Mis queridos lectores, ayer fuimos tres adultos al cine a ver la historia de la rata Remy, un mini chef con mucha clase, y se nos transformó la cara. Desaparecieron las arrugas y las canas. Volvieron las carcajadas. Creímos por un instante que la vida merece la pena. Que todos podemos conseguir lo que nos propongamos. Que París es la ciudad del amor y la alta cocina. Y sobre todo que las ratillas son simpáticos roedores de ojos enormes y tiernos. Nos dimos cuenta de que un temible crítico puede tener un corazón de oro cuando un sabor y un olor es capaz de hacer regresar un pasado infantil y feliz. Antes de que se encendieran las luces, nos vimos como niños grandes, aplaudiendo sin parar, sin querer que se terminara la historia que nos estaba contando Brad Bird y su equipo de Pixar/Walt Disney Picture envueltos por la elegante música a lo jazz de Michael Giacchinno.
En Ratatouille no falta ni sobra nada. Buen cine de animación. Bien cine con letras mayúsculas. Una película que te hace viajar, que recupera el gusto por las historias bien contadas, que te hace olvidar donde estás y que engancha con cada uno de sus personajes. La historia es sencilla pero llega a las fibras más íntimas del espectador. Son difíciles de olvidar al mini chef Remy –benditos ojos, benditos gestos, benditos diálogos– y su pandilla de ratas (su hermano, su padre, sus amigos…); el espíritu del gran y orondo cocinero Auguste Gusteau que siempre inspiró a Remy; gran personaje el temible crítico Antón Ego que sólo esperaba que alguien despertara su espíritu más tierno; nos llega al corazón el joven y patoso Linguini o su amada, la temperamental Colette; nos termina enterneciendo el malvado jefe de cocina Skinne. La película nos hace recordar la importancia de los sabores y la buena cocina y de cómo nos puede devolver el pasado.
Ratatouille (un delicioso plato popular francés con el que queda conquistado para siempre Antón Ego) tiene imágenes para el recuerdo. ¿Cuándo se ha visto París tan hermoso desde los ojos encantadores de Remy?¿Recordamos un beso tan romántico como el de Linguini y Colette?¿Hemos visto una cocina de restaurante de lujo tan efectiva y divertida como cuando un ejército de ratones toma el mando?…