Diccionario cinematográfico (32)

Mujer fatal: yo quiero ser una mujer fatal y poder decir al amante de turno: “tuvieron que pasar muchos hombres en mi vida para llamarme Shangai Lili”. Quiero una melena pelirroja y larga que de repente haga aparecer mi rostro y me digan que nunca hubo una mujer como Gilda. Ocultar una cara de ángel o una belleza fría pero tener el corazón ardiente y malvado…, que sólo el cielo me juzgue. Me imagino al policía duro, de los de siempre, con cigarro y gabardina que se enamore de mí tan sólo con verme en un cuadro. O llevar a aquéllos que van de fuertes y de seguros por la vida a la perdición más absoluta. Los hombres se volverán tan locos a mi paso que me susurrarán al oído: “Vente conmigo a la Casbah”.Al final, me enternece la mujer fatal que oculta un buen corazón. Y, ahí están los personajes de Gloria Graham que acaban muertas, solas o con la cara quemada. O, alguien olvida en el lejano oeste a la chica del bar, de gran corazón, capaz de hacer saltar por los aires la pasión de los fuertes. O ser una mestiza, como Perla Chávez y ser capaz de morir al lado del mayor de los hijos de puta…, sólo por amor. O tener el rostro de una Verónica Lake cualquiera, una prostituta de lujo cansada de serlo, enamorada del poli más duro. También, me quedo con los personajes de Ida Lupino, la periodista agresiva de Mientras Nueva York Duerme…, que se la puede pillar en horas bajas o ese personaje precioso en El último refugio, la mujer de mala vida, Marie Garson, pero siempre detrás y preocupada del último gangster con cara de Bogart.

Ratatouille

Mis queridos lectores, ayer fuimos tres adultos al cine a ver la historia de la rata Remy, un mini chef con mucha clase, y se nos transformó la cara. Desaparecieron las arrugas y las canas. Volvieron las carcajadas. Creímos por un instante que la vida merece la pena. Que todos podemos conseguir lo que nos propongamos. Que París es la ciudad del amor y la alta cocina. Y sobre todo que las ratillas son simpáticos roedores de ojos enormes y tiernos. Nos dimos cuenta de que un temible crítico puede tener un corazón de oro cuando un sabor y un olor es capaz de hacer regresar un pasado infantil y feliz. Antes de que se encendieran las luces, nos vimos como niños grandes, aplaudiendo sin parar, sin querer que se terminara la historia que nos estaba contando Brad Bird y su equipo de Pixar/Walt Disney Picture envueltos por la elegante música a lo jazz de Michael Giacchinno. 

En Ratatouille no falta ni sobra nada. Buen cine de animación. Bien cine con letras mayúsculas. Una película que te hace viajar, que recupera el gusto por las historias bien contadas, que te hace olvidar donde estás y que engancha con cada uno de sus personajes. La historia es sencilla pero llega a las fibras más íntimas del espectador. Son difíciles de olvidar al mini chef Remy –benditos ojos, benditos gestos, benditos diálogos– y su pandilla de ratas (su hermano, su padre, sus amigos…); el espíritu del gran y orondo cocinero Auguste Gusteau que siempre inspiró a Remy; gran personaje el temible crítico Antón Ego que sólo esperaba que alguien despertara su espíritu más tierno; nos llega al corazón el joven y patoso Linguini o su amada, la temperamental Colette; nos termina enterneciendo el malvado jefe de cocina Skinne. La película nos hace recordar la importancia de los sabores y la buena cocina y de cómo nos puede devolver el pasado. 

Ratatouille (un delicioso plato popular francés con el que queda conquistado para siempre Antón Ego) tiene imágenes para el recuerdo. ¿Cuándo se ha visto París tan hermoso desde los ojos encantadores de Remy?¿Recordamos un beso tan romántico como el de Linguini y Colette?¿Hemos visto una cocina de restaurante de lujo tan efectiva y divertida como cuando un ejército de ratones toma el mando?… 

Chanson d’amour

Si he de ser sincera, me esperaba muchísimo de esta película francesa. Menos mal que estaba el gran Gérard Depardieu dentro de un personaje entrañable –el único desarrollado de toda la historia–; la sonrisa, la mirada y el rostro de Cécile de France –creo que sabremos más de esta actriz– y tres escenas que hacen soportable esta canción de amor. 

Por lo demás, una historia que podría haber dado más de sí, se queda en el tintero. El mayor fallo: el guión –sólo está cuidado el personaje de Depardieu–. Una pena porque me apetecía esta historia de amor atípica. 

Lo rescatable, ese cantante –ya algo cansado– de orquesta para bailes de solteros, solteras, divorciadas, divorciados, de restaurantes que fueron algo, de residencias de ancianos y verbenas. Un Depardieu enorme, entonando con su voz canciones de amor populares, de siempre; un hombre protector y sensible de espíritu hortera pero original. Un hombre de principios, a su manera. Con sus reflejos dorados en un pelo ya cansado. Un hombre que siente que sus mejores tiempos han terminado. Que vive junto a una cabra, con una vieja caja de música, con sus rayos UVA y su bata japonesa y sus tatuajes de antaño. 

Depardieu, como dice una de sus canciones, trata de recuperar continuamente paraísos perdidos. Para él y todos los que le rodean. Como esa joven rubia de sonrisa preciosa, pérdida en sí misma –con problemas que no nos llegan ni a calar ni a importar mucho–. El cantante hortera vuelve a enamorarse, deja de ser una máquina de cantar, y recupera lo que son las canciones de amor. 

Algunas escenas pérdidas contienen cierta belleza: como el baile entre los dos protagonistas, o su paseo por la naturaleza y la zona de volcanes, o la escena casi final, los dos juntos en un café…, y después…, momentos aislados. 

Lástima, porque Xavier Giannoli tenía al personaje y al actor adecuado. Sólo hubiera faltado encajarlo en una historia buena y que llegara al corazón del espectador. Así sólo te quedas a medias.

Sólo el cielo lo sabe (1955) de Douglas Sirk

Luego dicen que los tiempos han cambiado. Nada más falso. Continúan las mismas hipocresías sociales, las mismas dificultades, las mismas ansias de éxito, triunfo, ganas de subir en el escalafón social, cotilleos…, aquí me pongo un poco abuela. No hemos avanzado tanto como creemos.  Tenemos una película americana de los años 50, un melodrama de los de verdad del gran Douglas Sirk con Jane Wyman y Rock Hudson. Un éxito en la época: Sólo el cielo lo sabe. Ahora alguno puede decir que es una película pasada de moda. No lo creo (no tenemos más que apuntar a producciones más contemporáneas como Odette, Mamá, hay un hombre blanco en tu cama, Pretty Woman, Lejos del cielo, Las horas…, etcétera)… 

Hagamos un breve resumen: viuda volcada en sus dos hijos, una chica de 16 y un chico de 20 (no sé cual de los dos me parece más insoportable –quizá es el mayor fallo de la película porque os digo la verdad estoy en contra de cualquier tipo de violencia pero un par de tortas a estos dos individuos…–), todavía atractiva, con el corazón dormido…, vive en una pequeña ciudad americana de los años 50. Tiene alguna que otra amiga para tomar el té, de vez en cuando sale a un club selecto de gente insoportable y ve como su vida pasa. Todos estos motivos hacen que sea una mujer muerta en vida. Por una pequeña casualidad cotidiana pone su atención en su atractivo jardinero. Un hombre fuerte, viril… y libre con cara de Rock Hudson. Y voilá…, tenemos una gran historia. Mujer burguesa y aburrida con vida solucionada pero en la más absoluta soledad se encuentra con hombre de otros ideales y con otro modo de vida más joven que ella dispuesto a ofrecerle un cambio en su existencia más pleno, más real, más vital…,¿los obstáculos? Los otros, la comunidad que la rodea, las gentes más aburridas que ellas, las diferencias sociales, el modelo de vida aceptada y establecida… Menos mal que el jardinero fiel (no lo confundamos con el del brasileño Meirelles) siempre espera.   

Douglas Sirk ofrece como nadie una historia de amor con colores extremos y música envolvente. Como siempre plasma la radiografía femenina del personaje de Jane Wyman con una elegancia y una sutilidad delicada. ¿Cuándo se ha visto la televisión como reflejo de una vida gris y solitaria? Escena impresionante: los hijos regalan a la madre una caja tonta para que pase en soledad el resto de su vida. Wyman se refleja en la pantalla y vuelve a sentir que eso no es lo que quiere. Y el cine es magia. Esta película lo demuestra. Una pareja imposible, funciona y tiene química. Jane Wyman (como mujer madura con su extraño rostro –nunca diría que bello pero si común e identificable– se transformó en varias películas en un montón de mujeres de los años 50. Ahí residía el secreto de su éxito), ve como su vida puede ser diferente al lado de un fuerte, guapo, viril Rock Hudson que le enseña otro modelo de vida posible. Su jardinero muestra a un hombre con las ideas claras, muy seguro de sí mismo y con muchas ganas de vivir y disfrutar de las decisiones tomadas. ¿Alguien da más?

Hildy ha vuelto de México Lindo

¡¡¡Estoy aquí de nuevo con los ojos semicerrados pero con mucha energía positiva recibida en la pirámide del sol de Teotihuacan!!! Hildy vuelve enamorada de México pero sedienta de cine y de escribir de nuevo.  Hace apenas unas horas que he bajado del avión y quería escribir sobre colores, olores, sabores, paisajes, gentes…, queda mucho por recorrer. Queda mucho por vivir. Me apetece regresar. Por supuesto, en mi viaje recordé mucho cine. Por ahí, surgió Emiliano Zapata, Pancho Villa (Viva Zapata de Elia Kazan)…, más allá los buenos de Diego y Frida (Frida o la maravillosa Abajo el telón), tampoco olvidé a Ambrose Bierce (Gringo Viejo) o acá aparecía John Reed (Rojos). 

En un momento me sentí una solitaria Maxime en La noche de la Iguana. En una cabaña, en enormes playas, viendo amaneceres o lluvias torrenciales. Siempre descalza. ¡Qué más da!

Me he sentido tan mimada…, y he disfrutado tanto de la comida y los sabores que me creía volar entre las recetas de Como agua para chocolate. 

Durante unos quince días he volado y visitado un montón de lugares. Y he estado desconectada del mundo –cómo necesitaba esa sensación–. No he usado ni celulares, ni internet, ni teléfonos… ahhhh, que padre (como se diría por esas tierras). En compañía de gente querida y conociendo a otras personas entrañables. Ya estoy de vuelta y la vorágine comienza (esto también tiene su encanto)…, volveré de nuevo a conectarme vía blog. Mucho cine para todos…, porque ya saben que con dinero o sin dinero que bueno es hacer lo que cada uno quiere de veras. Si nos dejan…