Marilyn Monroe, la mujer inabarcable…

Qué pasa con la mujer del rostro más triste del mundo. Ya se lo dijo el vaquero con cara de Clark Gable, el padre deseado de la huérfana Norma Jean, en ese canto póstumo de ambos, Vidas rebeldes. Obra con guión de uno de los hombres que pudo acercarse a su mundo sensible y sin embargo no supo comprenderlo o echarle esa ayuda que ella pedía a gritos. Aunque se partiera de risa. Aunque pareciera coqueta. Aunque se comiera el objetivo de la cámara en miles de imágenes luego publicadas y tan imitadas… pero ninguna de las copias supera el original. Porque ése era uno de sus misterios. Un rostro iluminado y querido por el obturador y el flash.

Y fue como digo ese Arthur Miller que se casó con el mito y descubrió a la mujer rota y huyó despavorido porque no supo como consolarla o como tomarla en brazos y decirla que quizá ambos pudieran salir de un pozo profundo…, quién también la dedicó una de sus obras de teatro más personales. Una obra teatro-confesión donde Marilyn es una Maggie frágil que se rompe en pedazos en los brazos de Quentín…, aquella que proclama, “¡Soy un chiste que produce dinero!”… Después de la caída.

Ni después de muerta el mito de la Monroe, el mito trágico del siglo XX, descansa en paz. Su rostro sigue generando información y también dividendos… porque tristemente sigue siendo un chiste serio que produce dinero. Sin embargo un chiste serio respetado y cada nuevo aporte sobre la mujer-mito inabarcable es recibido con sumo respeto. Ya sean unas fotografías inéditas en forma de álbum ya sea ahora sus escritos más íntimos ahora al alcance de todo aquel que quiera adquirirlos (Marilyn Monroe. Fragmentos. Seix Barral. 2010). Apenas quedan secretos del mito que era mujer. Ni sus notas más secretas son ocultadas. Ella siempre fue mujer-desnuda por dentro y por fuera. La que dormía solamente con Channel número cinco dormía también con el alma al descubierto.

Así mientras escribo estas líneas me envuelve su voz de cantante sexy que susurra bye, bye baby… con voz tranquila, reposada, tranquila…sensual. Y me sorprendo de la presencia continua del mito que no se apaga. No es sólo la novedad editorial, es ver cómo todavía hay personas que la llevan en camiseta o bolso. Ayer mismo en el metro, vi su rostro estampado en una bonita camiseta. Es observar cómo todavía hacen que mujeres de hoy se vistan con ropas de la artista de ayer para especial sesión de fotos en buena revista de cine. Es poder comprobar cómo todavía hay fotografías casi inéditas que pueden funcionar como maravillosa imagen de portada de un semanal…

La mujer inabarcable, o el mito alimentado con mimo, siempre es novedad. Y la Marilyn Monroe que gritó socorro, que cantó como un susurro, que hizo de reír en pantalla y sólo alguna vez llorar se convierte en icono indestructible.

Pocos quizá trataron de entenderla. Sorprende que uno de los que más se acercaron a su tragedia fue un conquistador empedernido, uno de los niños duros de la pantalla, de los niños más bellos —que luego jugó a la autodestruccion de su belleza icónica hasta dejar sólo sombras de lo que fue—, uno de los que fue más amigo que amante. Amigo esporádico. Como tantos de los que tuvo la venus rubia (por allí cuando era rubia que se abría camino luce un Elia Kazan que la cuidó hasta que terminó de divertirse, de forma natural, la historia acabó. Sin daño para ninguna de las dos partes). Un Marlon Brando que nos sorprende como hombre sensible en su genial autobiografía Canciones que mi madre me enseñó sólo tuvo palabras amables para una mujer que siempre le pareció trágica.

En un pequeño libro mágico dedicado a la diva que es una pequeña recopilación de textos de distintos autores y que recoge también palabras de la Monroe (Marilyn revisitada de Joaquín Jordá y José Luis Guarner) nos aporta una lista que confeccionó la actriz en 1954 para una revista sobre los diez hombres que consideraba más interesantes. Y es tierno ver cómo ella respetó a muchos de los hombres con los que estuvo o con los que no o a los que conoció o leyó o con los que trabajó y lo que pudieron significar para ella. Los consideró a todos interesantes: 1. Michael Chejov, 2. Arthur Miller, 3. John Huston, 4. Sidney Skolsky, 5. Milton Greene, 6. Marlon Brando, 7. Jawalharlal Neru, 8. Jerry Lewis, 9. Robert Mitchum, 10. Joe di Maggio…

Michael Chejov fue el maestro que creyó en ella como actriz. Arthur Miller fue el intelectual que la amó y la hizo daño a la vez. Huston fue el que le proporcionó un canto triste en Vidas Rebeldes y el que le dio uno de sus primeros papeles importantes en La jungla de asfalto. Sidney Skolsky era, según Marilyn, el único que escribía cosas decentes sobre ella. Milton Greene la amó con su objetivo fotográfico y le dedicó alguna de sus sesiones de fotografías más conocidas y difundidas. Marlon Brando era un gran actor del método que ella también estudió y amante ocasional también buen amigo. Ambos protagonizan unas divertidas y cómplices fotografías en la presentación de La rosa tatuada. Jawalharlal Neru, el primer ministro indio, fue al hombre que deseó conocer y admirar. Jerry Lewis junto a Dean Martin eran una brizna de aire fresco. Con ellos reía. Robert Mitchum fue su compañero de rodaje en Río sin retorno, al hombre rudo le supo ver su parte sensible. Él siempre fue caballero. Joe di Maggio fue su segundo esposo y un hombre que nunca dejó de ofrecerle protección. Aunque ambos no pudieron vivir juntos… Sin embargo ninguno supo o no pudo acudir a su llamada de socorro.

La que tanto intentó amar y ser amada terminó sola en una casa deshabitada todavía sin terminar y quitándose la vida…De nada sirvió que siempre mostrara una sonrisa. Lo tremendo del mito es que hasta con su muerte se pudo seguir creando un icono. Las tramas conspiratorias se sumergen en un pozo de olvido. La Monroe era una mujer sola que no superó ser un mito inalcanzable, que ella misma fue recortando y construyendo, y que algunos aprovecharon para producir dinero y más dinero. Ella sólo, quizá, quiso huir de sí misma pero tampoco pudo. Al final se vio tan sola como cuando era Norma Jean, así que se quitó de en medio. Quizá estaba muy cansada.

Lo tremendo del mito es que todavía provoca que se sigan escribiendo kilómetros y kilómetros de palabras. Todas intentando conocerla y desnudarla. La venus rubia, la sex symbol, la mujer comediante, la mujer trágica, la cantante, la modelo, la actriz frívola, la actriz desgraciada, la rebelde frente al sistema, la niña apaleada, la que se construyó a sí misma… y crea literatura alrededor de ella que la reviste de mil rostros. Quizá ya no exista Norma Jean. Sólo un mito y un icono inabarcable y continuamente alimentado.

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