El desprecio (Le Mépris, 1963) de Jean Luc Godard

Jean Luc Godard y sus continuos amoríos con el cine clásico. Surgen varios homenajes cinéfilos en El desprecio pero junto a las muchas virtudes que puedo resaltar del film y a pesar de que me encanta descubrir un montón de referencias sobre el séptimo arte también puedo mostrar mi desagrado hacia ciertos puntos. Y eso que El desprecio es un canto de amor al cine como arte y al trabajo del director.

De nuevo Luc Godard me enamora por la forma de rodar pero me exaspera en ciertos aspectos del contenido.

La película me enamora por la banda sonora empleada (del compositor George Delerue).

Por la belleza de la composición sobre todo en el plano secuencia del matrimonio conversando en su casa.

Pero antes de seguir con el elogio, me apremia contaros un defecto que no me dejó ni me deja tranquila. Exploto.

Me exaspera la pedazo mierda película que hace rodar a un real Fritz Lang haciendo de él mismo pero creo que no comportándose como era él. Y sí, me sale la vena barriobajera…, porque Lang nunca rodaría un rollo de película con unas figuras de cerámica gigantes con ojos pintarrajeados y unos tipos y tipas con caras raras y mal gusto.

Creo que el señor Lang tenía bastante carácter como para responder calmadamente a un tocapelotas productor maleducado.

Creo que el señor Lang tiene unas películas tan maravillosas que dudo rodara esa versión horrible y cutre sobre La Odisea que propone Godard en imágenes. ¡Qué horror!

El señor Lang era culto pero dudo que soltara esas parrafadas pedantes y con esa calma que suelta en la película de Godard. No, no y no.

Aunque me emociona cuando le veo aparecer por primera vez en la sala de cine o cuando en otras escenas está ejerciendo como director, dirigiendo.

Eso es lo que peor me sienta de esta película, El desprecio, que no tiene desperdicio alguno. El tratamiento del cine de Fritz Lang. Si yo hubiese sido Lang me hubiera pillado un cabreo monumental. Y eso que Godard lo ensalza como director a respetar y lo admira y mucho… Pero ¡qué imágenes de su futura película, qué imágenes! Seguro que su versión de La Odisea sería mucho más interesante y magnética, su interpretación en imágenes de la odisea de Penélope y Ulises más hermosas. No me cabe duda. Lo siento.

Después de este paréntesis de desahogo. Continúo con las virtudes de El desprecio y por las cuales disfruté muchísimo durante su visionado. Tenía tantas ganas de verla.

Otro motivo para ensalzarla: el papel de productor fanfarrón, chulo, despreciable… pero que hace y financia películas y que las mima a su modo. El hombre que humilla pero que también se muestra siempre tal y como es. No engaña. No les gustan las máscaras. Prefiere ir al grano. Directo. Y todo esto con la cara increíble de Jack Palance. Me encanta.

La historia de amor y desamor entre Camille y Paul u otra versión de Penélope y Ulises o un reflejo de la relación entre Godard y Anna Karina. Con los rostros de un Michel Piccoli con sombrero y una Brigitte Bardot hermosísima.

Me engancharon desde esa primera escena en la que ella totalmente desnuda, le va preguntando a un Paul ensinismado si le gustan sus piernas, su culo, sus pechos, sus ojos, su pelo… si la quiere entera.

Godard desde el principio nos dice que está rodando una película y que la cámara recoge su mirada. Así no hay títulos de crédito sino una cámara en travelling que sigue a un personaje femenino mientras la voz del director va diciendo el título de la película que es una adaptación de un relato de Alberto Moravia (y aquí Godard conecta y construye las interesantes relaciones entre cine y literatura) y va diciendo cada uno de los intérpretes y los técnicos…, y así yo sigo con la mirada lo que Godard me quiere mostrar y enseñar.

Y la obra tiene tres partes como algunas buenas historias. Un principio, con la presentación de los personajes y el conflicto de la trama: el principio del desprecio. Paul y Camille y un productor que será el origen de la discordia y del desamor de Camille que mirará de otra manera al esposo. Y ésta es una historia trágica como las que contaría el señor Lang donde sus personajes finalmente son vencidos por un destino… como no, trágico.

Una historia que tiene principio en unos estudios, en una sala de cine, en la casa de un productor. Y entonces continúa un desarrollo y Godard encierra a la pareja protagonista en su hogar inacabado como su historia. Un hogar que no se levanta sino que más bien se derrumba como la pareja. Y de nuevo acuden a una sala de cine para continuar con el desprecio. Con la incomunicación. Con las soledades.

Y un tercer acto en una Italia bella a la orilla del mar donde estalla el drama. La ruptura e incomunicación total de la pareja. La huída de Penélope digo Camille con uno de sus admiradores ante la falta de acción de Paul digo Ulises que deja marchar a la amada. Y el destino les golpea trágicamente a los tres. De manera inesperada. Y mientras Lang sigue rodando y su cámara mira al mar infinito. Abierto. Enorme.

Me gusta El desprecio. Lo bellamente rodada que está. Las escenas que regala. Y la cantidad de reflexiones que aporta sobre el arte y la creación y demás. Lo único que no comparto con Godard es que creo que Lang jamás hubiera rodado lo que le hace rodar o de lo que le hace autor en la película…

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