Infiltrados (2006) de Martin Scorsese

¡Por fin Hildy se reconcilia con el cine de mafias y policías! Y no podía ser con otro director que Martin Scorsese. Sí, yo soy de esas que opinan que Scorsese es grande e incluso de sus obras menos logradas siempre saco alguna secuencia, personaje o imagen por la que la obra cinematográfica merece la pena (me encanta, digan lo que digan, Gangs in New York). 

Infiltrados incluso tuvo pequeña o grande (según se quiera mirar) polémica entre algunos cinéfilos porque sintieron que era una mera copia más que remake de una película anterior china (Infernal Affairs). Pero no puedo opinar sobre dicha cuestión pues la obra original china no he podido verla. No obstante, ¡¡¡bendito remake!!! 

De todas las películas de este tipo que he comentado anteriormente es la que más redonda me ha parecido (veanse post American Gangster, Promesas del Este o La noche es nuestra) sin bajadas de ritmo y trepidante hasta el final. Aunque puede haber algún personaje que no llegue a cumplir todas las expectativas posibles o alguna solución de guión, quizá, no muy brillante no hacen daño al conjunto final de esta película emocionante (por ejemplo, el personaje de la psicóloga –aunque tiene alguna escena clave donde cumple muy bien su función– o de pronto la aparición de algún hombre-topo-infiltrado inesperado). 

En esta guerra de Infiltrados (bien en la mafia, bien en los cuerpos de policía) todo acaba en muerte y tragedia. No podía ser de otra manera en este lío de personalidades. Como bien dice Jack Nicholson poca diferencia hay entre estar a un lado u otro de la ley. Ambos llevan pistola y emplean la violencia. 

Los personajes están encarnados con credibilidad y maestría por cada uno de los protagonistas. Leonardo DiCaprio se sale y emociona. Es el único personaje, antihéroe desesperado, que se da cuenta de la locura de ambos bandos y que, al final, lo único que quiere es recuperar su identidad y su tranquilidad. Lo quiere y no le dejan. DiCaprio, el niño duro de vida dura, se siente manipulado por unos y por otros y aún consciente de su soledad sólo quiere ser él. DiCaprio es grande (y me niego a colgarle la etiqueta de actor que no está nunca en su lugar). 

Matt Damon realiza personaje complejo con su habitual –y maravillosa para este papel– cara de niño bueno. Policía infiltrado de la mafia, trepa y trepa puestos de poder. Al final lo quiere todo. No para. Ha aprendido toda su vida a traicionar y a no confiar en nadie. Se lo enseñó su mentor, Nicholson, y le sale alumno brillante. Es un cabrón pero da pena. Mucha pena. 

Jack Nicholson recrea a uno de sus malos con una personalidad excesiva. Con esas sonrisas y esos actos que le hacen brillante. En el exceso no es exagerado, crea personaje. Y siempre brutal. Buscando a la rata que se le escapa. Buscando a la rata que no le quite el cetro de rata mayor. Y esa rata puede estar entre los suyos o al otro lado. Da igual. Él lo sabe. 

Los secundarios brillan y tienen sus funciones en el argumento de manera clara. Cada uno tiene su escena estrella. Todos son veteranos: Mark Wahlberg, Alec Baldwin y Martin Sheen. Por desgracia, el único rol femenino importante, el de la psicóloga (interpretado por Vera Farmiga) es el que me parece peor construido. Me gusta la idea de que su vida se cruce, de manera importante, con los dos infiltrados protagonistas pero no me llega a convencer su desarrollo. Sin embargo, Scorsese le regala una escena al personaje que tiene claras reminiscencias con el increíble y maravilloso final del Tercer hombre.  

Algo que me cautiva, y que es precisamente lo que fallaba en casi todas las películas anteriores de este tipo, es que en ningún momento decae el sentido del ritmo y la continuidad de la historia. Muchos cinéfilos vieron un final decepcionante. A mí, sin embargo, me parece que tiene el final que tiene que tener en una historia en que ya no se distingue donde están los límites. Quienes están a un lado o a otro de la línea. Donde las identidades bailan a su gusto, se confunden y vuelven locos a los hombres. Al final, muchos lo que persiguen es el poder, da igual en el lado que estén. El antihéroe DiCaprio lo descubre, asqueado, y al final sólo pide volver a ser él.