La extraña mujer (The strange woman, 1946) de Edgar G. Ulmer

Ulmer pertenece a la categoría de directores olvidados y de carrera irregular que estaban alejados de las grandes producciones de Hollywood, de los presupuestos astronómicos, de los repartos estelares y con muy poco tiempo para llevar a cabo sus producciones de bajo coste. Sin embargo, es de esos directores de películas de serie B que logró varios títulos míticos y que además, a veces, contó con repartos adecuados para sus películas-pesadilla-ensoñación-poesía.

Como la película que hoy comentamos en nuestro baúl, o la más mítica Detour o la más terrorífica Satanás.La extraña mujer no es película redonda pero tiene una poesía peculiar en alguna de sus escenas, muestra un mundo oscuro de principios del XIX en una ciudad que se dedica a la industria maderera donde no hay ni ley ni orden, refleja la doble moral de los empresarios y personas importantes de la localidad y la fuerte personalidad de una mujer contradictoria.

La película es un melodrama intenso donde el loco amor de la protagonista y su afán por conseguir una posición social y huir de la miseria la hacen capaz de los mayores heroísmos y las mayores maldades. Ahí reside la dificultad del personaje. En escenas es una verdadera hija de su madre y en otras muestra cómo es el personaje menos oscuro e hipócrita.

La extraña mujer tiene el rostro hermosísimo (casi mágico e imposible) de una siempre esfinge Hedy Lamarr (que ya dejó sin respiración en su tierra natal, Checoslovaquia, con su secuencia de desnudo en Éxtasis. Después en Hollywood protagonizó una carrera irregular pero con dos o tres títulos inolvidables). Una mujer que logra salir de lo más bajo de la escala social para convertirse en toda una dama para ello no duda en usar su belleza y encanto femenino para enredar a un rico y anciano comerciante, a su pusilámine hijo —un amigo de la infancia— y a un atractivo capataz prometido con una de sus mejores amigas (que será el amor de su vida y la posibilidad de alcanzar la felicidad). También conoce perfectamente —es una superviviente— la doble moral y cómo ejercer la caridad de tal manera que se gana el respeto de todos.

La esfinge Lamarr luce en cada una de las escenas llenándolas de ambigüedad. Siempre intuimos las verdaderas intenciones de una mujer que puede ser tremendamente cruel pero también transparente y con una forma de actuar coherente. Louis Hayward logra estar inquietante como ese hijo que teme el agua y que siempre se ha sentido atraido por la amiga de la infancia…, se ve su caída en desgracia por la fallida consecución de un amor que se rebela finalmente. Lamarr le seduce y usa para sus objetivos y finalmente le rechaza. Este actor un año más tarde protagonizaría la también oscura House by the river de Lang y clavaría su papel de hombre oscuro y desagradable. El padre, rico empresario e influyente en la ciudad (su doble moral surge continuamente), Gene Lockhart (benditos secundarios) es el hombre mayor que logra a Lamarr como esposa. Ella sólo estará a su lado por suponer un escalón más para su subida social. Ante los demás aparece como esposa devota pero sus sentimientos sueñan con que algún día pueda quedarse viuda. Y, por último, el capataz con cara de George Sanders como un hombre recto y bueno que queda totalmente atrapado por la protagonista…sólo que esta vez ella ama de verdad. Y él también.

Película melodrama en intenso blanco y negro, en ciudad portuaria, con sus tugurios y miserías, con el alcohol siempre presente, con penumbras, llena de escenas de amor exacerbadas y declaraciones de amor extremo. Luces y muchas más sombras. Casas que ocultan la desgracia, la presencia siempre de la muerte. Una cabaña lejana, el fuego y la tormenta que desata las pasiones de los personajes, los predicadores y las iglesias donde siempre está presente el pecado… y una mujer extraña que sucumbe ante el poder social y empresarial y el no poder alcanzar la felicidad junto al hombre que ama.

No es una obra de arte… pero envuelve al espectador en esa ciudad extraña donde todas las pasiones son vomitadas en cada metro de fotograma.