Como un torrente (Some come running, 1958) de Vicente Minnelli

A veces un personaje se hace dueño de una película. Y la prostituta enamorada con el nombre de Ginny con los enormes ojos claros de una dulce y joven Shirley MacLaine hace lo propio con Como un torrente. 

“Pero tienes que recordar que soy humana” o “Te quiero pero no te comprendo” son sólo alguna de las frases que hacen de esta golfa vulgar un personaje entrañable. Y la llamo golfa porque es el calificativo más dulce que la dedica otro de los personajes de oro –en una escena que partiría el corazón a cualquier mujer con el corazón de Ginny–, el jugador alcohólico con su gorro de vaquero siempre en la cabeza, Bama (cuando Dean Martin empezaba a demostrar que era algo más que un cantante vividor y cómico). Después nos queda el cínico veterano de guerra, con espíritu de escritor, desencantado antes de tiempo con cara de Sinatra (sí, también demostraba que no sólo era la voz sino también actor dramático). 

Tres personajes maravillosos y trágicos que deambulan en una pequeña localidad de provincias rodeada de apariencias, hipocresías, doble moral y cotilleos. Una localidad irrespirable. La ciudad natal del escritor desencantado que encuentra lo que esperaba, una familia egoísta y falsa –excepto su sobrina–. Estos tres personajes son los únicos transparentes, los que no pierden nada, las ovejas negras que se muestran tal y como son, sin caretas. Sobre todo Ginny, que en su vulgaridad posee una alegría de vivir y una dulzura, una transparencia, que más quisiera cualquiera de las mujeres del lugar. Desde la profesora estirada, fría como el hielo, que se convierte en el amor imposible del escritor desencantado como la secretaria, que no vive como quisiera, en el despacho de su jefe –el hermano egoísta e hipócrita del escritor, con el rostro del siempre estupendo Arthur Kennedy (ningún actor mejor que él para encarna a personaje desagradable, sí, lo siento me parece buen profesional pero con una cara que no me gusta nada). 

Y es que Minnelli al igual que rey de la comedia musical, también entendía como nadie el lenguaje del melodrama. Y a mí esa prostituta, casi analfabeta, me rompe el corazón cada vez que aparece y deseo con toda mi alma que el cínico escritor deje a la estirada y estúpida profesora de literatura y se lance a los brazos de la dulce Ginny. Sólo lo hace al final, por no quedarse solo, porque descubre que nadie le amará igual…, lo hace al final cuando es demasiado tarde. 

De nuevo, un melodrama nos ofrece una escena final brillante y emocionante. Una Ginny feliz, casada de blanco, deseosa de llevar a su amado escritor desencantado a un bar para que sus compañeras vean que se ha convertido en mujer honesta y casada, con reputación (no sabe ella toda la reputación y humanidad que tiene). Una feria de localidad pequeña llena de atracciones, de gente, de alegría, un momento chispeante y vital que oculta el momento más dramático e inesperado. Ni Bama puede evitarlo (a pesar de que ha insultado vilmente a la fulanita que le hacía de reír, y de haber retirado la palabra a su amigo. Sólo es una fachada. Él tiene también corazón sincero aunque a veces equivocado y simple). Ahí vemos a una Ginny feliz con las cosas que más quiere, un bolsito en forma de perro de peluche, un cojín hortera que le regaló el escritor en una noche de borrachera, y al hombre que ama. Pero no tiene ni una oportunidad para ser feliz. 

Esta historia es una adaptación cinematográfica de una novela de James Jones (reconocido por obras que hablan sobre el absurdo de la guerra y que también han sido llevadas al cine como De aquí a la eternidad o La delgada línea roja). Además de un reparto de lujo (viendo como algunos miembros del Rat Pack, la MacLaine incluida, tienen un talento innato para el drama) cuenta con la música de un Leonard Bernstein y con la dirección elegante y siempre sabia de un Vicente Minnelli, cazador de colores y de escenas maravillosas que rebosan arte y emoción. Un pequeño pero…¡¡¡nadie puede creerse que Frank Sinatra quiera pasar el resto de su vida junto a una estirada y aburrida Martha Hyer (hablo de su personaje, claro está) y no corra desde el principio al lado de la vital, dulce y divertida Ginny!!! Él sólo la dedica palabras bonitas, a la dulce golfa, cuando está borracho…, cuando empieza a hacerlo ebrio ya es demasiado tarde.