Two lovers de James Gray

Sólo he visto La noche es nuestra y Two lovers de James Gray y he de decir que en ambas me ha pasado lo mismo. Gray sabe filmar, emplea muy bien el lenguaje cinematográfico, logra atrapar con la fuerza de sus imágenes y va creando un universo propio siguiendo los patrones de una narrativa que sigue los cánones clásicos para contar una buena historia. Cuando me pongo frente la pantalla enorme, en la oscuridad de la sala y surgen sus imágenes e historias empiezo a emocionarme pero al final nunca estallo. Me quedo en el camino. Sin embargo, nunca llega a decepcionarme del todo y sus películas permiten interesantes análisis.

Two lovers es un estudio del amor. Gray deja los caminos del thriller y nos mete de lleno en una película de género romántico envuelta en melancolía. Los tonos grises e invernales, las imágenes casi de ensueño, nos avisan. Porque Gray nos mete de lleno en la mente de un enfermo emocional —como tantos enfermos emocionales que cada vez más pueblan el mundo—, Leonard (Joaquín Phoenix, hasta ahora su actor-fetiche). Y es que Leonard es un muerto en vida, un joven que pulula por el hastío que le supone la vida, un enfermo bipolar que trata de mantener sus emociones en lugar seguro: una existencia planificada, monótona y familiar sin sobresalto alguno que le permita ser un muerto en vida y aguantar los temporales emocionales.

Leonard, apacible y tranquilo, con bajadas al abismo que le hacen intentar el suicidio, en casa de papá y mamá protegido por el tranquilo negocio del padre en una tintorería. Leonard que sufrió un mal de amores que le hizo caer poco a poco por el tobogán y que trata de protegerse ocultando sus emociones, siendo un muerto en vida. A nuestro protagonista se le plantea un dilema nada más comenzar esta historia: en un mismo espacio temporal conoce a dos mujeres. Su vecina Michelle (etérea Gwyneth Paltrow) y Sandra, una hija de un matrimonio amigo de sus padres (carnal y real Vinessa Shaw). Y Leonard en el centro sabe que la primera le permitirá seguir vivo emocionalmente, un volcán que arrasará y seguro dolerá y la segunda le proporcionará una estabilidad emocional y seguridad de mantener en calma el torbellino, es decir, seguir muerto en vida apaciblemente.

Y quizá es esa corrección formal que permite imágenes bellísimas y composiciones perfectas las que hacen que la emoción no estalle ante el dilema que se le plantea a Leonard. Siempre está en punto de ebullición pero finalmente no estalla. Recuerdo dramas románticos de los últimos tiempos que me hicieron estallar como, por ejemplo, El final del romance que me llevó hasta el éxtasis y me apeno porque Gray casi lo consigue pero no llega a crear la tensión emocional que sugiere la historia.

Gray explica que Two lovers es una libre, muy libre adaptación, de la novela corta de Dostoyevski, Las noches blancas, y entonces me viene a la cabeza la película de Visconti, Dios, ahí sí que estallé emocionalmente ante el dilema de un aburrido funcionario con cara de Mastroianni que durante cuatro noches vive en un limbo emocional e ideal junto a una inestable y misteriosa mujer casada. Ahí sí que sentí el drama del protagonista, los protagonistas. En Two lovers lo intuyo pero Gray se contiene aunque deja un sabor melancólico en esa salida y salvación que ofrece al personaje. Todos intuimos en esa última escena toda su historia futura.

Gray tiene muchos aciertos. Sentimos cómo Leonard idealiza a una etérea Michelle a la que mira por la ventana o a la que ama en las alturas en una azotea, sin que nadie les vea, o en el patio interior…, o en un vagón de metro, o en una discoteca de música estridente. Michelle es otro tobogán emocional y ambos se identifican pero ambos saben que para mantenerse cuerdos necesitan no ser valientes. Y Gray nos muestra el reino de seguridad que ofrece Sandra, un mundo carnal, terrenal, real y seguro.

Por otra parte, el director muestra de nuevo el territorio familiar y el entorno. Esta vez Leonard pertenece a una familia de clase media judía con unos padres protectores que tratan de encarrilar las emociones de su extraño hijo. Encarrilar su mirada. Así tenemos oportunidad de asistir a un recital de miradas, sentimientos y apariencias tras los rostros amables de Isabella Rosellini y Moni Moshonov.

Two lovers no estalla pero refleja un interesante estudio de un hombre enfermo emocionalmente que peligra su estabilidad mental cuando ama…, que es justamente cuando vive…

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