The grandmaster (Yut doi jung si, 2013) de Wong Kar Wai

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¿Qué fue lo que me hizo entrar a la sala de cine a ver The grandmaster? Leer en una revista de cine (Caimán. Cuadernos de cine, enero 2014) que en su banda sonora se escuchaba el Tema de Deborah de Ennio Morricone de la película Érase una vez en América de Sergio Leone. Sí, únicamente. No sabía con qué iba a encontrarme. No soy seguidora de la larga tradición que existe de cine de artes marciales… soy una auténtica ignorante en ese terreno. Y tampoco conozco bien los acontecimientos históricos que se reflejan. A Wong Kar Wai tan solo le conocía por dos de sus películas Deseando amar y My Blueberry nights pero ninguna de las dos las tengo suficientemente frescas en la memoria pues tan sólo las he visto una vez. De Deseando amar hay tanto escrito, tanta buena literatura y análisis crítico, que finalmente parece como si Wong Kar Wai no pudiera superar lo realizado en aquella película… Así que entraba con un sentimiento de sorpresa, ¿qué iba a encontrarme? Y con unas ganas enormes de volver a escuchar e identificar uno de los temas musicales que más me gustan.

… Salí de la sala de cine totalmente conquistada y emocionada con The grandmaster… Una obra bellísima no sólo visualmente sino también en la forma de contar esta historia (curiosamente su montaje-montajes ha sido lo que ha levantado sus mayores críticas negativas… y una de las cosas que a mí sin embargo me ha atraído como espectadora) y con un personaje femenino poderoso. Son muchas las sensaciones y emociones que fui viviendo durante su proyección. Mi obnubilación iba en crescendo hasta llegar a una de las declaraciones de amor más hermosas que he visto últimamente con una música que estaba a punto de hacerme llorar para a continuación empezar a sonar el Tema de Deborah… entonces ya mi clímax emocional no podía ir a más…

The grandmaster no es sólo una película de artes marciales e historia sino que está contada como si de un poema visual se tratase dejando al descubierto lo que Wong Kar Wai nos cuenta en realidad: un amor imposible.

Pero es que la película también es un festín para los amantes de artes marciales y la filosofía del kung fu (dos palabras, horizontal y vertical). Los combates son coreografías puras y de una belleza trágica, a pesar de la violencia. El combate entre los dos amantes imposibles o la lucha al lado de un tren que va pasando a gran velocidad… Siempre digo que mirar los créditos de una película supone información valiosa porque te quedas con un nombre y después puedes buscar cuál es su papel en la película. Y uno de esos nombres es Yuen Wo Ping… que es quien ha diseñado las escenas de acción, un coreógrafo. Los amantes del cine de artes marciales unen su nombre no sólo a Jackie Chan sino a sus trabajos recientes en películas como Tigre y Dragón o Kill Bill. Sin conocer el cine de artes marciales, yo me veía disfrutando de cada una de las coreografías de The grandmaster.

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Y es que el gran maestro que alude el título no es sólo Ip Man, conocido por lo visto por haber sido el maestro de Bruce Lee, sino que se refiere a una galería de maestros especialistas en una escuela o estilo de arte marcial que tienen su protagonismo e historia en la película de Wong Kar Wai. Porque de The grandmaster es una película coral. Y los que más destacan son la hermosísima Gong Er (Ziyi Zhang) para mí el mejor personaje —el más rico y complejo—, su enamorado imposible, Ip Man (Tony Leung); el antagonista de ambos, Ma San (Zhang Jin); y por último el misterioso personaje de El Navaja (Chang Chen). Pero hay muchos más maestros porque el kung fu es tradición y ahí está el viejo maestro que desencadena el conflicto, el padre de Gong Er. Así a través de estas escuelas y estilos se habla de la división entre norte y sur o de cómo afectó la guerra china-japonesa que se inició durante la década de los treinta… y el destino de muchos exiliados en Hong Kong ya en los años cincuenta…

La estructura de la película va hacia delante y hacia atrás, de un escenario a otro. De pronto un personaje es el protagonista y en el siguiente segmento desaparece. Wong Kar Wai va dejando versos visuales, un botón de un abrigo, una gota de agua manchada de sangre, un primer plano de un rostro del que cae una lágrima, un mechón de pelo que se quema, otro rostro que sonríe tras fumar opio (homenaje a Sergio Leone)… intertítulos no sólo informando del año y lugar donde transcurre la trama, sino palabras de amor o descripción del destino de algunos personajes. Kar Wai juega con las composiciones y con los colores que invaden cada momento. Así es capaz de en breves versos visuales contarnos el matrimonio de Ip Man… con una luz de una lámpara de gas que se enciende y se apaga, o unos pendientes verdes. Cada momento histórico se ilustra con una fotografía determinada de sus personajes…

The grandmaster cuida cada espacio sea exterior o interior así como las vestimentas y complementos de cada uno de sus personajes. El pelo negro recogido de Gong Er con una flor blanca, el sombrero de Ip Man, el barroquismo preciosista del burdel, la majestuosidad de un paisaje nevado, las callejuelas de Hong Kong con los carteles de las escuelas…

No pude retirar ni un instante los ojos de la pantalla y además descubrí (en esa triste declaración de amor de una mujer agotada) gracias a un artículo de Juanma Ruiz (de nuevo en Caimán) otra banda sonora de Morricone hermosa, La donna romantica de una película italiana de los años sesenta.

El director chino ofrece un retrato sobre el paso tiempo (como Sergio Leone hiciera en Érase una vez en América… Kar Wai se inspira en su forma de contar esta historia en el director italiano), los amores imposibles, las causas perdidas, las decisiones tomadas, el peso de la Historia con mayúscula en la vida de los individuos y visualiza el sentir de sus personajes. Describe la existencia de alguien de una forma tan hermosa como le hace pronunciar a Ip Man y su voz en off: hasta los cuarenta años mi vida fue primavera, después llegó el invierno…

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Atracón de películas durante las fiestas

Estos días he tenido ocasión para ver aquellas que no vi y otras que están en cartelera. Propuestas variadas y diferentes. De distintas nacionalidades y temáticas. Y todas con algo que destacar. Incluso empecé el año, en compañía, con atracón de películas…

Gente en sitios de Juan Cavestany

… Un tapiz de personajes y situaciones que mezcla el humor absurdo, la tragicomedia, lo fantástico o lo más real… que pinta un país desorientado. Juan Cavestany presenta una buena propuesta: una especie de libro audiovisual con relatos cinematográficos. Algunos de cosecha propia, otros… adaptaciones de determinados relatos literarios; otros, reflexiones y un reparto coral con una lista interminable de buenos actores y actrices españoles. Como en todo libro de relatos, en estos relatos filmicos hay unos que funcionan mejor y otros peor… pero el conjunto merece la pena pues es un reflejo de nuestro país. Un reflejo contemporáneo y crítico.

El mundo es nuestro de Alfonso Sánchez

Otra propuesta de cine patrio. Un cine que busca otras maneras de salir adelante tanto en la producción como en la distribuición. El mundo es nuestro transcurre en Sevilla y con un humor muy nuestro. Mezclando la reflexión social y política y un humor con ecos lejanos de un Berlanga o un Azcona presenta otra radiografía de un país en crisis y unos ciudadanos cansados e indignados ante la corrupción. Así El mundo es nuestro es una película sencilla (pero efectiva) de personajes (los personajes protagonistas ya eran conocidos por muchos en una serie en Internet) y situaciones que te hacen reír pero también reflexionar. Dos macarrillas disfrazados de nazarenos atracan una sucursal de banco (en ese momento están varios clientes y los empleados) en una calle sevillana… en ese mismo instante entra también un empresario arruinado y con una situación desesperada cargado de explosivos y dice que volará todo por los aires si no va la televisión para que pueda contar su situación. Esperpento, vodévil, muchas risas y humor… cargado de crítica política y social…

12 años de esclavitud de Steve McQueen

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Durante el 2013 se ha tratado en el cine el tema de la esclavitud desde tres miradas muy diferentes: la de Tarantino y Django desencadenado, la de Lee Daniels y El mayordomo y la que nos ocupa. Cada una ha dejado sus reflexiones y su huella. McQueen toma un libro como fuente, unas memorias sobre un hombre negro libre (Solomon Northup) que fue secuestrado y vendido como esclavo. Su pesadilla duró 12 años. La diferencia con muchas víctimas —que no sabían ni leer ni escribir— es que él pudo contarlo, escribirlo y denunciarlo.

No sólo es el punto de vista: un hombre libre que sufre, de pronto, la esclavitud y tiene que sobrevivir y a la vez tratar de volver a su estado anterior… sino también la fuerza visual que imprime McQueen a la película y el alucinante uso que hace del sonido y de la música (sobre todo de las canciones). McQueen acierta tanto con la estructura de la historia, como con el empleo de imágenes que se quedan en la retina (ese hombre colgado con una soga en un árbol, tocando de puntillas el suelo, y en el fondo los demás compañeros de faena iniciando su vida cotidiana… como si fuera invisible o más bien con un espíritu de derrota, de no es posible hacer nada). Pero también es impresionante la composición de personajes. Así es increíble tanto la interpretación del protagonista, Chiwetel Ejiofor (recuerdo lo que me impresionó hace años en Negocios ocultos de Stephen Frears) o el papel de propietario y esclavista desequilibrado con el rostro del actor fetiche de McQueen, Michael Fassbender (lo reconozco, me gusta cada vez más).

La gran belleza de Paolo Sorrentino

El escritor Jep Gambardella (espectacular e hipnótico Toni Servillo) nos recuerda a un Marcello Rubini (Marcello Mastroianni, sin adjetivos) que se ha hecho mayor y sigue, sin embargo, pululando por la noche romana consciente de su propia decadencia y desgaste como de la de todos los que le rodean. La gran belleza es una dolce vita del siglo XXI. Aun así, él sigue buscando aquello que le haga de nuevo escribir una segunda novela, la gran belleza. Mientras, es un periodista cínico capaz de burlarse de sí mismo o de artistas que realizan perfomances a lo Marina Abramovic o de abrir los ojos (sin piedad y con crueldad) de una amiga que se tilda rebelde, o de charlar con una monja tremendamente anciana… Es cruel y tierno. Despreciable y triste. Interesante y frívolo. Divertido y patético. Sabio y estúpido. Playboy y romántico… Jep se siente cada vez más mayor y desencantado pero no puede a la vez dejar la noche… Roma le atrapa. Una Roma nocturna llena de personajes singulares… Y Sorrentino atrapa a los espectadores con una fuerza visual hipnótica y una música que envuelve. Y logra captar la gran belleza, esa que convive también con lo sórdido, con lo decadente, con la nada…

La noche más oscura de Kathryn Bigelow

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Mucho había leido sobre ella y mucho me apetecía. La trayectoria de Bigelow la he ido siguiendo y es cierto que domina los recursos para saber contar una historia cinematográficamente y contarla muy bien. Además no cuenta ni historias ni situaciones fáciles. Su cine plantea un mundo complejo, contradictorio, violento, complicado… sus películas no son planas sino que pone sobre la mesa temas difíciles. Y un punto de vista incómodo. Su mirada exige que el espectador vea, reflexione, interprete, se posicione… por eso genera debate, controversia, discusiones apasionadas…

Kathryn Bigelow, como si fuese una periodista de investigación, ofrece el reportaje sobre cómo durante diez años la CIA (y pone la mirada en la fría agente Maya) trató de dar ‘caza’ (y éste es el sustantivo que hay que emplear) a Bin Laden y cómo finalmente a las 00.30 del 2 de mayo de 2011, un grupo de marines entró a la residencia de Bin Laden en Pakistán matándole… sin derecho alguno a réplica. Proporciona el relato visual de lo que observaban Obama y compañía en esa foto que dio la vuelta al mundo… Lo que cuenta y cómo lo cuenta no es un relato cómodo y contiene lecturas escalofriantes… al igual que toda la investigación durante años de la CIA y sus relaciones con las distintas administraciones en el poder. Nada es blanco, ni negro… ni siquiera gris. La mirada de Bigelow no es amable.  

La cabaña en el bosque de Drew Goddard

Hay películas que proponen un juego fílmico… y La cabaña en el bosque es una de esas películas. Se disfruta mucho más si se tienen varias nociones, claves y reglas del género cine de terror. Porque lo que propone Goddard es una vuelta de tuerca a las películas de grupo de jóvenes adolescentes que van a una cabaña aislada… e implica al espectador y trata de dar una explicación muy especial a la necesidad del ser humano de experimentar miedo, de ver en pantalla monstruos horribles y muertes violentas… Para disfrutar de La cabaña en el bosque lo mejor es entrar en ella con el factor sorpresa y entrar en su juego. Entretenida además es un rato. Los guiños son continuos pero también es metacine, cine dentro del cine. Una reflexión sobre la necesidad de ser ‘consumidores’ de historias de terror…

Frozen. El reino del hielo de Chris Buck y Jennifer Lee

El mundo Disney rescata otro cuento de Andersen pero lo pasa por su pátina… y lo convierte en un relato sobre el amor verdadero entre dos hermanas (ampliando la colección de princesas de fuerte personalidad). Frozen es un musical animado con muchas dosis de aventuras, ritmo y buenos personajes así como la creación de un mundo animado que hipnotiza, con magia… un reino de las nieves apasionante. Frozen rescata la esencia de los cuentos de siempre con la presencia del bien, el mal, lo oscuro, lo bello, la muerte, la vida, la tragedia, lo bello, lo triste, los obstáculos, la superación de lo imposible… y lo mágico. Y los dos personajes que conquistaron el corazón de la presente no fueron las princesas o los príncipes y demás caballeros… sino un reno y un muñeco de nieve…

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Renoir (Renoir, 2012) de Gilles Bourdos

 

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En el salón de mi casa hay un cuadro que no se cambia así que vayan pasando los años. Lo tenía mi abuela paterna. Y ahora yo. No tiene ningún valor. Es una copia del cuadro Almuerzo de remeros (Le déjeuner des canotiers) de Pierre-Auguste Renoir. Muchas veces lo miro y me causa mucha calma y paz además de tranquilidad. Así me ocurre con muchas de las películas de su hijo Jean Renoir sobre todo con Una partida de campo, que no deja de ser un homenaje al padre.

Gilles Bourdos recrea un año que pudo ser crucial en la vida de los Renoir, 1915. Jean Pierre Renoir se encuentra en la Costa Azul en un sitio idílico donde no renuncia a seguir pintando a pesar de los dolores artríticos que le tienen postrado en una silla de ruedas. Su esposa acaba de fallecer y él se siente muy enfermo. Pero a pesar de los pesares quiere seguir siendo un obrero del pincel y el dolor no le va a parar su pasión: plasmar lo bello. La naturaleza que le rodea o el cuerpo joven de una mujer desnuda.

Con pinceladas impresionistas, con escenas que son como cuadros en movimiento, Gilles Bourdos recrea un posible momento en la vida de la familia Renoir: el ocaso del pintor pero sin ser vencido siempre pintando y el nacimiento de una vocación por parte del joven Jean que le encontramos en un momento crucial de su vida. Herido en una pierna en la Primera Guerra Mundial regresa al hogar para curarse… pero parece que le va a quedar una cojera crónica. Es un joven indeciso ante el futuro… y a la vez horrorizado por la crueldad de la guerra y, sin embargo, siente la importancia de la camaradería entre sus compañeros de lucha…

Y en esta ‘lucha’ de sensibilidades, una mujer. La última modelo de Jean Pierre y la futura primera esposa de Jean (además de musa de sus primeras películas mudas): Andrée Madeleine. La mujer que provoca que los dos hombres tengan un enfrentamiento templado, una declaración de respeto y cariño mutuo y un relevo de sensibilidades y de la importancia de pase lo que pase seguir creando y creando…

Andrée Madeleine mostrando su cuerpo y su fuerte personalidad despierta a Jean y le dice a gritos lo que su padre trata de explicarle sin que le salgan las palabras (pues nunca le salieron con sus hijos…): qué fácil es dejarse morir… porque muchas veces lo difícil y complejo es vivir…

Y en estas pinceladas impresionistas vemos el matriarcado formado entre las antiguas modelos y sirvientes del pintor que amenizan el día a día con los cuidados que le proporcionan, con sus cánticos, con la preparación de las comidas, sus paseos y sus discusiones… Nos enteramos de las ausencias. No sólo la esposa muerta sino la de aquella niñera-modelo-musa, Gabrielle. O la de sus dos hijos mayores Pierre y Jean. O la presencia casi invisible de un hijo pequeño, que sufre las ausencias y los silencios, Coco. Y le duele la presencia continua del dolor… Todo envuelto en la belleza de un cuadro y en la frialdad de una naturaleza muerta… Todo arrastra hacia la melancolía.

Y en la historia de Jean y Andrée (futura Catherine Hessling) se esconde un destino triste (que ella siempre tiene presente)… cumplirían un sueño y también se divorciarían. Y los dos morirían el mismo año: 1979. Él como un cineasta reconocido, ella totalmente en olvido.

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Hitchcock (Hitchcock, 2012) de Sacha Gervasi

… Entre el inmenso maquillaje, uno siente que de un momento a otro la máscara del maestro del suspense va a estallar en mil pedazos y entonces surgirá un Anthony Hopkins liberado. El suspense también se vive por pensar que su prominente barriga se va a pinchar como un globo y va a salir disparado por los aires… Y piensas que es una pena que un maquillaje molesto que además no hace que se parezca nada al original pueda desconcentrarte de la película… Obviando este asunto y también su aspecto de telefilm lujoso, Hitchcock puede convertirse en un divertimento cinéfilo donde entran ingredientes de realidad y ficción sobre el proceso creativo de Psicosis.

Durante sus 98 minutos (¡por fin una película con una duración normal!) casi seguro que es imposible aburrirse. Además es un bonito reconocimiento a Alma Reville (Helen Mirren), la esposa de Hitchcock que aunque siempre estuvo en la sombra cada vez hay más voces que la consideran una pieza fundamental en la carrera del maestro. Es decir que trabajaban muy a dúo. Obviamente Hitchcock juega con los parámetros de todo biopic con lo que esta relación sale más luminosa que oscura y compleja (tal y como debió ser).

La película juega a ver una parte oscura que se simplifica en: ¡qué difícil es vivir tras un genio! Pero sin duda es esta premisa la que hace que se produzcan buenos momentos de complicidad y buenos diálogos entre Hopkins y Mirren. Y también es esta premisa la que lleva a concluir que su relación funciona porque ambos crean juntos y cuando trabajan los dos unidos surgen las buenas obras cinematográficas. El conflicto surge cuando parece que esta relación va a resquebrajarse porque Alma ya está cansada de los desmanes, obsesiones y dificultades que supone vivir con su señor esposo y le deja solo ante el peligro: ante Psicosis, una película distinta en su carrera que es un reto para el director y una oportunidad para recuperar la pasión de hacer cine de los viejos tiempos cuando apenas contaban con recursos económicos. Ahora Psicosis es una apuesta independiente, pues ningún estudio la avala económicamente y es el matrimonio Hitchcock quien costea la producción cinematográfica… Hitchcock se da cuenta de que no cuenta con el mismo apoyo de siempre de su mujer y además sospecha que tiene un affaire con el escritor y guionista Whitfield Cook con el que está trabajando codo con codo en un proyecto ajeno a su marido. Cuando parece que todo se va a ir al garete el matrimonio Hitchcock vuelve a unirse y vuelven a crear juntos realizando otra obra cinematográfica inolvidable.

Me emociona toda película en la que salga una sala de cine y allí se viva un momento importante de la trama (así ocurre en la maravillosa … Y el mundo marcha, en Los viajes de Sullivan, en La última película, en Cinema paradiso o recientemente en The Master), y así ocurre con un maestro del suspense nervioso fuera de la sala de cine donde se proyecta por primera vez Psicosis y que actúa como un voyeur, semiabriendo la puerta de la sala y fijándose en la reacción de los espectadores (observando sus rostros) ante la secuencia de la ducha.

La película también da una explicación a su obsesión por las intérpretes rubias, como que el director buscaba un ideal inalcanzable que no existía. Así él trataba de modelar ese ideal pero siempre se escapaba de sus manos… y su obsesión complicaba en exceso el trabajo con sus actrices. Algunas lo vivían como un halago (sobre todo al principio del proceso) y otras como una tortura cuando la obsesión del maestro del suspense interfería en su vida privada. Con la persecución de este ideal dañaba no sólo a algunas actrices sino a él mismo y a su esposa Alma. Así el conflicto queda servido en su relación con las dos actrices protagonistas de Psicosis, Vera Miles (Jessica Biel) y Janet Leigh (Scarlett Johansson). De aquí se puede sacar un tema de debate cinéfilo interesante.

Y por último Hitchcock muestra el aspecto más interesante (aunque le faltan importantes detalles… cinéfilos) de esta película entretenida y es la pasión en el proceso creativo de una obra cinematográfica (que a la vez es un trabajo colectivo). Primero la búsqueda de inspiración, el encuentro con un libro en el que nadie cree (basado en las vivencias del asesino Ed Gein, que será quien acompañe al genio durante la creación de toda la película), las negociaciones con los productores y con los censores, las ruedas de prensa, las tensiones de rodaje, el propio rodaje en los estudios, los obstáculos para que la obra salga adelante, el olfato que tenía el maestro del suspense no sólo para rodar sino para promocionar y publicitar sus obras cinematográficas, su conciencia de que él mismo es espectáculo, el juramento que hace que hagan todo el equipo técnico y artístico de la película de que no desvelará nada del proyecto, los miedos y agobios, la postproducción, la importancia del montaje, de la banda sonora… Y en definitiva el mostrar a Psicosis cómo un punto y aparte en la carrera de Alfred Hitchcock, una obra atrevida, innovadora y rompedora con su propia obra cinematográfica.

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