Jane Eyre de Cary Fukunaga

Primero parto de varias confesiones.

Hace muchísimo que no he vuelto a leer Jane Eyre de Charlotte Brönte. No como Cumbres Borrascosas de Emily que he leído más de una vez. Como contaba hace poco en un post me faltaba leer las obras de la tercera hermana en discordia, Anne. Y ya estoy en ello, en estos momentos con La dama de Wildfell Hall.

Hace relativamente poco me dejaron la miniserie de la BBC en 2006, Jane Eyre, con Ruth Wilson y Toby Stephens. Wilson como la institutriz poco agraciada, pobre pero muy inteligente y Stephens como un señor Rochester que oculta un pasado pero absolutamente encantador, divertido, sexual… y sólo unas sombras de tormento.

Totalmente imbuída en el espíritu de las Brönte me dejan también una novela que espera a ser leída cuya premisa es contar la historia de uno de los personajes secundarios más misteriosos y atrayentes de Jane Eyre. La novela se llama Ancho mar de los sargazos de Jean Rhys.

Lo que quiero expresar después de tan amplias confesiones es que estoy totalmente imbuida en el alma Eyre… y fui con ojos desesperados y con muchísimas ganas a ver Jane Eyre de Cary Fukunaga. Y no salí decepcionada. Sólo con mínimos peros…, y sin embargo de nuevo subyugada. Además fui con otra persona que nunca había visto ni leido Jane Eyre y con otra que su novela favorita “de todos los tiempos” es Jane Eyre (mil veces leída y analizada a lo largo de su vida). Y ambas salieron felices. Luego Fukunaga ha logrado revivir de nuevo a Jane Eyre en una nueva versión cinematográfica.

Fukunaga se muestra como director sensible, y nos cuenta una Jane Eyre llena de sensaciones y percepciones. Todo envuelto con una luz especial. Con páramos llenos de niebla. Con grandes mansiones iluminadas a la luz de las velas o con luz natural. Desde la perspectiva de una institruz espiritual y delicada que sin miedo y con una fuerza interior desgarradora trata de encontrar la felicidad entre el misterio, las miserias humanas y los distintos temperamentos. Una Jane Eyre a la que seguimos muchas veces de espaldas y sentimos sin embargo su rico mundo interior y sus anhelos.

Fukunaga nos presenta una historia entre nieblas y terrores que se convierte en una historia de amor que atrapa a sus protagonistas entre lo sensual y lo espiritual. Sensualidad es lo que siente Jane cuando entra en un mundo desconocido hasta ahora por ella…, cuando llega a la mansión de Thornfield, y se encuentra frente a frente con la única persona que la trata de igual a igual y la valora como ser humano: el atormentado señor Rochester.

Jane Eyre, que siempre ha vivido una vida triste, ha contado siempre con una vida interior rica y una fortaleza a prueba de desgracias. Ha logrado crecer sin guardar odios ni rencores. Pero anhelando querer y ser querida… no ser una máquina, aunque no dejarse pisar. Jane Eyre cuida lo único que puede, su personalidad, su inteligencia, sus conocimientos, su mundo interior… Y eso es algo que valora enseguida el señor Rochester… aunque arrastre tormento. Aunque arrastre un pasado que le rompe. Que le hace infeliz. Con Eyre encuentra una salida al final del túnel. Aunque parezca finalmente que sólo es una ilusión. Ambos están a punto de ser felices, de convertirse en un extraño matrimonio…, cuando el pasado irrumpe y rompe toda perspectiva de felicidad común. Una catarsis que supone una metamorfosis para ambos personajes porque sólo rompiéndose quizá logren volver a ser uno.

Fukunaga rompe la narración cronológica para contarnos su propia versión de Jane Eyre con la ayuda de un guión de Moira Buffini. Nos quieren meter desde el principio en el interior de una mujer sensible. Nos muestran una mujer que huye desesperada… y que tiene una historia que contarnos… Así que la película arranca con su huída de Thornfield y su encuentro con los tres hermanos, profundamente religiosos (dos institutrices como ella y un joven con afán de convertirse en misionero) que se convertirán en su nueva familia. Todo lo que vemos es a través de sensaciones y recuerdos de la protagonista. Retazos. Un puzle que tenemos que ir construyendo. Para averiguar qué hace una institutriz corriendo desesperada y enferma por los páramos, casi cayendo en la locura.

Mia Wasikowska y Michael Fassbender se convierten en unos sensuales y espirituales Jane Eyre y señor Rochester. Judi Dench es la señorita Fairfax, ama de llaves, guardiana bondadosa de los secretos de la casa. Y Jamie Bell, es el personaje que más sale perdiendo, no por la interpretación del actor sino por los recortes sufridos de su personalidad… no entendemos sus reacciones porque se sacrifican partes del original que no permiten darle un perfil entendible. Él es John Rivers, ese hombre profundamente religioso que acoge a una Jane Eyre que ha huido. Y esa es la mayor dificultad de la película de Fukunaga, el sacrificio de varios personajes o minimizar sus apariciones de tal manera que complican la comprensión de las reacciones, relaciones y de la historia. Aunque como también es una película de sensaciones y emociones que emanan de la protagonista principal…, puede que ella misma sea la que sacrifique esos personajes, esas percepciones, y la que no quiera dejarnos bien masticado todo lo que ocurre…

Fukunaga sabe contar en imágenes. Ofrece una Jane Eyre con sensibilidad propia…, enfatizada por una hermosa banda sonora de Dario Marienelli. Y pendientes de ver otro trabajo cinematográfico de este realizador que ya sorprendió en el panorama cinematográfico con Sin nombre (película que no he podido ver).

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