Una pistola en cada mano de Cesc Gay

Dos hombres se encuentran… al abrirse la puerta de un ascensor. Uno de ellos está llorando, acaba de salir de la consulta del psicoanalista. Hace años que no saben el uno del otro. Y en un diálogo breve, conciso, contándose todo, contándose nada; a través de gestos y miradas construimos la historia de ambos. Conocemos sus éxitos y fracasos. Sus miedos y frustraciones. Nos reímos pero también vivimos su terrible angustia vital. Entendemos y sabemos de lo que hablan, tanto los hombres como las mujeres. Y por eso seguimos paso a paso cada una de las situaciones que transcurren en una gran ciudad, Barcelona.

Situaciones que parece que ocurren en un mismo día. Pequeños acontecimientos que nos cuentan toda una vida y nos descubren el futuro. Parece que no pasa nada y también pasa todo. Cesc Gay esta vez se centra en un grupo de hombres, que más tarde sabremos que muchos de ellos forman parte de un mismo grupo de amigos, y antes de reunirlos en una escena final con dosis de humor y melancolía, como la vida misma, sabremos mucho sobre sus vidas. Están en la cuarentena pero continuan en la vida como en una fina cuerda de equilibristas, con miedo pero avanzando. Con silencios, anhelos y mentiras… con una soledad a cuestas, que la amistad no subsana… Perdidos en la gran ciudad y en las relaciones con sus mujeres, compañeros de trabajo, amigos… ¿A alguien le suena esto? Cesc Gay, como logró ya En la ciudad, realiza un efectivo retrato coral de una generación. Allí tenían unos treinta, aquí unos cuarenta… pero los intentos de comunicación y de salir a flote… de ir viviendo el día a día son los mismos.

Gay no sólo es bueno creando las situaciones y los diálogos sino que además tras una aparente sencillez y elegancia refleja cinematográficamente al hombre perdido en la gran ciudad. Así surge una Barcelona especial, de calles transitadas, de rincones apacibles, de parques, bares y casas donde sus personajes se mueven e interactuan. Donde se miran, callan, reflexionan y hablan. Donde es importante la puerta que se abre o la que se cierra. El personaje que está de espaldas o de frente. El ascensor que sube o baja… El telefonillo que suena. La calle por la cual perderse. Un hombre cansado se encuentra a la mujer de su mejor amigo, los dos se dirigen a la misma reunión, ella le dice al amigo que suba a su coche. En un parque un hombre solitario sentado en un banco mira una terraza, se encuentra con un conocido del verano que pasea con su perro. Otro va caminando por la calle, mira un escaparate y se encuentra con una amiga. El de más allá va a llevar a su hijo a casa de su ex mujer. Otro termina su jornada laboral y se fija en una compañera de trabajo que le atrae… y decide acercarse.

Por otra parte como en sus cinco largometrajes anteriores reune a una generación de buenos actores que construyen personajes muy creíbles que hacen que cada situación sea en sí misma una gozada disfrutarla (… ríes, lloras y te desesperas con ellos… te sientes identificado). Los dúos entre Eduard Fernández y Leonardo Sbaraglia por una parte y el de Ricardo Darín y Luis Tosar son un lujo. Pero tampoco se quedan atrás Javier Cámara y Clara Segura, Alberto San Juan y Leonor Watling, Jordi Mollá y Cayetana Guillen Cuervo o Eduardo Noriega y Candela Peña…

Lo mejor, con una pistola en cada mano, es perderse por la ciudad y las historias de unos hombres que ya no son John Wayne pero tampoco se sienten con fuerzas para llorar y expresarse, quitarse las máscaras de duros… y mostrarse como hombres vulnerables y fragiles que aprenden golpe tras golpe a encajarlos de la mejor manera posible… Ser fuertes y transitar por ese camino que es la vida…

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.