Momento inolvidable: una mirada y una sonrisa en Salvaje (1953)

Marlon Brando, de joven terrible. Es un Johnny cualquiera.

Motorista salvaje.

Con su chupa de cuero, su gorra y su chulería en los andares.

Líder de una banda de macarras que llegan a una tranquila localidad.

Por ahí anda un Lee Marvin que ha perdido varios tornillos.

Son rebeldes, alborotadores, contra el sistema.

Lo que son las cosas. Se fija de la niña buena del pueblo, Kathy. Damita femenina y elegante e hija del sheriff.

Y ella claro está se fija en él.

¿Cómo no fijarse en él? Aunque esté un poquillo fondón.

Entonces al final de esta peli de serie B de moteros malotes, surge la escena.

Los moteros malotes han estado a punto de pasarlo peor de lo que se imaginaban…

La tragedia ha estado presente.

Y Johnny casi termina con su liderazgo.

Pero aunque la historia de amor se hace imposible, Kathy la buena chica intercede por Johnny para que no quede encerrado entre rejas o muerto de una paliza.

Así que el motero salvaje decide dejar el pueblo.

Parece que va irse sin dar las gracias a los que le han echado una mano para que todo no acabe de mal en peor.

Pero ¡¡¡nos equivocamos!!!

Entra en el bar, donde Kathy tiene su puesto de trabajo. Y no dice nada. Se queda frente a ella.

La mira.

Y surge el momento mágico de una increíble sonrisa de Johnny que merece la pena dejar congelada.

Deja un trofeo -con el que han estado bromeando y jugando-

Y se aleja.

Para siempre.

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