Los ilusos (Los ilusos, 2012) de Jonás Trueba

Ilusos

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La RAE muestra dos acepciones para la palabra iluso/a: “1. Engañado, seducido. 2. Propenso a ilusionarse, soñador”. El espectador se deja llevar por las imágenes de la gran pantalla blanca, las imágenes de Los ilusos de Jonás Trueba, y trata de dilucidar quiénes son esos ilusos.

Ilusos, los protagonistas que pululan por las calles de Madrid. Una generación de jóvenes que no llegan a los treinta o están en los treinta (con los que puedes identificarte o no) que pasean sus sueños y su capacidad de ilusionarse, que miran y sienten toda la vida por delante, que todavía tratan de vencer el desencanto. Y que tratan de hacer sus vidas especiales… y así lo transmiten.

Ilusos, todos los implicados en este proyecto cinematográfico que rebosa amor por contar historias a través de imágenes. Que entre proyecto y proyecto el cine no pare. Nos cuentan que es una película de entretiempo… para cubrir tiempos muertos. Y de esos tiempos, poco vistos en la pantalla blanca, nace puro cine. Ilusos por seguir buscando, por seguir mirando, por seguir narrando… Ilusos por seguir soñando e ilusionándose. En aproximadamente veintidós jornadas de noviembre de 2011 a junio de 2012 con una cámara de 16 mm, celuloide sobrante (a veces caducado), autofinanciándose y con toda la libertad del mundo para llevar a cabo el proceso creativo… salieron a las calles para rodar y rodar… Y ahora con una sola copia viajan con ella y la comparten con el público convirtiendo en un acto especial y único su proyección.

Ilusos, los espectadores que seguimos con la ilusión de ser seducidos y engañados por las imágenes de la pantalla blanca. Que amamos el rito de ir al cine como algo sagrado. Que queremos que nos sigan contando historias y tener la posibilidad de elegir entre un abanico de posibilidades y en un día de sol o de lluvia poder acercarnos a la sala amada y por unos minutos ‘vivir’ engañados por las imágenes que pasan…

Madrid

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Aquel espectador que ame Madrid, se sentirá seducido por Los ilusos. Y sale un Madrid al que cuidar y preservar. El Madrid que es villa. Bullicioso y acogedor. De callejuelas. De rincones por descubrir. El Madrid que sorprende. El Madrid de tabernas de toda la vida. De pequeñas tiendas y negocios. El de las casas todavía antiguas, vitange (que se dice ahora), con sus techos altos, sus terrazas a la calle…, su distribución desordenada. El Madrid ruidoso. El Madrid multicultural. El Madrid en obras… La plaza Mayor, los tejados, Plaza España, el pasaje Doré, la calle Santa Isabel, Atocha, Conde Duque y alrededores…

Y otro Madrid amado que trata de sobrevivir contra viento y marea. El Madrid de aquellos que aman el cine. El Madrid del cine Doré (la filmoteca), el de la calle Martín de los Heros y su pasaje que une la plaza de los Cubos con esta calle de cines en VOSE. El de las iniciativas que nacen por puro amor al cine (Pequeño cine estudio —que tiene un protagonismo especial en Los ilusos—… y otras salas —que no salen pero merece la pena nombrarlas— como la Berlanga, Artistic Metropol, la Cineteca —única sala donde se proyecta Los ilusos—, la amada sala audiovisual de La Casa Encendida, la sala Iberia de la Casa de América… y por fortuna alguna más que se me escapa nombrar) que permiten que lleguen obras cinematográficas que de otra manera sería casi imposible verlas; los cines de la calle Fuencarral y Bravo Murillo… y esos cines de toda la vida que todavía se mantienen en pie como la emblemática fachada del Capitol…

La muerte

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… El joven director de cine que poco a poco se va convirtiendo en protagonista de Los ilusos, León (Francesco Carril), habla de un proyecto que le ronda por la cabeza. Una película sobre el suicidio. Y también en uno de los intertítulos manuales se puede leer La muerte del cine. Las alusiones a la muerte son continuas para finalmente transmitir todo lo contrario.

El cine nunca muere mientras haya ilusos que sigan fabulando en los entretiempos (y llevando a cabo sus proyectos por nuevos caminos) y sigan existiendo espectadores con hambre de cine… Puede que cambien los formatos y los soportes… pero narrar en imágenes es un arte, el séptimo arte, que no muere. Como nunca ha muerto la novela, los cuentos, la pintura, el teatro… Así paseamos como sin darnos cuenta por los dvd’s, blue ray, la digitalización de las salas de cine, la desaparición de las películas en 16 mm o 35 mm y del revelado, la desaparición de los vhs de la manera más hermosa con unos niños jugueteando y construyendo (creando)… de pronto surge la posibilidad de en la intimidad de una cama frente a un ordenador emocionarse con una escena de una mujer llorando o seguir asistiendo a una sala con su pantalla enorme. Sólo cambian los formatos o se abren los canales y posibilidades de mirar… pero las imágenes siguen vivas. Y esas imágenes siguen contando…

Y tanto León como todos los que le rodean no hacen más que contagiar unas ganas de vivir momentos (hasta esos momentos que siempre en una película estarán en off). Y el tema del suicidio presente hasta el final termina diluyéndose como si los protagonistas quisieran vencer y engañar al desencanto… como si de alguna manera quisieran apartar de un manotazo la posibilidad del suicidio, como si lo vieran incluso como algo lejano o sólo relacionado con la creación artística… Y por eso la referencia al novelista Chusé Izuel que terminó con su vida o esa película (maravillosa) que anuncian en el pequeño cine estudio (o quizá sea la que van a ver): Le père de mes enfants de Mia Hansen-Løve… una película sobre el suicidio y el amor al cine… León se acerca a la idea de suicidio no por experiencia o desencanto (es demasiado joven, con demasiadas ganas de vivir) sino por el camino de la creación artística.

Cine dentro del cine

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Un blog amigo (Licantropunk) rescataba hace poco una frase de un personaje de La noche americana de Truffaut: “El cine es más bello que la vida, no hay atascos ni tiempos muertos. Avanza como un tren atravesando la noche. Hemos nacido para ser felices con nuestro trabajo, haciendo cine. Confío en ti”. Y de pronto estas palabras fueron surgiendo según iba viendo Los ilusos. Porque es cine dentro del cine, metacine. Porque vemos a un grupo de amigos ilusos que ruedan… una película de entretiempo desde la que de pronto nace una historia de ficción que les atrapa a ellos y nos atrapa a nosotros, los espectadores. Una simple y sencilla historia… Pero atención… estamos rodando (en confianza)… nos embarcamos en ese proceso creativo. Y sentimos creíbles y reales a los personajes de ficción… con una vida llena de tiempos muertos… pero bellos. Imágenes que pasan por una pantalla blanca, en blanco y negro. Imágenes que son miradas.

El desayuno. Una simple historia de amor

Y esa simple historia de amor surge en los tiempos de espera. Una joven estudiante de periodismo (Aura Garrido) y el joven director… una entrevista no realizada. Una llamada. Un encuentro en la puerta de un cine. Un paseo nocturno. Una cena y una conversación. Otro paseo y un beso. Una noche, juntos. Y un despertar. Después toca el desayuno, un momento hermoso y muy cinematográfico… Ese momento lleno de miradas, de cosas no dichas, de gestos… que cuenta una historia. Un momento Nicholas Ray. Puro cine. Auténtico. León ya habla que son Los amantes de la noche y luego desayunan… el joven director no prepara las naranjas como Bogart a su amada Gloria en En un lugar solitario pero sí realiza un ritual donde vemos el comienzo (o el fin) de algo…Y vienen a la cabeza esas palabras que dice Bogart (en su papel de guionista) a su amada: “Porque no están todo el rato diciéndose lo que se quieren. Aquí mismo, cualquiera sabría que nos estamos enamorando si viera esta escena: yo preparándote el desayuno mientras tú aún estás medio dormida”.

… Contar historias y compartirlas

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Y Los ilusos te va atrapando poco a poco con esos momentos frescos y auténticos de película que es libre y que vuela. Primero te sientes desubicado y puede que no entres… hasta que de pronto algo te atrapa. Una imagen o un diálogo. Y ya no sales. Ese Javier Rebollo que huye que se convierte en afortunado y divertido personaje, ese momento íntimo de amistad entre dos amigos, esa explicación divertida sobre ese curso para aprender a realizar un casting, ese primer plano de una chica que lee y mira, esa actuación musical en directo en un piso, los tejados de Madrid, unas cintas de vhs sobre un cubo de basura…

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