Los abrazos rotos

¿Cómo os diría yo? Me salen retazos. Frases rotas, frases cortas.

Estéticamente, qué bueno es el director manchego.

Zapato rojo.

Paisajes de Lanzarote.

Interiores.

Fotografías rotas.

Imágenes en pantalla.

Cómo ama el cine el director manchego.Tanto lo ama y tantos homenajes que se olvida, a veces, de que la historia sea creíble. De llegar. De crear unos personajes principales con alma.

Cuánto homenaje.

Nos regala por eso momentos. No un todo. Pero momentos aislados bellos…, ahí están.

Qué hermosa la historia del hijo de Arthur Miller.

Cómo me gusta Pe doblándose a sí misma en escena de melodrama pasional.

Pe y Homar hablando en la cocina.

Qué lástima no sentir mucho más pero mucho más esa historia de amor no correspondido. Esa Blanca Portillo, que no abandona nunca. Que ama siempre.

Recuerdo por ahí Te querré siempre, a melodrama Sirk o Minnelli, con algunas gotillas de cine negro. Y por supuesto, escena de escaleras, no podía faltar (ahí podemos ver esencia de La loba, con aroma de Que el cielo la juzgue o unas gotitas de Scarlet enfurecida.

Por ahí nos encontramos con homenaje total a su propio cine. La sombra de Mujeres al borde de un ataque de nervios es alargada. Gazpacho, pastillas, teléfonos, camas quemadas, doblaje y mujer enamorada metida en lío de drogas. Esta vez una concejala. Apariciones fugaces de Lampreave, de nuevo de portera muy especial o una Rosi de Palma que es una aparición que sabe a poco.

Personajes secundarios. Con actores y registros. Qué genial Lola Dueñas. Por ahí promete un Tamar Novas a ratos cálido o tierno. Al único que veo un poco por exigencias de guión —por justificar las grabaciones entre los amantes de la función y ese hermoso beso antes de accidente fatal— es a un Rubén Ochandiano con pelucón que hará historia. Impresiona una caracterizada y aventajada, pero siempre hermosa, como madre sufrida de la protagonista, Ángela Molina.

Pe, en su papel de chica que se come la cámara. Chica que escala posición social juntándose con un famoso e influyente empresario pero no encuentra el amor hasta que cae en brazos de prestigioso director. Actriz-mujer en rol de heroína melodramática que al final, sin quererlo, supone la perdición de dos hombres… y más afectados. Por sus abrazos rotos.

Dos hombres con los rostros duros de Lluis Homar y José Luis Gómez. Uno director de cine apasionado y después guionista ciego y otro como empresario totalmente obsesionado por el amor de una mujer.

Por último, Blanca Portillo, papel intenso y de sentimiento. Que a veces deslumbra con un poco de calor… en una película-melodrama que debería haber sido menos correcta y con mucho más corazón. Me apetece, de todos modos, volverla a ver en comedia gamberra. Ha demostrado de sobra sus registros y su capacidad para el drama. En Volver casi nos hizo volver a hacer reír a carcajadas. Me apetece.

El guión, la estética, la fotografía, el homenaje… todo bien hecho y colocado. Estructurado. Tan bien hecho que como repito falta espontaneidad, pasión, sentimientos como puños… al director manchego finalmente no se le ha ido la cabeza. Y para mí fue una pena.

Me quedo con la fotografía borrosa de dos amantes en un coche. Y el beso. Un beso.

La duquesa

¿Queréis pasar una tarde agradable?¿Os apetece un melodrama de época de factura técnica impecable, con intérpretes con ángel y una banda sonora que no sale nunca de tus oídos? La duquesa es vuestra película, sin duda alguna. 

Película fastuosa de consumo rápido. Película espectáculo para entretenerse con personaje histórico de por medio que para más inri la promoción ya nos ha hecho llegar hasta la saciedad que Georgina, la duquesa de la película, era descendiente de Lady Di. Hasta ahí el paralelismo. 

Yo que queréis que os diga, no me pareció el peliculón pero disfruté. Me encantó la ambientación, los enormes palacios, las fiestas y bailes, el elaborado vestuario, las pelucas, los maquillajes… Me pareció que tenía una fotografía correcta y bella. La banda sonora con una buena melodía y por supuesto mucha música clásica de Mozart, Bach, Beethoven… 

El personaje principal es atractivo. Un personaje histórico con algo que contar y sobre todo destaca el papel de la mujer en el siglo XVIII. La mujer aristocrática que se casa joven en un matrimonio concertado y que su papel más importante es dar un descendiente varón a la familia. Mujer sin derechos, sin libertad, totalmente atada a los designios de la familia, del marido, de la sociedad, encerrada en el hogar…, sin derecho siquiera de ser amada o respetada por el esposo. Sin embargo, es consciente de su falta de libertad y Georgina es inteligente, sabe codearse con la sociedad y ser admirada tanto por su belleza como por la moda, intenta encontrar resquicios de libertad a través de sus relaciones personales con políticos, el juego, el teatro… aunque siempre sus ansias serán quebradas. 

Georgina tiene el rostro de una Keira Knightley que está perfecta en su papel. Bella, divertida, triste, tierna, enamorada, dramática, elegante…, sin duda, Knightley es buena intérprete para película de época y además ya todos sabemos que sabe de otros roles. A Keira no se la encasilla fácilmente. Su esposo, el duque, es un profesional Ralph Fiennes que hace a la perfección su papel de antipático esposo, antipático aristócrata, más interesado por sus perros (y yo adoro a los animales) que por cualquier humano que pase por su lado. Que trata a su mujer como mero recipiente de un hijo varón —las damas no valen— y la encadena a su lado. Después, nos encontramos con dos jóvenes intérpretes que van abriéndose carrera en el mundo del cine para encarnar a los amantes de ambos esposos (él es Dominic Cooper y ella es Hayley Atwell). Por supuesto, tampoco falta intérprete de prestigio, intérprete del pasado, una estupenda Charlotte Rampling como madre de Georgina, increíble y terrible en los consejos que da a una hija cada vez más desesperada de su situación. 

Ya ven entretenida y olvidable pero que buenas tardes se pasan de vez en cuando con estos productos barrocos y correctos de amores desgraciados, de viajes a otras épocas. Con guiones flojillos pero técnica perfecta y actores con glamour. Yo, ayer por la tarde, me dejé envolver por la crónica rosa del siglo XVIII, ahí en Gran Bretaña. Pobre Georgina, pobre niña rica, entre juegos, teatros, bailes y casas suntuosas no sabe lo que es el amor y sí mucho de humillación.

La extraña mujer (The strange woman, 1946) de Edgar G. Ulmer

Ulmer pertenece a la categoría de directores olvidados y de carrera irregular que estaban alejados de las grandes producciones de Hollywood, de los presupuestos astronómicos, de los repartos estelares y con muy poco tiempo para llevar a cabo sus producciones de bajo coste. Sin embargo, es de esos directores de películas de serie B que logró varios títulos míticos y que además, a veces, contó con repartos adecuados para sus películas-pesadilla-ensoñación-poesía.

Como la película que hoy comentamos en nuestro baúl, o la más mítica Detour o la más terrorífica Satanás.La extraña mujer no es película redonda pero tiene una poesía peculiar en alguna de sus escenas, muestra un mundo oscuro de principios del XIX en una ciudad que se dedica a la industria maderera donde no hay ni ley ni orden, refleja la doble moral de los empresarios y personas importantes de la localidad y la fuerte personalidad de una mujer contradictoria.

La película es un melodrama intenso donde el loco amor de la protagonista y su afán por conseguir una posición social y huir de la miseria la hacen capaz de los mayores heroísmos y las mayores maldades. Ahí reside la dificultad del personaje. En escenas es una verdadera hija de su madre y en otras muestra cómo es el personaje menos oscuro e hipócrita.

La extraña mujer tiene el rostro hermosísimo (casi mágico e imposible) de una siempre esfinge Hedy Lamarr (que ya dejó sin respiración en su tierra natal, Checoslovaquia, con su secuencia de desnudo en Éxtasis. Después en Hollywood protagonizó una carrera irregular pero con dos o tres títulos inolvidables). Una mujer que logra salir de lo más bajo de la escala social para convertirse en toda una dama para ello no duda en usar su belleza y encanto femenino para enredar a un rico y anciano comerciante, a su pusilámine hijo —un amigo de la infancia— y a un atractivo capataz prometido con una de sus mejores amigas (que será el amor de su vida y la posibilidad de alcanzar la felicidad). También conoce perfectamente —es una superviviente— la doble moral y cómo ejercer la caridad de tal manera que se gana el respeto de todos.

La esfinge Lamarr luce en cada una de las escenas llenándolas de ambigüedad. Siempre intuimos las verdaderas intenciones de una mujer que puede ser tremendamente cruel pero también transparente y con una forma de actuar coherente. Louis Hayward logra estar inquietante como ese hijo que teme el agua y que siempre se ha sentido atraido por la amiga de la infancia…, se ve su caída en desgracia por la fallida consecución de un amor que se rebela finalmente. Lamarr le seduce y usa para sus objetivos y finalmente le rechaza. Este actor un año más tarde protagonizaría la también oscura House by the river de Lang y clavaría su papel de hombre oscuro y desagradable. El padre, rico empresario e influyente en la ciudad (su doble moral surge continuamente), Gene Lockhart (benditos secundarios) es el hombre mayor que logra a Lamarr como esposa. Ella sólo estará a su lado por suponer un escalón más para su subida social. Ante los demás aparece como esposa devota pero sus sentimientos sueñan con que algún día pueda quedarse viuda. Y, por último, el capataz con cara de George Sanders como un hombre recto y bueno que queda totalmente atrapado por la protagonista…sólo que esta vez ella ama de verdad. Y él también.

Película melodrama en intenso blanco y negro, en ciudad portuaria, con sus tugurios y miserías, con el alcohol siempre presente, con penumbras, llena de escenas de amor exacerbadas y declaraciones de amor extremo. Luces y muchas más sombras. Casas que ocultan la desgracia, la presencia siempre de la muerte. Una cabaña lejana, el fuego y la tormenta que desata las pasiones de los personajes, los predicadores y las iglesias donde siempre está presente el pecado… y una mujer extraña que sucumbe ante el poder social y empresarial y el no poder alcanzar la felicidad junto al hombre que ama.

No es una obra de arte… pero envuelve al espectador en esa ciudad extraña donde todas las pasiones son vomitadas en cada metro de fotograma.

Concierto para clarinete de Mozart y el cine

Mozart y el cine.

Más que la maravillosa Amadeus.

Una de las partes más maravillosas del concierto para clarinete forma parte de la banda sonora de Memorias de África.

De esa comedia linda de los 90 que fue Matrimonio de convenencia.

Acompañó a todo un amante en apuros como Richard Gere en American gigolo.

Y probablemente descubramos muchas más películas donde esta melodia mágica forma parte de imágenes inolvidables.

No pierdan la oportunidad de escucharla.

Diccionario cinematográfico (96)

Boxeador: luchador o luchadora. Vidas duras. Golpes fuertes. Muchos boxeadores cinematográficos salen de unas vidas de exclusión social y el boxeo se convierte en salida y también en encierro.

Boxeadores inolvidables.

Que me decís de Terry en La ley del silencio o de Rocky Graciano en Marcado por el odio. Dos bellos con rostros de Brando y Newman en potentes historias de perdedores que salen adelante. Que se caen y se vuelven a levantar.

Hay campeones míticos, que se superan en la lucha, Stallone debe mucho a un Rocky interminable que llega a hombre jubilado. O hay perdedores que te dejan lágrimas en los ojos como ese Mickey Rourke que te hace llorar en cada escena de El luchador.

Pero si queremos seguir con más lágrimas no nos olvidemos de dos películas de mismo argumento. Luchador perdedor pero buena persona con hijo que sufre y le apoya. El clásico tenía el rostro magnífico de Wallace Beery. El más moderno, el de los setenta, el rostro bello de Voight. Ellos eran protagonistas de El campeón en distintas épocas.

Clint Eastwood nos presenta a heroína en una historia sobre lucha y muerte estremecedora. Ella es Maggie y la película Million Dollar Baby. Boxeo y muerte una mezcla de donde salen mucho arte y emociones.

Aparte de las risas que provocan esos genios que son Charlot o Buster Keaton en el ring, también intentó risas fallidas la musa de la comedia de los setenta, Barbra Streisand en Combate de fondo.

El cine negro nos regala tesoros como Cuerpo y alma donde John Garfield es Charlie Davis, un joven que cae en las redes de la corrupción y el poder que rodean el mundo del boxeo. Y la maravillosa Noche en la ciudad (otra modalidad de lucha greco-roma) donde se reflejan los tejemanejes alrededor de estos combates con sus víctimas y verdugos.

Nuestro paseo nos lleva también a Daniel Day Lewis en The boxer, otra manera de entender el conflicto irlandés a través de un joven boxeador que trata de dejar atrás su pasado y de abrir un centro de entrenamiento donde los jóvenes no caigan en la violencia política.

Otro inolvidable boxeador tiene rostro de Robert de Niro en su Toro salvaje y su representación de Jake la Motta, su ascenso y caída con la mafia alrededor.

Y nos vamos con Russell Crowe y su boxeador de la Depresión en Cinderella Man. Subir al ring para poder dar de comer a los suyos.

Puñetazos directos  al espectador con imágenes inolvidables y buenas historias. El recorrido es interminable.