Durante los años cincuenta y sesenta Tennessee Williams no solo triunfaba en los escenarios sino que directores de cine como Elia Kazan, John Huston, Joseph L. Mankiewicz o Richard Brooks adaptaban al cine sus calurosas, dramáticas, tórridas, eróticas y angustiosas obras de teatro. Algunas de estas películas han alcanzado el estatus de clásico y habitualmente son proyectadas o emitidas como Un tranvía llamado deseo o La gata sobre el tejado de zinc pero hay otras que permanecen más ocultas. En el teatro, Williams era más crudo; en el cine los directores buscaron caminos para respetar el espíritu de la obra pero los elementos más escandalosos o bien aparecían en elipsis o eran eliminados o tan solo intuidos. Lo que sí se notaba es que ya a los directores les molestaba el Código Hays y se volcaban en el lenguaje cinematográfico para expresar lo que la censura no les dejaba.
Una de las obras cinematográficas que permanecen más ocultas, y que adapta una obra de Tennessee Williams, es Verano y humo del director británico Peter Glenville (director de escasa filmografía –bastante desconocido para la que esto escribe– pues estaba más volcado en el teatro pero con títulos interesantes como Escándalo en las aulas o Becket). Y cuenta con todas las claves de una buena película Williams: calor, erotismo reprimido o no, personajes femeninos inestables, padres y madres autoritarios, tragedia, personaje muy masculino que desata el drama, angustia, amores desgarrados, turbiedad, sofoco, sordidez, locura… Además, como era habitual en las películas que adaptaban obras de Tennessee Williams (que solía estar bastante pendiente de las producciones cinematográficas), los repartos eran excelentes y sus interpretaciones dejaban huella. En Verano y humo la pareja protagonista es una excelente Geraldine Page que borda su papel de la espiritual e inestable Alma Winemiller y un Laurence Harvey como John Buchanan, materialista que persigue el placer, la pasión, la verdad… y nunca se encuentra satisfecho. Geraldine Page aporta mil y un matices a su personaje (desde la pronunciación, hasta la forma de moverse o su manera de comportarse en distintas situaciones, sus ataques de histeria, sus esfuerzos por controlarse…) y Laurence Harvey que sabe convertir a su personaje en todo lo desagradable que tiene que ser para luego hacer creíble cómo toca fondo y cómo sale del pozo.
Una frase de Oscar Wilde resume la filosofía de vida de Alma (su clave de supervivencia), la hija de un recto predicador que además tiene también una madre con serios problemas de salud mental (y que a veces le dice verdades a la cara que a ella le angustian): “Todos estamos en el fango, pero algunos miramos hacia las estrellas”. Desde que era una niña ha estado enamorada de su vecino John Buchanan. Así la película empieza con un prólogo precioso. Una noche de Halloween y unos niños jugando a truco y trato, de pronto ven a una niña, como de otra época, rubia, sentada al lado de la figura de un ángel. Todos la dan de lado, menos John que se acerca a hablar con ella. Desde niños se ve la compleja relación que tienen ambos: el enamoramiento obsesivo de ella, el querer humillarla una y otra vez de él pero a la vez su atracción por alguien tan diferente. Ella le plantea que se llama Alma, que también quiere decir ánima, y que hay un mundo espiritual donde las almas habitan. Él le dice que en casa de su padre, que es médico, hay un cuadro del cuerpo humano donde se muestra todo lo que tenemos dentro… y que no hay ningún alma.
Después del prólogo, ya los dos son adultos. Ella es una mujer delicada, con miedos y angustias, soltera, que se consume en casa de un padre estricto y una madre que no está bien de la cabeza y la hace la vida imposible. Y él regresa de un largo viaje, un verano caluroso, a casa de su padre que ve cómo su hijo no se dedica a la profesión médica y sí a la juerga continua. En ese momento además, Alma y John vuelven a establecer su compleja relación. Lo interesante de la película es cómo cada uno va cambiando sus roles y creencias. Para ello es necesario un momento catártico, la tragedia absoluta. Uno aprenderá a mirar las estrellas y la otra caerá en el fango. Un triste cambio de papeles. Pero lo que nunca será posible es que los dos encuentren un resquicio para construir una relación sana y estable aunque ambos se influyan continuamente.
Resaltar también toda una galería de personajes secundarios con papeles para no olvidar. Una erótica Rita Moreno, que lleva la perdición por donde pasa. Un John McIntire como padre de John, que sabe dar matices de amor y dureza ante un hijo que le desilusiona cada día. Una Merkel como madre con problemas de salud mental. O Malcolm Atterbury como un silencioso y recto predicador. Peter Glenville, con su director de fotografía Charles Lang, juega con el color para contar la historia. Emplea tonos pastel que contrastan con otros más oscuros y apagados. El color habla de los distintos ambientes, momentos e incluso de la psicología de los personajes. Y todo envuelto con la melodía entre dramática y romántica de Elmer Bernstein.
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.
En esta película (espléndida, para mí) las que están fantásticas son ellas (Harvey siempre se me ha quedado un poquito demasiado corto). Eso sí, dentro de un reparto en el que, en mayor medida e intensidad incluso, si cabe, que en otras de sus obras llevadas al cine, no hay nadie que sea ni medio normal… Pero en especial Una Merkel (apellido clarividente, por cierto) está impresionante. Por salirse de lo más trillado de Williams en el cine, vale la pena verla. Y luego uno descubre que el visionado lo vale por ella sola.
Besos
Sí, querido Alfredo, es una buena película. Y es cierto que ellas se salen. A mí Harvey siempre me ha parecido un actor al que le encargaban personajes muy desagradables… y creo que los bordaba. En la película además están muy conseguidas las atmósferas, los ambientes y el reflejo de los sentimientos… El verano, el calor, el humo, la angustia, la sordidez, la soledad, lo etéreo…
Beso
Hildy
No es de las mas recordadas, es verdad. No se si sabes que el propio concepto de pelicula Williams al propio Williams le repateaba. Con excepcion de algunos, no todos, films de Kazan, no estaba muy contento con las adaptaciones….por ejemplo no le gustaba nada la adaptaciòn de la gata, precisamente por ser ese compendio facilòn de calor, sudor y represiòn, que no alcanzaba en su opiniòn la complejidad de su texto.
Esta hace mucho que no la veo, pero guardo buen recuerdo….y de la gata tb….un abrazo
¡Mi querido Victor, así que yo hubiese cabreado al propio sr Williams…!¡Qué disgusto! Con lo que me gusta leer sus obras de teatro (pocas he visto representadas, solo La gata) y lo que disfruto de esas películas que adaptan sus obra… Me cachis… Sí, debía sufrir bastante con las concesiones que había que realizar en la mayoría de las películas para poder pasar el tema de la censura y en el caso de LA GATA fueron tan importantes como ni siquiera dejar intuir la homosexualidad entre el protagonista y su amigo…, así se entendería mejor el rechazo continuo a Maggie. Es decir, en algunos casos estas concesiones cambiaban incluso el sentido de la historia. Era curioso que en la misma época se disfrutaba de más libertad para contar en los escenarios de un teatro que en los fotogramas de una película.
Para mí Verano y humo ha sido un buen descubrimiento, en mi caso, no la había visto nunca. ¡Ja,ja,ja… adoro La gata…!
Besos
Hildy
Es imposible que tu cabrees a alguien, incluido Williams. Voy a intentar ver esta otra vez….ese comienzo que no recordaba y ese choque entre lo espiritual y lo carnal me me llevan a por ella de nuevo gracias a ti.
De acuedo en lo que dices de la gata, aunque creo que Brooks lo insinua, y a veces no hace falta mostrar…..un abrazo
… creo que te gustará visionarla de nuevo, querido Victor. Sí, tienes razón que en la película hay alguna pista hacia lo que no se quiso contar (y que efectivamente a veces es mejor intuir que mostrar) pero se vuelven incoherentes ciertas decisiones finales que dulcifican el contenido de la obra en la película (como el famoso embarazo y la más que posible reconciliación). Aun todo esto que estoy diciendo (por comparación texto de la obra-guion de la película), me chifla la película y la disfruto de principio a fin (a lo mejor pronto aparece por aquí).
Besos
Hildy
Querida Hildy,
Me ha encantado tu post sobre esta película que aún no he visto.
Creo que defines inmejorablemente el “universo Tennessee Williams” en esta serie de palabras: “calor, erotismo reprimido o no, personajes femeninos inestables, padres y madres autoritarios, tragedia, personaje muy masculino que desata el drama, angustia, amores desgarrados, turbiedad, sofoco, sordidez, locura…”.
Es asombroso el número de adaptaciones cinematográficas de obras de T.W. que se llevaron a cabo entre los años 50 y principios de los 60, y mediante producciones de serie A con varios de los directores más prestigiosos de la industria, lo que nos da la medida de la aureola de que disfrutaba el dramaturgo sureño en aquella época.
Creo que mis favoritas podrían ser “Dulce pájaro de juventud” de Brooks y “Baby Doll” de Kazan.
Sólo por ver a una actriz tan fantástica (y un tanto olvidada) como Geraldine Page merecería la pena aproximarse a este film.
Besos,
Javier
¡Qué bueno, querido Javier, que vuelvas a pasarte por aquí! Sí, es una gozada ver a Geraldine Page en Verano y humo, que efectivamente un año después mostraría otra vez su capacidad como actriz en «Dulce pájaro de juventud», otra buenísima película. Y, sí, realmente Tennessee reconstruía siempre un universo especial en sus obras. Y sí es asombroso cómo su universo caló durante los años 50 y 60 y cómo el cine no fue ajeno a ello. Sí, Baby Doll es una película compleja, que remueve y que atrae poderosamente. Eli Wallach estaba impresionante…
Quizá Williams supo captar el desencanto, la parte oscura, que no todo era tan bonito y fácil por aquellos años de mensaje del american way of life…
Besos
Hildy