Madres&hijas de Rodrigo García

Madres&hijas presenta las luces y sombras de Rodrigo García. No es película redonda pero sí interesante en sus aciertos y desaciertos. Rodrigo García vuelve a mostrarse como director sensible que apunta directamente a la emoción del espectador y que ofrece radiografías intensas de distintas mujeres. Sí, como Cukor u otros directores del Hollywood clásico plasma y se siente a gusto en el reflejo del alma femenina desde diferentes prismas. E inmerso en el alma femenina emplea la emoción y los ingredientes del melodrama.

Como ya nos tiene acostumbrados (soy fiel seguidora de García que me atrapó en Cosas que diría con sólo mirarla y me fascinó en Nueve vidas), García se rodea de un reparto femenino de quitarse el sombrero y ellas, las actrices, absorben sus personajes y nos dejan unos retratos que nos golpean el corazón y la cabeza. Sus interpretaciones, desde la emoción, elevan al espectador a un mundo de sentimientos, dolores, soledades, frustraciones, nuevas oportunidades… Aquí son tres las mujeres retratadas —y muchas otras secundarias (es de agradecer que García vuelva a dar importancia a los personajes secundarios)— que pueblan un universo íntimo y femenino que se centra en las relaciones complejas entre madres e hijas. Así los rostros de Annette Bening, Naomi Watts y Kerry Washington envuelven la película.

Hasta aquí todo bien. Annette Bening como esa mujer amargada por una acción del pasado que, de pronto, encuentra una segunda oportunidad en la vida. Naomi Watts como esa mujer que defiende su independencia económica y sexual, que no quiere echar raices en ningún lugar para combatir el dolor que siente, que la convierte en mujer solitaria y que su inesperada maternidad le hace replantearse las ausencias de su vida. Y Kerry Washington que tiene claro su deseo de ser madre, aunque biológicamente no puede, y que se enfrenta a lo desconocido como cualquier madre pero a través de la adopción.

Entonces ¿cuáles son las sombras de esta película que no la convierten en obra redonda? García no se desmelena y muestra su baraja de cómo está contando la historia y así se resta naturalidad. García no logra guión redondo que falla sobre todo en el último tramo de la historia. García quiere contar demasiadas cosas y aturde al espectador con subtramas…, e incluso la historia de Kerry Washington podría haber sido otra película diferente y está metida con calzador para que tenga sentido dentro de la historia principal. García guía en exceso al espectador sobre cómo debe sentir. Así emplea un recurso —a mi gusto no muy acertado— de cámara lenta en determinados momentos de la trama. Tampoco en pleno siglo XXI —y en el lugar en el que desarrolla la trama— se entiende muy bien el destino final que depara el guión al personaje de Naomi Watts (sí, por ejemplo, entendible en un melodrama clásico de los años 30, 40 o 50). García se deja llevar por muchos elementos de este tipo de melodramas clásicos sin pasar la revisión del siglo XXI, esta fórmula podría funcionar pero como digo a García se le escapa sobre todo en el último tramo y en algunos personajes secundarios.

Por último, acompaña a sus mujeres de unos paternaires masculinos que cumplen totalmente su función de secundarios y también emocionan dejando tres buenos retratos de cómo los hombres se relacionan con las mujeres protagonistas. Así nos encontramos con Jimmy Smits, habitual de García; con Samuel L. Jackson y David Ramsey. Por supuesto, también el director se rodea de personajes femeninos secundarios que tienen el rostro de actrices que ya han trabajado con él en otras ocasiones como Amy Brenneman, Lisa Gay Hamilton o Elpidia Carrillo.

Así Madres&hijas me dejó un sentimiento extraño porque a veces me dejaba llevar por sus luces pero, de pronto, una sombra me sacaba de la trama y la emoción.

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