Vania en la calle 42 (1994) de Louis Malle

El director francés Louis Malle dejó como obra póstuma puro cine que canta al teatro. Malle se quedó fascinado con la representación de un montaje teatral de Tío Vania en un local semiabandonado de New York en el año 1991. 

El realizador galo decide transportar esa representación magistral a la pantalla del cine y realiza un homenaje de celuloide al director de teatro André Gregory y sus ocho actores. Somos testigos de un ensayo general de la obra ante muy pocos espectadores. Y, entre ellos, nosotros, como público privilegiado. 

Para la adaptación a guión cinematográfico confía en otro dramaturgo que reparte su trabajo entre los escenarios y el séptimo arte: David Mamet, que con acierto capta el espíritu de André Chejov y la pretensión de Louis Malle. 

Los actores, con sus ropas contemporáneas, en un momento mágico se transforman sin que casi nos demos cuenta en Tío Vania, Sonia, Elena, doctor Astrov, el Profesor, Nani, Carapicada y la madre de Vania…, y muestran como 100 años después las palabras vertidas por el dramaturgo ruso siguen teniendo el mismo efecto. 

El testamento de Malle deja una obra serena con una fotografía excepcional y una música envolvente. El reparto desarma por su desnudez  e introspección en los personajes que representan. La más conocida es, sin duda, la ahora famosa Julianne Moore que actúa como la bella, misteriosa y fría Elena. De todos los demás, reconocemos sus rostros y cada uno ofrece lo máximo de sí: Wallace Shawn, Brooke Smith, Larry Pine, George Gaynes, Phoebe Brand, Jerry Mayer y Lynn Cohen.  

Es tal la fuerza de la película que hace que no nos demos cuenta de cuándo empieza el ensayo general y cuándo termina la vida de unos personajes en busca de la felicidad y el amor en la Rusia de finales del siglo XIX. 

Y como colofón, parte de las bellas palabras finales de Sonia a su tío Vania…, descansaremos.“¿Qué se le va a hacer? Tendremos que vivir. Y nosotros viviremos Tío Vania. Viviremos una larga sucesión de días y de largas veladas; soportaremos pacientemente las pruebas que nos depare el destino; trabajaremos para los demás, ahora y también en la vejez, y cuando nos llegue nuestra hora moriremos resignados. Luego, más allá de la tumba, diremos que hemos sufrido, que hemos llorado, que hemos tenido penas, y Dios se comparecerá de nosotros, y tú y yo, querido tío, veremos una vida radiante, espléndida, hermosa, nos sentiremos gozosos y contemplaremos nuestros sufrimientos de ahora con indulgencia, con una sonrisa…, y descansaremos”.