Se fue mi hombre tranquilo…

Se fue mi hombre tranquilo. Mi hombre tranquilo era mi padre.

Nos dejó el lunes por la noche.

Mi hombre tranquilo me deja miles de kilómetros de película de recuerdos bonitos.

Mi hombre tranquilo, bueno y tolerante. El hombre que escuchaba a todos. Y que supo ser entre otras muchas cosas un buen hijo, un buen padre, un buen marido y un buen amigo. Que trataba de hacer las cosas lo mejor que sabía.

A mi hombre tranquilo le gustaba mucho pensar. Y le gustaba mucho la vida. Decía que todo era cíclico. Todo nacía, crecía, moría y volvía a nacer… como el ciclo de la Naturaleza.

Mi hombre tranquilo disfrutaba de los placeres de la vida. Le encantaba la buena mesa, la buena música clásica, las reuniones con los buenos amigos, las reuniones con sus hijos y su mujer, mi mami querida, los viajes, las exposiciones… y como no, como tenía unos hijos y una esposa muy cinéfilos… el cine.

Mi hombre tranquilo era hombre feliz en la cocina…, haciendo sus planes de comidas para todos. Bajaba al mercado y con un amor enorme nos preparaba unas comidas exquisitas. Siempre ilusionado. También disfrutaba descubriendo nuevos restaurantes o lugares donde ofrecían buenos manjares.

Mi hombre tranquilo todos los días desde su jubilación realizaba la ronda diaria telefónica a casa de cada uno de sus hijos. Y tranquilo y con pausa nos iba dando sus lecciones de vida. A mí siempre intentó transmitirme tranquilidad, que me parase a pensar las cosas, que contuviese mi torrente de palabras, de acciones, que trivializara mis miedos… hasta el final. Y ahí bien guardadas quedan su palabras. Yo a veces me exasperaba por su tranquilidad y pausa pero siempre terminábamos riéndonos de nuestros enfados. Mi padre disfrutaba con todo lo que le contábamos cada uno de sus hijos de nuestras vidas y nuestros trabajos. Se mostraba feliz cada vez que acudía a algún evento que organizáramos alguno de sus ‘locos’ hijos.

A mi hombre tranquilo siempre le emocionó una película y un final. Siempre. Una película que unía a las vivencias de su infancia. Esa película era Raices profundas de George Stevens. La mirada de ese niño que vive en la granja con sus padres rodeado de naturaleza, esa granja a la que un día llega un forajido, un sin ley, un pistolero que responde al nombre de Shane… Mi padre siempre decía que se emocionaba cuando el niño veía que el pistolero se alejaba en su caballo, solitario… y ese niño con rostro de Brandon de Wilde salía corriendo gritando su nombre

Mi hombre tranquilo era gigantesco. Grande, alto, enorme, orondo, con unas manos enormes, protector… pero ahí estaba un cáncer, que fue muy cabrón, tan cabrón que devoró su enorme fuerza. Que le apagó. Pero incluso así nunca dejó de ser un hombre tranquilo, pausado, sin odio… no dejó de estar preocupado por su familia y sus amigos. Por repartir palabras preciosas y sobre todo se quejó muy poco, poquísimo.

Si yo vivo, disfruto de la vida y he podido realizar, sentir y hacer ciertas cosas ha sido gracias a mis padres.

Mi hombre tranquilo se fue.

Y ahora tengo un vacío muy grande pero mucha película que recordar y procesar.

Papá, no hay olvido.

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