E. E. Cummings en Hannah y sus hermanas

Ayer volví a dejarme llevar por una película de Woody Allen. Le tocó de nuevo el turno a Hannah y sus hermanas (1986) que hacía mucho tiempo que no la había vuelto a ver.

De nuevo el director, amante de Nueva York, me atrapó con la historia de tres hermanas, sus maridos, amantes, ex maridos, padres…, me atrapó con sus reflexiones sobre la vida, la muerte, el sentido de la existencia y un inmenso amor al cine (impagable la escena del cine y los hermanos Marx cuando el personaje de Woody Allen encuentra sentido a la vida en su crisis existencial) y a la música (desde la música clásica —Bach—, hasta ópera, parando en un Porter que siempre canta al amor).

Me enganchó con sus historias de amor. Del amor ideal, de las infidelidades, de las heridas, del cariño, de como un hombre y una mujer caen y vuelven a levantarse… Siempre regala escenas inolvidables.Tremendamente románticas, o nostálgicas o incluso amargas.

Me enganchó con una película coral llena de personajes tiernos que se reúnen en las celebraciones familiares, en las casas de los amigos, en los cafés, en las librerías, en los restaurantes…

Me enganchó porque está lleno de intérpretes que tienen su momento: Mia Farrow, Michael Caine, Barbara Hershey, Dianne Wiest y el propio Woody Allen. El director cuenta también con el actor fetiche de Bergman, Max Von Sywdo, como un intelectual aislado de la sociedad. O nos trae al recuerdo viejas glorias como Maureen O’Sullivan (madre de Mia Farrow) o Lloyd Nolan. También nos atrapa con otros habituales en sus películas como el atractivo Sam Wasterston.

Y hablando de amor. Una de las escenas más recordadas es esa historia entre Lee (una de las hermanas) y Elliot (el marido de Hannah) que culmina cuando Elliot le regala un libro de poemas a Lee del poeta E. E. Cummings y le insiste una y otra vez que lea el poema de la página 112 porque le recuerda a ella.

Os dejo el poema:

en algún lugar al que nunca he viajado, felizmente más allá
de toda experiencia, tus ojos tienen su silencio:
en tu gesto más frágil hay cosas que me rodean
o que no puedo tocar porque están demasiado cerca.

tu mirada más fugaz me abrirá fácilmente
aunque me haya cerrado como un puño,
pétalo por pétalo me abres como la Primavera abre
(tocando hábil, misteriosamente) su primera rosa

o si deseas cerrarme, yo y
mi vida nos cerraremos muy bella, súbitamente,
como cuando el corazón de esta flor imagina
la nieve cayendo cuidadosa por doquier
nada que hayamos de percibir en este mundo iguala
la fuerza de tu intensa fragilidad, cuya textura
me somete con el color de sus campos,
retornando a la muerte y la eternidad con cada respiro.

(no sé qué es lo que en ti cierra
y abre, sólo algo en mí entiende
que la voz de tus ojos es más profunda que todas las rosas)
nadie, ni siquiera la lluvia, tiene manos tan pequeñas

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