Sydney Pollack y Robert Redford… en busca del héroe romántico

Otra simbiosis de director y actor que provocó la búsqueda de un héroe romántico con sentido crítico y en comunión con la madre naturaleza. Sydney Pollack y Robert Redford dejaron un legado cinematográfico a tener en cuenta. Y si hablo en pasado es porque esta simbiosis se rompió en 2008 cuando Pollack dejó el planeta tierra… y dejó a su actor fetiche huérfano. El actor continúa trabajando incansable como director y productor…

El héroe romántico busca sus señas de identidad. Es siempre un hombre inconformista, con las ideas muy claras, que lucha constantemente y se apasiona. Y como hombre que se apasiona se enamora. Y como héroe que lucha también en ocasiones se encuentra solo. Pero este héroe romántico tiene muy claro el tema de la libertad de las personas. Personas libres. Y eso en el amor, paradoja de las paradojas, complica más si cabe las relaciones… y las vuelve más maravillosamente románticas.

El techo lo tocaron con Memorias de África pero en el camino dejaron muchas historias a tener en cuenta.

Propiedad condenada (1966)

El principio del idilio entre Redford y Pollack comenzó con una interesante y melancólica película que adaptaba una obra literaria de Tennessee Williams. Una película que se quedó en fallida, y hoy en día olvidada, pero absolutamente rescatable. Y como acostumbraba este dramaturgo era una obra de amores desatados que terminaba, como no, en tragedia. Así los protagonistas eran un jovencísimo Robert Redford y una bellísima Natalie Wood. Ya empezaba la gestación del héroe romántico con halo trágico. Aquí Redford se encontraba en plena Depresión con un papel muy desagradecido en una pequeña localidad. Es el funcionario que tiene que despedir al personal. Esto le convierte en el enemigo (y por tanto en hombre solitario) y se dispara mucho más el odio en todo el pueblo cuando conquista a la muchacha más popular del lugar.

Las aventuras de Jeremiahs Johnson (1972)

Su siguiente colaboración trajo una película donde se reflejaba la relación del hombre con la naturaleza. Así hay dos claros protagonistas Johnson, el hombre que deja todo en su vida, cansado de la civilización y del sistema, y se adentra en las montañas; y la Naturaleza. Un viaje iniciático repleto de soledad, aventura y búsqueda de la libertad. Tengo un recuerdo lejano pues sólo la he visto una vez y hace muchísimos años… Pendiente queda un nuevo visionado.

Tal como éramos (1973)

El héroe romántico va llegando a su culminación. Pollack trata de hacer una de sus películas más políticas pero se queda en el camino. Sin embargo crea una historia de amor, que a mí personalmente, me seduce en cada visionado. Es de esas películas ricas en matices y más si tenemos en cuenta lo que podría haber sido o lo que se oculta bajo sus fotogramas. Por eso Tal como éramos se convierte para mí en apasionante.

Así nos encontramos con la historia de personas enamoradas pero antagónicas en su manera de ver la vida. Y en su respeto por la libertad de cada uno protagonizan historia de amor imposible. Así Robert Redford y Barbra Streisand se convierten en Hubbell y Katie con diferentes compromisos políticos y sociales en sus vidas pero que se encuentran una y otra vez, se admiran y se aman… aunque nunca puedan encontrarse del todo. La culminación de su separación y su drama es la Caza de Brujas.

Los tres días del cóndor (1975)

El héroe romántico enfrentado contra todos, contra fuerzas ocultas (política de los poderosos donde los seres humanos se convierten en marionetas a las que se puede cortar los hilos en cualquier momento), en una buena película de espionaje. En una carrera desesperada de un personaje que no sabe cuál es la cara de su enemigo, en esa carrera trágica hacia la vida o hacia la muerte, en esa carrera veloz…, el héroe romántico vuelve a enamorarse apasionadamente…, tan apasionado, como en su huida.

El jinete eléctrico (1979)

Película donde el héroe romántico se come la historia. Y Redford es un desencantado cowboy, campeón mundial de rodeos, que termina sus días comido por la industria de la publicidad y el consumo, anunciando unos cereales para el desayuno. Arrastra su pesimismo empapado de alcohol metido en un traje de luces. Hasta que un día le estalla la conciencia y el pasotismo cuando se da cuenta que la firma para la que trabaja maltrata a un caballo de carreras (lo droga, cura mal una lesión…) y le ha arrebatado su vida salvaje y libre. Así que no se lo piensa: vestido en su traje de luces en pleno Las Vegas, secuestra el caballo para devolverle a la naturaleza (y de paso recuperar él mismo su esencia)… Y empieza entonces una persecución a este cowboy que se enfrenta a un mundo moderno donde el consumo, la publicidad y los mass media separan al hombre de la naturaleza y la libertad. Como punto de unión entre los dos mundos está una intrépida reportera con cara de Jane Fonda que primero quiere una historia y después quiere al vaquero.

Memorias de África (1985)

La culminación del héroe romántico según Pollack y Redford es esta adaptación cinematográfica de las memorias de la escritora danesa Isak Dinesen. Redford encarna al aventurero cazador Denys Finch Hatton… que huye de los posesivos y, sin embargo, es un hombre apasionado con la vida y con las personas. Que ama… sin posesivos. Recordar Memorias de África es pensar una y otra vez en bellas escenas de enamoramiento: un baile, contar un cuento (algo que se repetiría en El paciente inglés), lavar el pelo, un vuelo en avión… Y también recordar la soledad, la libertad, el inconformismo, la comunión con la naturaleza del héroe romántico así como su destino trágico.

Habana (1990)

Siempre me he resistido a verla. Parece ser (pero lo digo desde la ignorancia) que no fue la mejor despedida de este buen tándem. Esta vez el héroe romántico es una especie de Rick de Casablanca pero en La Habana y poco antes de la revolución castrista… Quizá me lleve una sorpresa o aunque no sea producto redondo siempre haya algo que rescatar. Seguro.

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Tim Burton y Johnny Depp, dos hombres vestidos de negro con corazón rojo

A veces entre director y actor no sólo surge química sino también una amistad larga y duradera. Así pasa con Tim Burton y Johnny Depp, un día sus mundos y sensibilidades conectaron y ambos tienen una maravillosa y valiosa filmografía en común. Burton traslada su mundo oscuro con destellos de sensibilidad extrema. Ese mundo de marginados y rechazados dulces que tratan de encontrar su hueco en el mundo. Y Depp se convierte en esos personajes camaleónicos que le permiten componer unas personalidades tenebrosas con dosis de ternura o personajes tiernos con dosis tenebrosas.

Una unión que sigue dando frutos. El próximo proyecto que llegará por estos lares es la adaptación a pantalla gigante de una serie de televisión americana de los años sesenta, Dark Shadow. Donde veremos la peculiar historia de una familia de vampiros en los años setenta… pinta como siempre dentro de la sensibilidad de ambos. Pero si tuviera que quedarme con uno de sus trabajos cinematográficos sería sin duda con Ed Wood, un maravilloso canto al mundo del cine, que pudimos disfrutar en 1994.

El viaje que nos proponen ambos es un viaje a un mundo extraordinario, peculiar y propio. Empieza el espectáculo.

Eduardo Manostijeras (1990)

Se produce el encuentro en cuento maravilloso. Un creador con rostro de Vincent Price ‘crea’ a un ser inacabado. Y queda así inacabado porque el creador es ser inmortal… y no puede terminar su obra. La criatura es Eduardo Manostijeras, un ser sensible pero con diversas imperfecciones, la más llamativa: unas manos que en vez de dedos tienen tijeras. Un ser tímido, sensible y apocado que es ‘rescatado’ de su soledad por una dulce vendedora de cosméticos que se lo lleva del castillo a su localidad. Una típica localidad americana de los años 50. Eduardo no encuentra su sitio y es rechazado por distinto… pero pronto aprovechará lo que le hace marginal para hacerse un hueco en la sociedad. Eduardo crea con sus manos parques, peinados… y además se enamora de la muchacha más popular de la zona. Cuento gótico que se ha convertido en una película de culto, en todo un clásico. Inolvidable el look de Depp…Supuso un importante paso en su carrera… en su búsqueda por dejar de ser un niño bonito y ser considerado un actor profesional. Convirtió a Burton en director de culto.

Ed Wood (1994)

Una joya en blanco y negro donde Burton y Depp homenajean al cine como motor de un mundo creativo y propio. Habla del cine como pasión. Y su fuerza para contar historias. Para hacer soñar. Para imaginar. Así Burton se va a un cineasta marginal. A aquel que se le conoce como el peor director del mundo, Ed Wood. Un cineasta que trabaja en producciones cinematográficas de bajo presupuesto pero que tiene que utilizar su imaginación y dedicar esfuerzos para conseguir sus objetivos. Johnny es un Wood inocente, excéntrico y ante todo apasionado. Lo convierte en un personaje fascinante así como toda la galería de secundarios estrafalarios que le acompañan. Wood convierte al cine en el motor de su vida, en su estilo de vida, la creación de sus películas se encuentra en el centro de toda su vida, y de su alma. Al igual que para Orson Welles, el cual le transmite (en un encuentro casual) fuerza y paciencia para deambular por un mundo duro. Pero sin duda lo más hermoso es la recreación maravillosa que realiza de una peculiar amistad entre Wood y un ídolo suyo, Bela Lugosi. Lugosi (un Martin Landau gigante) es ahora un hombre enfermo, dependiente y absolutamente marginado de la gran industria pero su relación con Wood le devuelve la ilusión y le mantiene la dignidad. Una gozada maravillosa. Seguro que sirvió como fuente de inspiración para recrear relación tan hermosa la propia relación que mantuvo Burton con su ídolo, Vincent Price.

Sleepy Hollow (1999)

Un cuento de terror, la leyenda del jinete sin cabeza, fue su siguiente colaboración juntos. Un relato negro y sórdido con historia de amor tierna. Poesía, terror y ternura. Tres ingredientes unidos en Sleepy Hollow. La película se inspira en un relato de Washington Irving…, donde Ichabod Crane, aquí como peculiar policía con curiosos métodos de investigación, trata de aclarar una serie de asesinatos en una pequeña localidad y de averiguar quién es ese jinete sin cabeza. De paso se cruza por su camino una gótica y lánguida dama con los rasgos de la extraña Christina Ricci.

Charlie y la fábrica de chocolate (2005)

Reconozco que tengo mejor recuerdo de la versión que se realizó del cuento de Dahl en el año 1971 con Gene Wilder de Wonka. O quizá aquella lejana pieza cinematográfica me pilló con una sensibilidad infantil que disfrutó a tope de este mundo fantástico. Lo mejor de esta versión, además de las imaginativas escenografías que crean el mundo de Burton, es el niño protagonista y todo el prólogo hasta que entra con su abuelo en la famosa fábrica. La interpretación de Depp oscila entre la excentricidad y el ridículo absoluto que a veces llega a cansar. Pero sin duda lo que menos soporté fueron los Oompa-Loompa con la cara mil veces repetida de Deep Roy.

Sweeney Todd: el barbero diabólico de la calle Fleet (2007)

Después del para mí pequeño bache que supuso Charlie y la fábrica de chocolate (aun disfrutándola en determinados momentos) vuelven con todo su esplendor en su película más oscura y trágica. Los dos se unen para llevar a las pantallas un siniestro y famoso musical. Donde el barbero diabólico se convierte en una víctima sujeta a un destino negro y violento. La venganza y el odio se convierten en su perdición… y más cuando la única persona en la que puede confiar guarda un terrible secreto que le destroza totalmente. Tras el dulce rostro de la ‘peculiar’ Mrs. Lovett (una magnífica Helena Bonham Carter) hay una máscara terrible y una trágica historia de amor. Aquí Depp vuelve a recuperar brío en un papel complejo: es como si Eduardo Manostijeras hubiese perdido toda su inocencia y ternura…

Alicia en el país de las maravillas (2010)

Poco puedo decir de esta versión de Alicia pues no llegué a verla en su día. Sólo que estaba ilusionada porque me parecía que el mundo de Carroll era ideal para Burton y Depp… pero fue de esas obras cinematográficas que esperas y de pronto dejas de tener ilusión según vas viendo imágenes o leyendo diferentes artículos. Sé que es asignatura pendiente pero creo que Depp como Sombrero Loco vuelve o regresa a los registros que no me gustaron en su Wonka de Charlie y la fábrica de chocolate.

Y una propina: La novia cadáver (2005)

Burton amante del mundo de la animación fue uno de los artífices de La novia cadáver un cuento tierno de amor y muerte donde su personaje principal, el encantador Victor está claramente inspirado en Depp.

… Lo que más me gusta sin duda de este dúo es que todavía les queda mucho que ofrecernos a estos espectadores (entre los que me incluso, apasionada) que esperan ávidos sus mundos con dosis de poesía vestida de negro.

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David O. Selznick y Jennifer Jones, hacia el romanticismo extremo

El obsesivo Selznick fue productor de un montón de películas memorables (sí, Lo que el viento se llevó y las primeras de la aventura americana del maestro del suspense, Hitchcock) y también impulsó la carrera de varios actores y actrices. Hombre complejo y siempre recordado (a veces únicamente) por las largas anotaciones que mandaba a sus sufridos directores y guionistas (y a otros trabajadores del mundo del cine) con cada uno de los puntos que veía que había que tener en cuenta o que había que cambiar en una película… Le gustaba tener el control completo de todo el proceso cinematográfico. Mimaba la película en la que se aventuraba. Se convertía en obsesión.

En la época de los grandes estudios, él luchó por convertirse en productor independiente y lo consiguió. En su andadura muchos actores y actrices se cruzaron en su camino y en los años cuarenta se enamoró de una actriz que estaba trabajando y actuando para lograr el estrellato… y él se convirtió en guía obsesivo de su carrera profesional y en su futuro esposo. Ella era Jennifer Jones. A partir de su unión profesional (primero) y sentimental (después. Se casaron en 1949 y permanecieron unidos hasta la muerte del productor en 1965), Selznick con mano férrea controló la carrera de Jones, tanto si era él productor de las películas que protagonizaba como si no (siempre estaba su mano…). Jones logró carrera interesante y bajo la batuta del productor Selznick fue protagonista de películas que se han convertido en parte de la memoria cinéfila colectiva. Reconozco que no profeso amor hacia Jennifer Jones, quizá porque en un ciclo que la dedicaron hace muchos años en la 2 me pareció la reina de la llorera y la exageración…y la cogí un pelín de manía. Aunque ahora estoy volviendo a recuperar su obra cinematográfica y mi percepción ha ido cambiando (está asombrosa en Carrie de William Wyler).

De este peculiar dúo destacaré aquellas películas en las que Selznick se acreditó como productor independiente. Y también dos coproducciones donde Selznick estuvo detrás de su esposa y de la obra cinematográfica dando curiosas situaciones.

Desde que te fuiste (1944) de John Cromwell

Primeras lágrimas de Jennifer Jones en una obra cinematográfica de Selznick, fruto de una época (Segunda Guerra Mundial). Película para animar a los ciudadanos estadounidenses que ven cómo sus vidas han cambiado con una guerra dura donde se ausentan los hermanos, padres, hijos, novios… (y quizá nunca regresen o vuelvan heridos física y mentalmente). Tipo señora Miniver, pero con familia americana unida jamás será vencida y sus vicisitudes en tiempos de guerra. Importante reparto femenino con Claudette Colbert a la cabeza y secundada por una joven y enamoradiza Jennifer Jones y una adolescente Shirley Temple. El que se ha ido a la guerra obviamente es el esposo y padre. Las cartas de la Colbert se suceden contando su día a día. De metraje interminable y con una lista de maravillosos actores secundarios. Estaría también presente un Joseph Cotten que actuaría varias veces como pareja amorosa de ficción de Jennifer Jones. Cotten, en esta película, no ama a la actriz sino que se muestra más pendiente del personaje de la Colbert. La joven Jennifer Jones en la película suspiraría por el personaje con rostro de Robert Walker (su marido en aquel momento y en trámites ya de divorcio).

Duelo al sol (1946) de King Vidor

Película a lo grande con producción de Selznick y por supuesto toda su atención en cada parte del proceso. La estrella no podía ser otra que su enamorada, Jennifer Jones. Que le da papel bombón, sensual y escandaloso, la mestiza Perla Chávez, en un historia de amor y pasión más allá de la muerte. Perla, una fuerza de la naturaleza, revuelve la vida de una familia, los McCandless. Y ahí están dos hermanos (como Caín y Abel) suspirando por su amor. Ellos son Gregory Peck y Joseph Cotten, el mal y el bien se dan la mano para amar a la misma mujer, una pasional Perla.

Lo demás ya es leyenda cinéfila… esos colores arrebatadores y ese final de amor más allá de la muerte en una montaña. El paroxismo.

Jennie (1948) de William Dieterle

Película de culto con producción de un hombre independiente que apuesta por la historia compleja resuelta de manera sencilla. Recuerdo su blanco y negro y la historia de un amor que sobrepasa el tiempo. Tiene apariencia mágica e irreal. De una niña que pronto se convierte en joven y en mujer… y que enamora a un pintor, a un creador en un momento artístico complicado, de vacío creativo. Él es Joseph Cotten. Ella es Jennifer Jones. Un romanticismo suave entre un creador y una musa fantasmal… Aquí es donde sale mi vena contra la pobre Jennifer Jones… no me la creo como tierna musa (imagino a otras).

Pasión bajo la niebla (1952) de King Vidor

De nuevo Selznick se va por una historia de tórridas pasiones al servicio de su señora esposa. Vuelve a confiar en Vidor y pone como amante al actor de moda, un rudo Charlton Heston. Apenas recuerdo este melodrama que quiero recuperar. Me encantará volver a verlo. Jennifer es Ruby Gentry, una campesina, despechada en amor y desgraciada siempre, llega a alcanzar estatus social al casarse con un hombre poderoso. Ruby es una mujer rechazada…, cuando accidentalmente muere el esposo, empezará un nuevo y tortuoso camino para cerrar heridas.

Adiós a las armas (1957) de Charles Vidor

Otra macroproducción de Selznick que sigue obsesionado con la carrera de su amada esposa. Esta vez es volver a llevar a las pantallas Adiós a las armas (adaptación de la novela de Hemingway). Espectáculo a lo grande que no consigue remontar y apasionar… y sí aburrir a veces. Además cuenta con un problema importante, la no química entre Rock Hudson y Jennifer Jones, que vuelve de nuevo a llorar desconsoladamente. No se consigue el aura mágica de Gary Cooper y Helen Hayes en la versión de los años 30 ni la elegancia de Frank Borzage. Fue el último trabajo profesional de Selznick y Jennifer Jones.

Dos curiosidades

También el productor actuó en la sombra (no tan en la sombra, bastante presente) en dos coproducciones para lanzar a su señora esposa fuera de las fronteras norteamericanas. Para que fuera dirigida por prestigiosos directores europeos afincados en Europa… Jennifer Jones estuvo presente en el mundo especial y mágico de Powell y Pressburger (en una película que no he podido ver ninguna de sus dos versiones… espero poder hacerlo pronto). El productor quería intervenir una y otra vez y no quedó satisfecho con el resultado de la película británica que se estrenó en 1950, Corazón indómito. De modo que curiosamente el productor obsesivo volvió a estrenar en EEUU otra vez la película en 1952 con varios cambios y escenas nuevas (dirigidas por otro, Rouben Mamoulian)… y otro título, Corazón salvaje. De nuevo la Jones se vuelve a poner, con el color especial de Powell y Pressburger, en la piel de una mujer salvaje y libre.

También consiguió que Jennifer Jones trabajara en producción europea con uno de los artífices del neorrealismo, Vittorio de Sica. La película fue todo un fracaso pero yo siempre que puedo la reivindico, Estación Termini (1953), una historia de amor en tiempo real, una larga y maravillosa despedida entre una mujer americana y su amante italiano (un bello Montgomery Clift) en una estación de tren.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

William Wyler y Lillian Hellman, con mucha conciencia social

Sigo alimentando y mimando la nueva sección de Dúos de cine. El mundo del cine también acoge grandes amistades y eso fue lo que se dio entre Wyler y Hellman a lo largo de los años. En los buenos y malos momentos. Y además también llevaron a cabo una colaboración profesional que dio obras cinematográficas que ahora recordamos. A Wyler le adoro como director y contador de historias. De Hellman desconozco su labor de dramaturga y conozco más su papel como guionista cinematográfica y su propia historia junto al escritor de novela negra Dashiel Hammett o sus dificultades en la época de la Caza de Brujas. La Hellman escribió obras muy autobiográficas entre las que se encuentra Pentimento, una de sus partes fue adaptada al cine por Zinnemann en Julia, una película que me encanta.

Las películas firmadas por ambos son: Esos tres de 1936 donde la Hellman adapta uno de sus éxitos teatrales pero pasándolo por el código Hays mucho más cerrado para ciertos temas que los escenarios teatrales. Wyler se está convirtiendo en un director a tener en cuenta. Después la maravillosa fábula social Dead end en 1937 donde ambos demuestran que en Hollywood no sólo se realizaba un cine de evasión sino otro cine con otras miradas diferentes y compromisos distintos. Para aterrizar en una creación genial de Wyler y Hellman, La loba, donde nos encontramos en el seno de una familia con la corrupción del dinero y el poder, 1941. Aquí Wyler ya era un mito. Y por último un remake de Esos tres pero en otros tiempos, La calumnia, de 1961.

Esos tres

Cuenta la historia de un triángulo amoroso que no se ha consumado. Todo transcurre en un colegio de niñas bien donde hay dos maestras jóvenes, el prometido de una de ellas, un doctor vital, y una niña que es una mala pécora. Y es la niña la que difama con mirada sucia (pero con un poso de verdad) y escandalosa a sus maestras que comparten hombre con desagradables consecuencias para todos. Sólo años más tarde podríamos ver la versión real de la historia, de la obra de teatro.

Wyler ya se muestra contador de historias que cuida a sus actores y que emplea con sumo mimo al lenguaje cinematográfico… con un uso siempre efectivo de los espacios. El triángulo amoroso no consumado lo conforman unas jovencísimas Miriam Hopkins (el papel con más matices) y Merle Oberon… y un actor que quiero reivindicar una y otra vez y que pronto le haré un perfil, Joel McCrea.

Dead end

Dead end es una fábula social donde se mezclan distintas historias de gentes de un barrio. Un barrio especial porque se esconde la miseria a la vez que ven continuamente ricas casas de poderosos vecinos. Cada uno tiene sus sueños, sus desilusiones y sus complejas historias. Es una película de personajes que ocurre en un mínimo espacio, en un trozo de calle, y como siempre Wyler hace un manejo genial del espacio. Una película donde se reflejan los contrastes sociales y las hipocresías. Un tema al que es sensible la siempre reivindicativa Hellman.

La labor maravillosa también se realiza con los actores del reparto que cada uno de los cuales tiene unos papeles con jugo. También supone el estreno de los Dead end, un grupo de muchachos-adolescente que harían una serie de películas y que empezaron con ésta su andadura. Sus primeras películas tenían siempre un toque social sobre las dificultades de los jóvenes en ambientes marginales. Algunos de los actores que ‘circulan’ con su personaje por este callejón sin salida son: Sylvia Sidney, Joel McCrea (de nuevo), Humprhey Bogart y Claire Trevor.

La loba

En la época dorada de los grandes melodramas de Wyler con el rostro de Bette Davis (otro dúo de cine) también se inmiscuyó la Hellman creando un personaje perverso, el de Regina Giddens seguida de sus dos hermanos a cada cuál peor. Los tres persiguen el poder económico y social y harán lo que sea por conseguirlo. En un ambiente sureño rancio estos personajes van minando cualquier tipo de sentimiento positivo y arrastran a la perdición a la buena gente. Todo por la herencia familiar, por el dinero y el poder. Se llevan por delante a marido, mujer, hijos… Y entre ellos se comportan como tarántulas. Una historia sobre la corrupción y la decadencia… Un placer sin igual.

Wyler ofrece sus mejores artes y cuida cada vez más el lenguaje en una obra elegante, sofisticada y bien construida. La Hellman crea unos diálogos y unas situaciones memorables. A Bette Davis le acompañan Teresa Wright (el espíritu inocente que se dará cuenta que su hogar está podrido) y Hebert Marshall (el marido honrado y enfermo que protagoniza muerte terrible). Por ahí ya hace sus pinitos uno de los malos oficiales del cine (sobre todo en el cine negro de Lang), un joven Dan Duryea.

La calumnia

Lo que en los años 30 hubiera sido un escándalo si se lo hubieran dejado contar a Hellman y Wyler en Esos tres… en los años sesenta quedó como película correcta y sensible pero sin ápice de escándalo. No chocó a los espectadores del momento, como sí quizá podría haberlo hecho algo más en los 30. Sin embargo el trasfondo de esta historia sí que subsiste. El drama tremendo queda. La decisión final de una de las protagonistas de la historia sobrecoge. Esto muestra que la obra teatral de la Hellman está bien construida y es buena… porque lo que cuenta va más allá del escándalo.

De nuevo un colegio de elite, de niñas, y dos sensibles profesoras. Otra vez niña mentirosa y odiosa de mirada sucia que difama a las maestras y destroza sus vidas. De una mentira surge el rechazo social, la hipocresía y las acciones injustas que irán minando la salud mental de las protagonistas. La odiosa niña difama a las maestras… porque entre ellas tienen una relación lésbica escandalosa que puede ver ‘una inocente niñita’.  La difamadora recibe toda la credibilidad y a las maestras no las dejan explicación alguna. Son juzgadas sin piedad por toda la sociedad, por las familias de las niñas ricas, como si estuvieran haciendo lo peor del mundo. Además una de las maestras realmente va descubriendo que sí que siente más que amistad por su compañera de trabajo…

Wyler de nuevo crea una obra cinematográfica elegante y cuidada con una Audrey Hepburn y una Shirley McLaine absolutamente entregadas a sus papeles. El paternaire masculino es un siempre atractivo James Garner (perfecto como hombre florero). Como unión a la obra de los años 30 vemos en un papel secundario importante a una anciana Miriam Hopkins.

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John Frankenheimer y Burt Lancaster, dos tipos muy serios

 

Estreno sección. Dúos de cine. Matrimonios cinematográficos. Dos actores, dos guionistas, un productor y un actor o actriz, un director y un actor o actriz…, todas las combinaciones son posibles.

Para empezar lo hago con mi querido, querídisimo Burt Lancaster, que durante su carrera siempre quiso evolucionar como actor serio, muy serio. Y además elegir sus papeles con tino. Lancaster además quería participar en un cine de compromiso social y de actualidad del momento. No quería películas vacías sino que expresasen y contasen algo importante. Y uno de sus directores cómplices con el que realizó cinco películas fue el también serio John Frankenheimer. Y cuando estaban los dos unidos en los créditos… algo surgía que merecía la pena. De sus cinco películas he visto cuatro y me queda por ver y disfrutar Los temerarios del aire. De las otras cuatro, todas me parecen buen cine y de interés pero mi favorita sin duda es El tren, que me parece una pasada de película bélica. Los jóvenes salvajes es un buen drama social. El hombre de Alcatraz es la más ‘popular’ y es un intimista drama carcelario. Y Siete días de mayo es un thriller político con pulso y grandes actores.

Los jóvenes salvajes (1961)

Cuando estaba triunfando el musical West side story que ponía en clave de Romeo y Julieta el enfrentamiento entre pandillas de jóvenes de distintas nacionalidades (los puertorriqueños y otros inmigrantes con una situación marginal –polacos, italianos…–) provocando delincuencia juvenil y un malestar entre ellos y el barrio en el que habitan. Pandillas que van enredando sus existencias hasta terminar en dramas diarios… donde ellos sobreviven (y protegen su ‘territorio’, lo único que tienen, lo único a lo que aferrarse) y nadie hace nada por mejorar la situación social de cada uno de los chicos. Pandillas que siguen sus andanzas y dramas hoy. Bien, cuando estaba triunfando este musical de calidad con aires sociales se cruzó en cartelera con el primer trabajo juntos de Burt Lancaster y John Frankenheimer (su primer largometraje en el cine. El director  había hecho anteriormente televisión) que presentaban el mismo tema en clave de realismo social. Un hispano ciego es asesinado por una pandilla de tres italo-americanos. El asesinato lo vemos a través de sus gafas oscuras (ya vemos ahí cómo se las gasta Frankenheimer que sabe narrar a través de la imagen, conoce el lenguaje cinematográfico).

Burt Lancaster es un hombre con ambiciones profesionales y políticas, ayudante del fiscal del distrito, que ve en un principio un caso fácil y para conseguir metas laborales. Así que sin dudarlo acusa a los tres italo-americanos de la pena máxima. Pero pronto se deja llevar por el caso y se da cuenta de que todo es mucho más complejo. Así poco a poco va sintiéndose presionado por su pasado (él también fue un inmigrante italiano marginal que cambió su apellido para subir en la escala social), también aparece la madre de uno de los acusados que es ni más ni menos que una antigua novia suya (Shelley Winters que borda su papel de madre trabajadora en situación precaria), su propia esposa (una mujer rica pero progresista y totalmente en contra de la pena de muerte), ambas pandilla, su jefe (que aspira a gobernador y ve en este caso una posibilidad de ganar votos si emplea un castigo ejemplar para los culpables)… La película consigue el estilo Frankenheimer: tener al espectador siempre en vilo hasta el final de la proyección.

El hombre de Alcatraz (1962)

Su siguiente trabajo unidos da una de sus interpretaciones más recordadas a Burt Lancaster. La película es un intimista drama carcelario. Un conflictivo preso, Robert Stroud, al que condenan durante más de una década al aislamiento más absoluto no pierde su dignidad humana (desde luego no gracias al sistema penitenciario) sino porque un día entra en su celda un pajarillo herido, le cuida y le cura. A partir de ahí se convierte, con tesón y mil y una dificultades, en un especialista de los pájaros. El hombre-bestia contra la sociedad que le golpea una y otra vez se convierte en el hombre sensible y apasionado que se vuelca en aquello que le devuelve como ser humano. Los pájaros y sus alas le dan libertad a su cabeza. De nuevo Burt Lancaster y Frankenheimer con su mirada intensa devuelven una historia apasionante de un hombre gigante que se vuelca en seres pequeños… y es lo que convierte en forma de lucha para combatir un sistema penitenciario que trata no de mejorarlo como persona sino de anularlo cada día… Por ahí secundarios de oro como Karl Malden y una estupenda Thelma Ritter (sólo ella podía ser la madre de Lancaster).

El tren (1964)

Sin duda una película emocionante donde Lancaster se sale y Frankenheimer sigue mostrando que es un maestro del relato cinematográfico y de ponernos de los nervios hasta el final. Cine emocionante. De tensión. Y con historia maravillosa. Transcurre en París, un París que pronto va a ser liberado, pero antes los nazis cargan un tren con los cuadros más importantes que se encuentran en el seno de la capital francesa para llevárselos a Alemania. La película cuenta como un grupo de partisanos (muchos de ellos no conocen los cuadros pero sí viven su pertenencia, sí viven que es algo que no se pueden llevar los nazis…) trata de evitar por todos los medios (incluso arriesgando sus vidas) que esos cuadros no salgan de Francia. El uso que hace Frankenheimer del tren como espacio cinematográfico es absolutamente asombroso. El viaje es intenso y emocionante. Al mando de los partisanos un maravilloso y ágil héroe, Burt Lancaster. No se la pierdan.

Siete días de mayo (1964)

La última que he visto, ha sido Siete días de mayo, thriller político, género en el que Frankenheimer mueve los hilos con pulso. Adapta un bestseller y pone en pantalla una situación ficticia que en cualquier momento podría ser real. Es película de la Guerra Fría. Y película que defiende la democracia como el mejor de los sistemas políticos dentro de sus fallas y desequilibrios. Así vemos como un presidente de EEUU (fantástico Fredric March) vive durante siete días la peor de sus pesadillas. Vive un momento político delicado en que la firma de un tratado con la URSS para el desarme no ha caído bien a un pueblo que vive bajo el yugo del miedo ni entre los militares que con el capitán Scott a la cabeza (poderoso Burt Lancaster) deciden derrocar al presidente con un golpe de estado. La sombra del fascismo es alargada…

La película narra el pulso entre el presidente y sus hombres de confianza y los militares que preparan minuciosamente el golpe de estado. En medio de los dos mundos se encuentra Kirk Douglas un militar que tiene claro (que aunque él tampoco apoya en exceso el tratado) que están ahí para defender la constitución y el sistema democrático… y no para derrocarlo. Por ahí se escapa una belleza decadente con mucha vida a cuestas que sólo podía dar rostro Ava Gadner. Y como siempre entre secundarios de oro un Edmon O’Brien que se sale.

Un dúo cinematográfico que merece la pena rescatar y recordar, ¿no creen? A mí me queda todavía la asignatura pendiente de Los temerarios del aire.

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