La balada de Cable Hogue (The Ballad of Cable Hogue, 1970) de Sam Peckinpah

La balada de Cable Hogue

Balada, según el diccionario de la Real Academia Española, tiene las siguientes acepciones. Por una parte, “canción de ritmo lento y de carácter popular, cuyo asunto es generalmente amoroso” y, por otra, “composición poética, de origen nórdico, en la que se narran con sencillez y melancolía sucesos legendarios o tradicionales”. Sam Peckinpah convierte una balada en película: canta en imágenes un asunto amoroso, con ritmo pausado, protagonizado por un perdedor, un hombre siempre al margen, y una prostituta con sueños de llegar a señora respetada en una gran ciudad. Y es una historia narrada con sencillez y melancolía dentro de la leyenda que ha construido el cine y un género sobre el lejano Oeste.

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Compañeros mortales (The Deadly Companions, 1961) de Sam Peckinpah

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Compañeros mortales es el primer largometraje de Sam Peckinpah. Y como todos los primeros largometrajes esconde ya claves para reconocer a su director en su obra cinematográfica posterior. Y es bastante normal que empezara con el western, pues sus primeros trabajos televisivos iban orientados hacia este género. Precisamente Brian Keith, el actor principal de una de las series de televisión donde había trabajado como director, The Westerner, recomendó a Sam como director de esta película. Y también en este rodaje comenzó la lucha de Peckinpah contra los productores, o hacia aquellos que consideraba frenaban su espíritu creativo. En su primera película ya aparece una violencia, de momento contenida, que iría estallando a lo largo de su filmografía. Así como un tono crepuscular y desencantado… con la construcción de una historia de amor de dos personajes al margen. Personajes tan queridos por el director, que vivió en sus entrañas el desarraigo, autodestruyéndose poco a poco con el alcohol y las drogas.

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Los siete magníficos (The magnificent seven, 1960) de John Sturges… en siete momentos y una propina

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Un western con gotas de crepúsculo que sigue el destino de siete perdedores en una aldea de humildes campesinos mexicanos aterrorizados por un bandolero y sus hombres. Aventura y melancolía con una pizca de romanticismo por la pérdida y desaparición en el salvaje Oeste de la figura del forajido. De los centauros sin hogar que encuentran todavía menos su lugar mientras avanza “la civilización” que marca un mapa que antes era inexistente. La muerte ronda por un original remake de la película japonesa Los siete samuráis de Akira Kurowasa… desde la misma presentación de Yul Brynner y Steve Mcqueen que se conocen llevando un carro fúnebre con un indio, al que nadie se atreve a enterrar, hasta el cementerio… Emoción, ritmo y mucho entretenimiento de la mano de un creador artesano como John Sturges.

El chiste de Steve Mcqueen

A los siete magníficos les cuesta más hablar que expresarse por signos. Pero siempre hay alguno con más labia que otros. Y ahí está Steve Mcqueen, que siempre echa de menos la compañía de una mujer, que nunca siente ganas de asentarse aunque le vienen golpes de raíces, que también le gusta expresarse por gestos y sonrisas irónicas… y en distintos momentos le encanta ilustrar su situación con un chiste…

… Y curiosamente uno de ellos es similar al chiste que sirve de leitmotiv para El odio de Mathieu Kassovitz. Un chiste que expresa perfectamente la vida de estos siete forajidos…

Y dice Steve Mcqueen: “Me recuerda a un tipo de mi tierra que se cayó de una casa de diez pisos. Mientras iba cayendo la gente de cada planta le oía decir: ¡Por ahora, bien! ¡Por ahora, bien”. Faltaría sin duda añadir la coletilla de El odio: “Lo importante no es la caída, sino el aterrizaje”.

Charles Bronson y los niños

El más duro entre los duros, el forajido, el mercenario que trabaja por altas sumas en horas bajas… encuentra un lugar donde morir y ser recordado. Se convierte en el héroe adorado de tres niños mexicanos que sienten el mismo amor y la misma adoración que aquel niño rubio, hijo de granjeros, por Shane… Solo que ellos realizan una promesa… su tumba siempre tendrá flores mientras ellos vivan. De paso Bernardo, el personaje de Bronson, que encuentra una manera de expresar su ternura y sensibilidad oculta, les hace admirar también a sus padres, supervivientes en el día a día y siempre asumiendo responsabilidades…

El tesoro

El bromista, el que va por el oro, el que no se puede creer que vayan tan solo a defender a los campesinos por casa, comida y 20 dólares. Él (Brad Dexter), grandullón, cree que hay algo más: un tesoro. Oro, plata, joyas… ocultas. Al final esconde fidelidad y nobleza hacia los suyos y convive, se relaciona y se ríe con aquellos a los que defiende… por el interés. Y se ilusiona como un niño… cuando el divino calvo, su amigo, le da la razón… Están ahí por un tesoro. Puede cerrar los ojos feliz…

La navaja de James Coburn

El silencioso, largo y espigado, de andar cansino. Independiente, no soporta las órdenes. Que le dejen a su aire. Tranquilo. Y así hasta el final. Solo y en silencio. Siempre en compañía de su navaja, su firma, y su pistola. Nunca le tiembla la mano. Se lanza a la muerte… pero deja su navaja clavada en una piedra. No quiere desaparecer del todo…

El magnífico campesino

Érase una vez un joven campesino (Horst Buchholz) que quiere convertirse en pistolero y aventurero. Su vitalidad y ganas de salir del hoyo le juega malas pasadas… pero tanta transparencia y verborrea atrae a los demás magníficos. Aunque se lo hacen pasar mal hasta que se convierte en uno más…, sus nuevos compañeros de viaje quieren demostrarle que la vida del forajido no es para nada envidiable. El joven campesino está destinado a echar raíces…

El miedo

… El miedo se ha vuelto su compañero de viaje (Robert Vaughn). Él es el más complejo y extraño. Huye incluso de sí mismo. Agotado de ser siempre perseguido. De tener la sensación de estar en el infierno a todas horas. Se mantiene distante, con la compañía de las pesadillas y el alcohol. Los campesinos le dicen que le comprenden, ellos tienen miedo cada día. Cada día se sienten en la cuerda floja como él. Aprovecha la oportunidad de dejar de huir…

El divino calvo de negro

Todo de negro y divino calvo (Yul Brynner). Emplea las palabras justas y su compañero es el silencio. Cuando da su palabra… no hay marcha atrás. Reúne al grupo. Todos se sienten seguros bajo su mirada de hombre forajido pero siempre honesto. Tiene presencia en cada paso que da. Es imposible que pase desapercibido y nunca el peligro le hace que renuncie de un buen puro…

Un malvado con rostro de Eli Wallach

El malo, malísimo (Calvera)… no es más que un forajido más. Desde su presentación Eli Wallach hace gala de su carisma… Provoca terror pero nunca le abandona un oscuro sentido del humor de aquel que disfruta dando miedo porque se sabe invencible y dueño y señor del lugar. Según explica quiere seguir aterrorizando a la aldea que le proporciona alimentos y sustento sin tener ni problemas ni conflictos. Pero le tocan las narices y reacciona, no quiere que toquen su territorio. Pero termina cerrando los ojos con la incertidumbre en la mirada: por qué van hasta el culo del mundo siete hombres a joderle la vida…

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

Pat Garrett y Billy El Niño (Pat Garrett y Billy The Kid, 1973) de Sam Peckinpah

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Allá por el año 1970 Michael Ondaatje escribió un pequeño libro titulado Las obras completas de Billy el Niño… En el libro mezcla fotografía, testimonios, poemas, entrevistas para construir una peculiar biografía de Billy y todos aquellos que formaron parte de su vida, sobre todo Pat Garrett. Michael Ondaatje rememora y cuenta muchas anécdotas presentando un Oeste violento y duro carente de la mitología cinematográfica en los años de oro del género. Es una obra innovadora y libre, poética. Mucho de lo que narra Ondaatje… quedaría reflejado en Pat Garrett y Billy El Niño de Sam Peckinpah… y también el espíritu de esta pequeña obra. No tengo ni idea de si Peckinpah había leído a Ondaatje o si éste vio la película… pero eran los años setenta y atrapan ambos la poética del desencanto. El camino crepuscular…, el quitar atributos a los ‘héroes’ legendarios del Oeste pero crear otra mitología del hombre forajido y libre de triste destino porque su lucha contra el sistema es vana. De las amistades rotas… De los perdedores que terminan sacrificados…

Pat Garrett y Billy El Niño alcanza sus cotas más altas de belleza en una escena que empieza con la violencia más desgarrada, a cámara lenta y sangre a borbotones, y termina con una mirada de amor tierna y dolorosa. Todo ha terminado. Pero contemplo las nubes que se reflejan en el agua… Perdedores, violencia, un tiroteo a muerte y una belleza deslumbrante. De fondo Knockin’ on Heaven’s Door de Bob Dylan. Esta escena es protagonizada por unos secundarios… personajes arrastrados por el enfrentamiento de dos que fueron amigos pero ahora andan en bandos distintos (por ver la vida de diferente manera: uno piensa en el futuro, el otro solo vive el presente). Ella es Katy Jurado, él es Slim Pickens…

Y es que Pat Garrett y Billy El Niño, como la obra literaria de Michael Ondaatje, es contada a base de desgarrones, dolores y golpes… Puede que toda la película sea las visiones de un moribundo Pat Garrett. O que un testigo de la historia, Alias (Bob Dylan), dejara de ser un simple observador silencioso de la historia para convertirse en bardo. Sam Peckinpah cuenta una historia cuarteada, descuartizada como las gallinas a las que disparan, para divertirse, al principio de la película y mostrar su puntería… Todos los personajes desde Billy hasta Pat… terminarán con sus miembros descuartizados, una muerte sin épica, veloz, violenta, rápida, sin posible reacción. El disparo es brutal y el peor el del estómago…

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El Oeste presentado es brutal, sin concesiones. Los que eran forajidos portan una estrella y se convierten en ley por los poderosos. Y así siguen a otros forajidos que prefieren seguir fuera del sistema. Se matan entre ellos y todos en la mirada saben de traiciones y disparos por la espalda, sin tiempo de heroicidades. Brutal en todos los sentidos. Pero a veces quedan resquicios de momentos de amistad y placer. Traicionar esas amistades, rompe a algunos. Billy se queda con la poesía y la coherencia, él dice que no matará a Pat porque es su amigo. Él es bestia por naturaleza, forajido sin ley, libre sin ataduras… A Pat le queda la melancolía y el grito de haber disparado al amigo fiel. Quería vida tranquila, futuro asegurado, ser un rico jubilado… Pero se convierte en hombre con alma fracturada.

Mujeres por el camino, algunas solo para el placer, otras luchan junto al compañero (unas se cansan de esta vida y otras les ven morir). Las mujeres en el cine de Sam Peckinpah no salen muy bien paradas, no estaría mal un análisis de las féminas en sus películas (me faltan bastantes de su filmografía para realizar un debate intenso y bien argumentado). Menos mal que aquí está Katy Jurado. Algunas son fuente de placer (las prostitutas suelen estar presentes), otras de problemas. Unas son solo víctimas, otras solo arpías. Muchas veces rompen el corazón. Otras solo inocencia y ternura, en silencio, reposo sumiso de un Bill a punto de fallecer. Rara es una Jurado que sea compañera, luchadora, fiel, dura y dulce a la vez… aunque solo salga unos minutos.

… Y dos actores carismáticos con unas voces que describen a sus personajes (imprescindible escucharla en versión original)… James Coburn y Kris Kristofferson. La complejidad de Coburn, que va fragmentándose y rompiéndose con cada muerte hasta fracturarse con la muerte del amigo… y disparar contra su propia imagen en un espejo que se quiebra; se enfrenta a un Kristofferson de mirada profunda y sonrisa perenne que lleva en el rostro su final trágico.

La música de Bob Dylan ayuda a su contemplación y a las ganas de llorar que te provoca una película tan dolorosamente hermosa y fracturada…

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