Dos libros de cine. Los ojos de Greta Garbo de Manuel Puig (Ediciones Alfabia, 2017) /Méliès, vv. aa. (Libros del innombrable, 2017)

Los ojos de Greta Garbo de Manuel Puig

Hay casualidades que unen el destino de dos personas. Un niño de la Pampa, enamorado de las imágenes soñadas que se proyectaban en la pantalla del cine de su aldea, adoraba a Greta Garbo, a la diva de las divas cinematográficas. Y ese niño murió ya siendo un hombre joven en el año 1990, el mismo año en el que su diva también falleció. También durante ese año, ese niño que se había convertido en escritor entregó, a la revista italiana de moda y actualidades Chorus, varios relatos breves y muy cinéfilos para la sección sobre vídeos. Manuel Puig dominaba el italiano porque a finales de los cincuenta viajó a Roma, pues había conseguido una beca para estudiar en el Centro Sperimentale di Cinematografia. Y esos relatos (siete en total) y dos breves ensayos cinematográficos es lo que un lector se encuentra en Los ojos de Greta Garbo, junto a una galería de fotografías de la colección privada de Puig sobre dicha actriz.

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George Méliès. La magia del cine

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Cuando hay conocimiento pero también pasión y cariño de por medio ocurre que de pronto un ciudadano puede entrar en un mundo mágico donde la ilusión y la fantasia son los ingredientes principales. Y eso ocurre con la magnífica exposición Georges Méliès. La magia del cine y es que es un lujo cuando una muestra está tan bien hecha y cuidada. Hildy Johnson entró a las 10.00 de la mañana y no salió hasta la 13.30…

Y es que el viaje merece la pena… porque se aterriza en el universo de Méliès (1861-1938). Y no se quiere salir de él. Así la imagen icónica de esa luna cuyo ojo es atravesado por una nave espacial simboliza cómo el realizador-creador (y mil cosas más) se dio cuenta de que el cine era algo más que imágenes en movimiento. El cine podía plasmar lo imposible. Todos los sueños se reflejarían en la pantalla blanca. Y así en ese estudio acristalado (desgraciadamente desaparecido), Méliès dio rienda suelta a la imaginación. Y se podía ir a la luna o al fondo de los mares. Y surgían demonios, bailarinas que salían de linternas mágicas, magos que hacían desaparecer a damas, una luna que era seducida por el sol, cabezas que se volvían gigantes y estallaban, fantasmas, muertos vivientes, magos, monstruos, bellas mujeres sentadas en estrellas…

Además no sólo disfruta el cinéfilo sino también el curioso porque Méliès era una especie de Leonardo Da Vinci que protagonizó una vida de película. Así era capaz de realizar todo tipo de dibujos para atrapar todo lo que producía su mente. Se convirtió en un buen mago y arrendó el mítico teatro de Robert Houdin. Allí aprendió a ser director de teatro, actor, decorador, técnico… Después descubrió las primeras proyecciones de los hermanos Lumière y se enamoró de esa nueva forma de expresión… y entonces fascinado se convirtió en realizador, productor, actor, director artístico y de efectos especiales y distribuidor… A principios de siglo tenía casi un imperio de sueños. Pero en la década siguiente todo se fue desinflando hasta que terminó arruinado y en olvido como vendedor de juguetes en el vestíbulo de la estación de tren de Montparnasse en París.

Y es que ahora mismo Méliès no es un gran desconocido sino que todavía es reciente el fenómeno editorial de La invención de Hugo Cabret, un cuento ilustrado de Brian Selznick, que fue llevado al cine en 2011 por Martin Scorsese que realizó un sentido homenaje al cine. Y el centro del libro y la película es George Méliès. Así el realizador es un rostro reconocible. Cercano. Un rostro que despierta curiosidad…

Cada sala, exquisitamente cuidada, muestra un aspecto del universo de este creador que vio en el cine la posibilidad de lo fantástico. Así indagamos en todas sus influencias y damos un paseo interesantísimo por el pre-cine. Los espectáculos de magia se mezclan con las sombras chinas o las linternas mágicas y otros aparatos, antes del proyector, que atrapaban el movimiento. En un espacio nos encontramos con el fascinante mundo de las fantasmagorías y en otro descubrimos esas primeras imágenes que proyectaron los Lumiére. Más allá nos enfrentamos con el escenario del teatro Houdin y sus carteles o con todos aquellos artilugios que hacían posible fenómenos donde la lógica no tenía sitio.

Después cuando Méliès ya tiene todo su arsenal de imaginación y fantasia y dispone de una cámara de cine se despliega su mundo en la pantalla blanca y entonces el visitante se convierte en ‘espectador’ de sus obras cinematográficas y monta en la nave que le hará llegar a la luna. Así en un viaje increíble irá pasando pantalla por pantalla a mundos inimaginables. Porque si algo destaca en el universo de este realizador es que no hay sitio para la lógica o la coherencia y sí para la sinrazón y los fenómenos extraños.

De alguna manera el visitante se convierte en un viajero de sueños de celuloide que no quiere abandonar la nave y que espera llegar a esa luna imaginada… que sobrevive en su subsconsciente.

Nota: la exposición ha sido organizada por la Obra Social ”la Caixa” en colaboración con La Cinémathèque française y se puede visitar en Caixaforum Madrid (Paseo del Prado, 36) hasta el 8 de diciembre… Es una buena disculpa para una escapada. Está abierta todos los días de 10.00 a 20.00 horas y la entrada al recinto es de 4 euros.

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