Buried de Rodrigo Cortés

Cuando nos referimos al cine patrio no tenemos término medio. ¿Será por ser exigentes con nuestro cine más cercano?¿Será porque donde hay confianza da asco…? Es raro lo que pasa con la crítica y el cine español. De pronto se ensalzan óperas primas y no tan primas hasta caer extenuados o directamente se tiran los esfuerzos al cubo de la basura. De pronto hay intérpretes imprescindibles que se les adora desde su primera aparición (y se ensalzan sus trabajos sean buenos o menos buenos) como otros que no hay manera de que despeguen. Directores que hagan lo que hagan son dioses y otros que no pueden ni respirar. Películas distribuidas y otras na de na. Y sobre todo división (parece que aquí siempre funciona el tema de la división) entre un cine comercial y competitivo con otras cinematografías (o eso se pretende) que suele ser ensalzado o al menos se intenta y un cine no comercial, más independiente, y más de pensar el cine en términos de arte que de entrenimiento. Ese cine que visita festivales y apenas logra canales de distribución decente (ahí la crítica es más compleja porque pasa lo mismo: hay joyas sí pero también bodrios. No todo lo que no llega al gran público son obras tratadas injustamente… pero también es cierto que hay verdaderas joyas que no logran la justa distribución).

Y no hay término medio ni análisis tranquilos (sólo con el paso del tiempo). De pronto se decidió que Tesis era la leche y no se analizó como un buen ejercicio de cine con sus más y sus menos. Ahí se veía una promesa y un tipo con conocimiento de los trucos más ancestrales del cine (mantenimiento del suspense y la intrigra) y se decidió que ese director era un genio, todo un descubrimiento. El año pasado se ensalzó Celda 211 que por supuesto era una buena fórmula de cine de acción y género carcelario con un intérprete-dios Luis Tosar (que me encanta, por cierto) pero no me atrevería a llamarla obra maestra y sí buen cine artesanal. La generación de Isabel Coixet, Alex de la Iglesia, Amenabar, Fernando León de Aranoa, Iciar Bollain siguen ofreciendo una carrera cinematográfica más o menos continuada que desata pasiones y odios a partes iguales pero todavía falta el análisis sosegado centrándose sólo en la obra cinematográfica y en su sentido. Con Almodóvar igual odios y amores y esa fama que tan bien sabe arrastrar el manchego de odiado y vilipendiado en su patria y dios en el extranjero. Luego están los que pululan fuera de los circuitos comerciales: José Luis Guerín, Luis Rosales, Agustí Villaronga, Javier Rebollo, Isaki Lacuesta…que el espectador a veces no tiene tiempo de valorar pues tan sólo tiene tiempo de ir a ver su obra en dos semanas y luego esperar su salida en dvd.

Al final, con estas parrafadas yo misma, Hildy, estoy siendo consciente de que no estoy haciendo un análisis profundo, que me quedo en la punta del iceberg y que también al final me quedo en la superficie. Que todas estas reflexiones merecen más profundidad…, sí, sí soy consciente y ya me callo. Sólo me gustaría también señalar que está surgiendo una generación de directores y directoras de cine documental español que merecen la pena y que ojalá sus trabajos lograran una mayor distribución e interés.

Yo siempre pido calma, calma. Tiempo en cartelera para que nos de tiempo a verlas. Análisis sosegados y en lo posible objetivos. Sé que no es posible pero sería bonito que todas las producciones de interés tuvieran las mismas oportunidades de publicidad. Ahora algo similar está ocurriendo con Buried. No hay término medio. O es una puta obra de arte donde Rodrigo Cortés marca un antes y un después en el cine español (¿?) o es una obra mediocre con un tío con mucho morro (¿?).

¿Por qué no vemos la película con calma y analizamos? Yo pude verla ayer y opino que ni lo uno ni lo otro. Ni una obra de arte ni obra mediocre. Cortés ha sabido jugar muy bien con la distribución, marketing y publicidad de su obra y ha logrado que ya mucha gente estuviera hablando de esta película antes de su estreno. Un fenómeno sólo parecido (no es ni mucho menos lo mismo) a por ejemplo El proyecto de la bruja de Blair que creó antes de su estreno tremendas expectativas y eso sí que después me pareció una tomadura de pelo absoluta, película mediocre y tremendamente aburrida. Buried de Rodrigo Cortés es otra cosa.

Cortés realiza un ejercicio técnico interesante y muestra cómo con muy pocos ingredientes se puede realizar una buena historia y un largometraje de interés que enganche al espectador. Cortés muestra que toda la parafernalia de 3D, efectos digitales y efectos especiales no son necesarios para contar una historia trepidante, emocionante y llena de tensión. Y eso es mucho.

Cortés cuenta con un actor (Ryan Reynolds), un espacio reducido (una tumba de madera), un mechero, una linterna, un móvil, una petaca, una banda sonora y el montaje para contar una historia de 93 minutos que no decaé en su ritmo y en su capacidad de emoción.

No tiene un guión brillantísimo pero sí efectivo (sí, sí con algunos trucos demasiado evidentes para alargar la trama) y se nota que este director gallego (como también en su momento Alejando Amenabar) conoce la obra del maestro del suspense Alfred Hitchcock y sabe emplear los trucos del británico para crear una buena historia. Como el director británico parte de una premisa técnica (acordémonos de Naúfragos o La soga) para levantar una obra. Como a él también le interesa más el desarrollo de esa historia que los motivos de esa historia. Así Cortés crea diversos Macguffins, unos mejores otros peores, para centrarse en una angustia: los esfuerzos de un hombre común por salir de la tumba donde está atrapado.

También Rodrigo Cortés tiene dos premisas claras: principio desconcertante, que engancha, y un buen final lleno de tensión que sabe va a dejar a los espectadores clavados en el asiento. Mientras logra mantener la atención durante el desarrollo.

Ryan Reynolds cumple con los distintos estados que sufre como hombre encerrado que trata de que alguien le rescate. Le encuentre. Así a través de las llamadas ‘surgen’ los otros personajes, los otros actores y una metáfora del mundo moderno. Del tema de las comunicaciones y soledades. De la frialdad de los sistemas, sobre todo claro está, el capitalista. De las diferencias sociales y de la diferencia entre las víctimas. De la opresión de los grandes países y de lo que se provoca en los países oprimidos. Y en medio un hombre solo que trata de sobrevivir, un hombre común que descubre el horror del mundo en el que vive. El hombre que descubre que está solo, totalmente solo e incomunicado aunque tenga una herramienta sofisticada de comunicación. La frialdad de las empresas capitalistas, los contestadores que responden con voces mecánicas sin un amago de ternura o los buzones personalizados que no permiten que la persona que quieres te escuche… Los mensajes, las imágenes, las baterías, las Nuevas Tecnologías… Cada personaje sonoro tiene su función y altera los sentimientos y acciones del protagonista: los funcionarios, el jefe de personal de la empresa del protagonista (llamada estremecedora), la madre con alzheimer, el secuestrador, el agente que trata de localizarle, la amiga de la esposa, la propia esposa… Es cierto que hay unas llamadas que funcionan mejor que otras.

Y, sobre todo, Rodrigo Cortés juega con una sensación que sabe que aterroriza. Con un miedo instintivo que ha acompañado al hombre por los siglos de los siglos: el miedo a ser enterrados vivos. Ya partió de esta premisa Edgar Allan Poe. Existen leyendas ancestrales sobre personas enterradas vivas. También era una forma de castigo siempre considerada terrorífica. Y el cine también ha empleado este miedo ancestral: recuerdo con escalofríos un capítulo de la serie de televisión que firmaba Hitchcock, La Novia en Kill Bill 2 sufre también un enterramiento que pone los pelos de punta, numerosas venganzas en las que tiran a hombres heridos pero vivos y los entierran en películas del Oeste o de gánsters… Y Rodrigo Cortés pone ese miedo en pantalla pero durante todo el metraje y desarrolla su película en esa caja de madera (que ofrece a veces planos imposibles… pero efectivos).

Rodrigo Cortés en Buried logra una película interesante y entretenida que mantiene el interés y te hace vivir con angustia cada uno de los minutos junto a Ryan Reynolds. Y señores y señoras, eso no es poco. No parece el antes y el después del cine español y una porquería. Me parece una obra inteligente que logra enganchar al espectador de la sala de cine. Y eso no es poco.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

Tony Curtis, el eterno niño del Bronx

Un abuelo de 85 años que demostró en las últimas décadas que no estaba por la labor de envejecer y dejó imágenes que subían los colores, con sus declaraciones y ropas horteras. Pero conservando a pesar de los pesares una mirada especial. Pues bien el abuelo Tony Curtis fue el niño de rostro bello y ojos azules que iluminó los años cincuenta y sesenta en un Hollywood que se resquebrajaba. El niño bonito que iba de falda en falda de amorío en amorío, de comedia en comedia, de aventura en aventura y de vez en cuando, ding, dong, ding, dong, clamaba el corazón de Curtis, eh, colegas además de divertirme y dar pelas también soy actor y tengo ciertas inquietudes. Y alguna vez se bajó de su dimensión de estrella mediática y dejaba asomar al niño del Bronx, al actor auténtico. Al que podía hacer personajes creíbles. Nos podía hacer reír y llorar. Sufrir.

Pero como rey del cine de entretenimiento tampoco tiene desperdicio y el niño bonito nadie se lo puede negar hizo soñar y reír. Con sus aventuras, sus comedias ligeras, sus abrazos y besos de cine con Janet Leigh, Marilyn Monroe, Claudia Cardinale, Natalie Wood, Gina Lollobrigida…

Se casó una y mil veces. Su pareja más recordada fue Leigh, pareja legendaria fuera y dentro de las pantallas, algunos apuntan que fue una maniobra publicitaria juntar a sus estrellas jóvenes, bellas y rentables…

Porque el bueno de Curtis sin duda se alejó todo lo que pudo. Lo máximo posible de sus orígenes paupérrimos en el Bronx neoyorquino. De los sufrimientos de un pequeño que nunca encontró la estabilidad y que muy pronto se dio cuenta de lo que costaba la supervivencia. Pero eso era lo que quería sobrevivir a toda costa… sabiendo que en esa lucha estaba solo. Pues la persona que le acompañaba en sus correrías solitarias e infantiles, en la lucha por vivir el día a día se lo llevó un accidente tremendo. Golpe del destino, Curtis perdió al hermano-compañero. Y supo que estaba solo.

Así Curtis empezó a tener claro un asunto: adiós a la miseria. El niño del Bronx se convertiría en niño bonito, en aventurero, en galán y príncipe de Hollywood. Y viviría a tope hasta los 85 años. Sin tener ningún sentido del ridículo, disfrutando de placeres y no admitiendo el ocaso o la estrella que se apaga. Amando, amando y vuelta a amar. Y mucho sexo. Porque él cuanto más lejos de la miseria mejor. Porque él cuanto más deseado mejor. Porque él cuanto más alejado de los recuerdos que le hicieron daño mejor.

Y en la pantalla, en sus papeles también hacía soñar. De vez en cuando representaba a un superviviente y volvía el niño del Bronx y el joven galán, hermoso, volvía a sus orígenes con crudeza. Y era duro en Chantaje en Broadway, en Fugitivos, en El estrangulador de Bostón… mostraba que podía ser hombre oscuro. Como conquistador no le ganaba nadie y como hombre superviviente y pícaro tampoco, que se le pregunten al travieso músico que roba el corazón a un rubia tonta de corazón de oro en Con faldas y a lo loco. Y su espíritu sensible y luchador quedó reflejado en el bello esclavo de Espartaco.

Si quieren soñar con otros mundos y caballeros maravillosos y hermosos sólo hay que sumergirse en tantas aventuras que protagonizó. Algunas dramáticas y otras más divertidas con su punto pícaro. Y si quieren reírse a gusto de historias que no hacen pensar mucho pero sí disfrutar y sonreír, que como siempre digo no es poco, visiten una y otra vez sus comedias.

El mapa es precioso: pueden visitar el circo en Trapecio, recorrer la edad media con espadas y besos en Coraza negra, cruzar los mares con los Vikingos, recrear a los héroes de Gogol en Taras Bulba, pueden seducir a una pícara puritana o protagonizar la carrera del siglo con mucha mala baba…

Y en todas el pelo negro, con tupé incorporado, y esos ojos azules vidriosos, con unos labios carnosos y una sonrisa pícara con gotas de encanto. Ocultando lo que dejó atrás, al niño mísero del Bronx. Reconstruyéndose como galán incombustible. Tony Curtis nos dejó con muchos sueños, el niño del Bronx que ascendió a príncipe bonito de Hollywood se despidió de todos nosotros. Y allá donde vaya quizá no se sienta solo, y siga amando, y riendo, y siendo pícaro, de nuevo aparecerá su melena negra y esos ojos… y sin duda no habrá rastro de lo que siempre huyó. De la miseria y la perra vida. Tony Curtis bajo su sonrisa y sus extravagancias no escondía más que un niño asustado con muchas ganas de sobrevivir.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.