Da igual. Hay películas con banda sonora poderosa que sobresale por encima de las imágenes, con miradas intensas, con cámaras lentas, con traiciones por activa y por pasiva a su fuente literaria, con carreras y sudor sin descanso, con violencia y lucha, con diálogos trascendentales, y romanticismo exacerbado. Hay películas que contienen todos los tópicos imaginables: paisajes inolvidables con cascadas y piraguas, un malo malísimo, unos secundarios que se quedan en la retina y una pareja protagonista estrella con química… E incluso todos estos tópicos pertenecen a un género de evasión y espectáculo por antonomasia, el de aventuras. Bien, pues un cóctel explosivo de tal solera escupe una película que no te cansas de ver una y otra vez. Con ritmo y emoción, El último mohicano es de esas películas con corazón.
Y esa pareja protagonista está formada por Daniel Day Lewis, que cada vez ha ido espaciando más sus apariciones, y por Madeleine Stowe, ahora desaparecida, pero en los noventa de los más activa. Ellos son Cora Munro y Hawkeye u Ojo de Halcón, que se enamoran intensamente y se echan miradas en todas partes y suben los decibelios. Los dos con sus melenas al viento. Christopher Crowe y Michael Mann (también su director) construyen un guion con una inspiración de fondo, la novela de James Fenimore Cooper, pero no son nada fieles a las relaciones que se establecen entre los personajes (o su protagonismo dentro de la historia) o sobre los que tienen que morir o no… para crear así su propia película de aventuras de romanticismo exacerbado ambientada en la América colonial. Y para ilustrar la aventura no falta el enfrentamiento entre franceses e ingleses para la ocupación de territorios y los posicionamientos distintos de las tribus nativas americanas en esa batalla, además de los propios colonos, claro. Todos muy bien vestidos, peinados y maquillados, con ambientación bárbara.