María aprende a odiar

Con West side story (1961), Robert Wise y Jerome Robbins crearon uno de los musicales que más me cautivó cuando era menos anciana que ahora. Loca en aquellos tiempos y ahora del dramaturgo William Shakespeare, persigo todo lo que tenga que ver con él y por supuesto cómo ha inspirado y sigue inspirando buenas historias en el cine. Una de ellas es este musical, que es una puerta abierta de este género a la modernidad. Leonard Bernstein compone una banda sonora magistral e inolvidable y Stephen Sondheim es el creador de unas letras intensas –más suaves en la versión cinematográfica que en la representación de Broadway–. Por otra parte, funcionan las coreografías e impresionantes números musicales de Robbins y la trama inspirada en Romeo y Julieta que dirigió Wise.  Los Capuletos y los Montescos se convierten en los Sharks de Puerto Rico y los Jets de Nueva York. Todo ocurre en los barrios marginales de la ciudad en los años 50 y la película es un estudio intenso y emocionante sobre temas como la violencia, los códigos entre bandas callejeras y la inmigración. Romeo y Julieta son Tony y María, los desgraciados amantes. Las letras de Cool, América, María, Somewhere…, vienen habitualmente a mi memoria. En las interpretaciones siempre me cautivan los personajes de Riff (Russ Tamblyn) y de Bernardo (George Chakiris), los jefes de las bandas. La fuerza de Anita (Rita Moreno), la novia de Bernardo, y la encantadora y dulce María (Natalie Wood). El que siempre me dejó más fría fue el pobre Romeo (Richard Beymer) que hace muy poco creíble su papel de joven marginal reformado. Le falta algo de carácter canalla para adentrarnos en su pasado. Por último, resaltar el increíble prólogo musical, sólo banda sonora, y después el paso a la panorámica de la ciudad de Nueva York desde arriba hasta llegar al barrio donde transcurrirá la historia. Así como sus originales créditos finales donde los graffitis son los protagonistas. 

La secuencia: como siempre son muchas las secuencias que destacaría pero aquí señaló y me quedo con la última –cuidado los que nunca la hayan visto (aunque creo que casi todos conocéis el argumento de Romeo y Julieta), no quiero estropearos el final. No sigáis leyendo–.Tony ha muerto en los brazos de María. Antes de llegar la policía, María recrimina, destrozada por el dolor, a los miembros de las dos bandas y suelta una frase clave, que todavía hace pensar: “Ahora yo también puedo matar porque he aprendido a odiar”. Fuerte.La policía llega al lugar del suceso y trata de acercarse al cuerpo de Tony pero María se abalanza no quiere que lo toquen. No quiere que Tony sea un mero suceso. Mira, sin rencor y con muchas ganas de comprensión, a sus amigos puertorriqueños y a los amigos de Tony. Quiere una despedida digna para el muchacho al que una vez amó y que trató de huir de los márgenes del barrio. Tony quiso otra vida, lejos de la violencia, pero no pudo alcanzar otro lugar. Todos se miran avergonzados y les cuesta reaccionar. Hasta que van a acercándose para elevar el cuerpo de Tony…, entre todos, entre los Sharks y los Jets, el juego ha terminado. Poco a poco, todos se van alejando del lugar del suceso, despacio, con calma. Nadie ha podido evitar una tragedia ya anunciada.