Tony Curtis, el eterno niño del Bronx

Un abuelo de 85 años que demostró en las últimas décadas que no estaba por la labor de envejecer y dejó imágenes que subían los colores, con sus declaraciones y ropas horteras. Pero conservando a pesar de los pesares una mirada especial. Pues bien el abuelo Tony Curtis fue el niño de rostro bello y ojos azules que iluminó los años cincuenta y sesenta en un Hollywood que se resquebrajaba. El niño bonito que iba de falda en falda de amorío en amorío, de comedia en comedia, de aventura en aventura y de vez en cuando, ding, dong, ding, dong, clamaba el corazón de Curtis, eh, colegas además de divertirme y dar pelas también soy actor y tengo ciertas inquietudes. Y alguna vez se bajó de su dimensión de estrella mediática y dejaba asomar al niño del Bronx, al actor auténtico. Al que podía hacer personajes creíbles. Nos podía hacer reír y llorar. Sufrir.

Pero como rey del cine de entretenimiento tampoco tiene desperdicio y el niño bonito nadie se lo puede negar hizo soñar y reír. Con sus aventuras, sus comedias ligeras, sus abrazos y besos de cine con Janet Leigh, Marilyn Monroe, Claudia Cardinale, Natalie Wood, Gina Lollobrigida…

Se casó una y mil veces. Su pareja más recordada fue Leigh, pareja legendaria fuera y dentro de las pantallas, algunos apuntan que fue una maniobra publicitaria juntar a sus estrellas jóvenes, bellas y rentables…

Porque el bueno de Curtis sin duda se alejó todo lo que pudo. Lo máximo posible de sus orígenes paupérrimos en el Bronx neoyorquino. De los sufrimientos de un pequeño que nunca encontró la estabilidad y que muy pronto se dio cuenta de lo que costaba la supervivencia. Pero eso era lo que quería sobrevivir a toda costa… sabiendo que en esa lucha estaba solo. Pues la persona que le acompañaba en sus correrías solitarias e infantiles, en la lucha por vivir el día a día se lo llevó un accidente tremendo. Golpe del destino, Curtis perdió al hermano-compañero. Y supo que estaba solo.

Así Curtis empezó a tener claro un asunto: adiós a la miseria. El niño del Bronx se convertiría en niño bonito, en aventurero, en galán y príncipe de Hollywood. Y viviría a tope hasta los 85 años. Sin tener ningún sentido del ridículo, disfrutando de placeres y no admitiendo el ocaso o la estrella que se apaga. Amando, amando y vuelta a amar. Y mucho sexo. Porque él cuanto más lejos de la miseria mejor. Porque él cuanto más deseado mejor. Porque él cuanto más alejado de los recuerdos que le hicieron daño mejor.

Y en la pantalla, en sus papeles también hacía soñar. De vez en cuando representaba a un superviviente y volvía el niño del Bronx y el joven galán, hermoso, volvía a sus orígenes con crudeza. Y era duro en Chantaje en Broadway, en Fugitivos, en El estrangulador de Bostón… mostraba que podía ser hombre oscuro. Como conquistador no le ganaba nadie y como hombre superviviente y pícaro tampoco, que se le pregunten al travieso músico que roba el corazón a un rubia tonta de corazón de oro en Con faldas y a lo loco. Y su espíritu sensible y luchador quedó reflejado en el bello esclavo de Espartaco.

Si quieren soñar con otros mundos y caballeros maravillosos y hermosos sólo hay que sumergirse en tantas aventuras que protagonizó. Algunas dramáticas y otras más divertidas con su punto pícaro. Y si quieren reírse a gusto de historias que no hacen pensar mucho pero sí disfrutar y sonreír, que como siempre digo no es poco, visiten una y otra vez sus comedias.

El mapa es precioso: pueden visitar el circo en Trapecio, recorrer la edad media con espadas y besos en Coraza negra, cruzar los mares con los Vikingos, recrear a los héroes de Gogol en Taras Bulba, pueden seducir a una pícara puritana o protagonizar la carrera del siglo con mucha mala baba…

Y en todas el pelo negro, con tupé incorporado, y esos ojos azules vidriosos, con unos labios carnosos y una sonrisa pícara con gotas de encanto. Ocultando lo que dejó atrás, al niño mísero del Bronx. Reconstruyéndose como galán incombustible. Tony Curtis nos dejó con muchos sueños, el niño del Bronx que ascendió a príncipe bonito de Hollywood se despidió de todos nosotros. Y allá donde vaya quizá no se sienta solo, y siga amando, y riendo, y siendo pícaro, de nuevo aparecerá su melena negra y esos ojos… y sin duda no habrá rastro de lo que siempre huyó. De la miseria y la perra vida. Tony Curtis bajo su sonrisa y sus extravagancias no escondía más que un niño asustado con muchas ganas de sobrevivir.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

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