrimiento. La niña le explica que igual que en el último momento Dios no permitió que Abraham matara a su hijo Isaac…, Él no va a permitir que su hijo muera. Y Jesús acepta el ofrecimiento (no habrá ni sacrificio, ni pasión, ni resurrección…).

Scorsese presenta una película austera, con una puesta en escena casi desnuda, donde el desierto (se rodó en Marruecos) es otro protagonista más. El polvo y el sol están siempre presentes. Se crea así una atmósfera extraña acorde al estado de ánimo de Jesús que siempre está dudando, que muestra siempre sus miedos, sus obsesiones… que habla de cómo escucha voces, de cómo sufre…, una visión distorsionada, casi de pesadilla (como también han tenido otros personajes scorsesianos como el taxista con rostro de Robert de Niro). Pero también otro Jesús que habla de manera apasionada, que se divierte en una boda y baila, que habla con sus amigos, que sonríe… A mí me provocó extrañamiento (de hecho me desconcertó bastante) pero a la vez no dejé de verla. De un Scorsese que es barroco en su manera de mirar, queda un Scorsese de la mínima expresión pero sin renunciar a sus pesadillas y viajes interiores complejos. Mínima expresión tanto en los ropajes de los romanos como en los de los judíos o las mujeres (la más barroca es María Magdalena y está justificado por su profesión y porque a la vez es la ‘persona idealizada’ por un Jesús que piensa que nunca podrá tenerla entre sus brazos). En los decorados de los escasos interiores. En los paisajes elegidos (tanto desérticos como si hay algo de verde). En las ceremonias representadas como bodas, bautismos y crucifixiones. En la plasmación de los milagros y las tentaciones (… las serpientes, el león, la llama de fuego, el ángel, el manzano…).

La primera parte de la película cuenta el Nuevo Testamento, con austeridad y una especie de realismo sucio, casi con ortodoxia absoluta, sin embargo esboza tres temas que desarrolla debates interesantes. Después la segunda parte muestra esa última tentación de Cristo, la posibilidad de ser un hombre normal. Para finalmente devolverlo de nuevo a la cruz, todo ha sido un sueño y él acepta su papel y su misión (aquí encontramos paralelismo, y no lo veo descabellado, con otra película mítica y es Qué bello es vivir donde al protagonista también un ángel le concede la oportunidad de ver el mundo si él no hubiese nacido… y regresará de nuevo también a su papel y su misión. La diferencia es que Clarence es realmente un ángel que quiere conseguir unas alas… y la niña de rostro angelical es la representación de una tentación que manda el ángel caído).

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Los tres temas esbozados y que darán sentido a esa última tentación son: la presentación del personaje de Jesús, su relación con María Magdalena y su amistad con Judas, el hombre que finalmente le traicionará. A Jesús (Willem Dafoe) le vemos por primera vez como un carpintero torturado y rechazado por todos que se dedica a tallar las cruces que le piden los romanos para los castigos a muerte que éstos infligen al pueblo judío. Él lleva la cruz hasta donde va a ser utilizada. En el camino los suyos le increpan, le tiran piedras… María Magdalena (Barbara Hershey) le escupe. Judas (Harvey Kietel), un zelote revolucionario, le echa en cara su trabajo. Y él explica que tiene miedo a lo que Dios espera de él y que no sabe muy bien cuál es exactamente el camino y que preferiría que éste no le hablara incluso que lo odiara. La presentación de Jesús se aleja mucho por tanto a cómo suele ser representado tanto en pantalla como en otras expresiones artísticas.

Después se evidencia a lo largo de todo el metraje que existe una atracción hacia María Magdalena, que Jesús en todo momento, como hombre, anhela estar junto a ella. Y que ella le correspondería. Y esa tentación sería el enamorarse como una persona normal. Sentirse deseado, amado y querido. Formar una familia. Aunque pronto se dará cuenta que como hombre normal, tendrá sus problemas, y su felicidad puede ser arrebatada. Y tendrá que volver a levantarse.

Por último se establece, durante la primera parte de la película, una interesante relación entre Judas Iscariote y Jesús, sus conversaciones son claves para entender el drama de Cristo. Él se encuentra escindido… entre el espíritu y la carne. El amor y el hacha. Judas lo tiene claro primero la revolución, vencer físicamente al enemigo y después la transformación espiritual. Jesús no lo tiene tan claro (por sus miedos y dudas), pero él tiende más a una revolución espiritual desde el amor. Y al final claramente pide ayuda a Judas. Le pide que por favor le traicione… porque sólo así cumplirá su papel divino sin dudar un instante… Judas llora pero cree lo que dice y se compromete, porque es fuerte —como le ha dicho Jesús—, a traicionarle.

La última tentación de Cristo es una isla extraña en la filmografía de Scorsese… que atrapa sus creencias más profundas y también sus dudas, y a la vez su mirada barroca se serena… aunque lleva su realismo sucio a tiempos pasados. Willem Dafoe da rostro a un Jesús desgarradoramente humano…

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