Diccionario cinematográfico (112)

Calle: vamos a centrarnos en un único significado. Imaginemos una gran ciudad o pequeña localidad y busquemos “una vía entre edificios o solares”. La vía entre edificios y solares es su fría definición… pero todos sabemos que no sólo eso define una calle. La vida que puebla en ella es calle, el cine innumerables veces nos ha mostrado esas calles que son movimiento, que son vida, que son historias, que son edificios, que son terrazas…, cientos de seres humanos que se cruzan, que se encuentran, que se chocan, que se pierden, que se despiden, que lloran y arrastran historias. Calles míseras, calles de espectáculo, calles de estudio, calles reales, calles que describen una ciudad…

En la calle 42 podemos disfrutar de un espectáculo musical de Broadway o adentrarnos en uno de sus edificios antiguos para disfrutar de un ensayo de Tío Vania.

New York y sus calles se convierten en escenarios de películas de Woody Allen donde sus personajes se enamoran y desenamoran, hacen colas para entrar al cine y ver exposiciones, o entran en sus restaurantes y bares para mientras comen desentrañar misterios o decirse palabras de amor o engaño. Pero sus calles también son escenarios de historias tristes, de luchas entre bandas, de Romeos y Julietas cuyas bandas no se ponen de acuerdo en el West Side. O son las calles que conducen al desaliento a un vaquero de medianoche que se quiere convertir en gigoló pero los reveses le llevan a ser chapero. El vaquero sobrevive porque siempre va acompañado de su inseparable Risto, que conoce la vida de las calles, que cojea y se arrastra, como cojea y se arrasta su vida.

En las calles ocurren sucesos entrañables en pequeñas o grandes localidades. Ahí nos encontramos con la vida de George Bayle, en la calle con sus vecinos, y podemos ver la transformación de su localidad, cuando tiene la oportunidad de ver que hubiera sido la vida, ahí, en sus calles, sin su presencia. Y así descubre que, quizá, aunque no lo parezca, aunque se rinda, a veces, la vida es bella.

La calle y cada una de sus esquinas es el hogar de Charlot. De la gente que pasa ignorando al sin hogar o de aquellos que le miran a los ojos…, y le reconocen. Allí va acompañado de un niño, de un perro callejero o de otros en situación similar. En la calle, es un superviviente.

En la calle también se encuentra una pequeña tienda, que es el bazar de las sorpresas. Una tienda con sus clientes habituales, con sus dependientes, con sus enredos y vivencias…

Por estos lares, Neville contaba historias de las calles. La historia de unos vecinos que ven las transformaciones físicas e históricas en un sólo trozo de pavimento, Mi calle. O cuenta esas películas de fantasías y asesinatos, ya saben en la calle Bordadores. Y en estos lares también reconocemos un Madrid de Barrio por el que paseamos de la mano de Almodóvar y también de Fernando León. Aquí también estaba esa calle mayor de provincias donde ocurren dramas, donde gastan bromas a señoritas solitarias o esa calle donde Fernando Fernán Gómez, el inquilino, es incapaz de mantener su casa para los suyos…, y sólo encuentra una salida, construir a la vista de todos, una casa sin techos ni paredes, sólo con muebles.

Y, cuando las películas viajan y reconocemos las calles de Roma en las vacaciones de una princesa o la belleza de un París que esconde rostros a lo Belmondo o Serbeg al final de la escapada… O es en un París de extrarradio donde tres jóvenes conocen, en su día a día, lo que es el odio.

O esas calles por donde el tiempo pasa pero los vecinos permanecen. Calles que se transforman ante nuestros ojos porque pasan los años, los meses o las horas de un mismo día. Y entonces vemos el espíritu y vida en las calles en películas como En construcción, Suite Habana o Caro Diario.

Y es en las calles de París donde se narran historias de amor o desamor. Donde se pasea Irma la Dulce o el niño de los 400 golpes o la Liz Taylor llorosa en busca de su escritor americano. O es en Londres donde transcurre una guerra, donde dos amantes se buscan y se separan por un milagro… O es en calles italianas donde Sofia se encuentra con Marcelo y se aman o se gritan. O, de nuevo, una calle de Manhattan es recorrida al amanecer por una chica de traje negro y gafas oscuras que se para frente al escaparate de Tiffany para ver si supera un día rojo. O es un poco más allá donde la vecinita de al lado, la rubia tentación, pasa por la calle con vestido blanco que alza el vuelo cuando bajo sus piernas pasa un metro veloz y sube el aire… O si volvemos a la Roma ciudad abierta donde Pina corre tras su amado y es tiroteada, allí, en la calle, delante de todos los vecinos horrorizados.

Es en la calle donde se ve que… y el mundo marcha o donde los muchachos del Bronx viven sus dramas.

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