Francis Scott Fitzgerald en Hollywood

Érase una vez un joven escritor que vivió los locos años veinte. La era del jazz se reflejaba en las páginas de su literatura. En sus palabras surgía el glamour de la época junto a su lado oscuro y melancólico. Un mundo de lujo y apariencias que ocultaban unos seres humanos perdidos y derrotados en la leyenda del sueño americano. El joven se hizo más mayor, un hombre desencantado, deprimido y alcoholizado al que se le paró el corazón a los 44 años. Ese hombre se llamaba Francis Scott Fitzgerald. Durante la era del jazz en América, Scott era el hombre de moda, el gran anfitrión, enamorado y casado con su musa literaria, Zelda. La mujer moderna de esos años. El centro de atracción que fue cayendo por el tobogán de la locura hasta que vivió sus últimos años internada en psiquiátricos para desesperación de su marido. Enamorado, quizá, de la mujer ideal, de la heroína de sus novelas. El hombre envidiado casado con un sueño, un centro de atención. Una historia de atracción y desgarro, de amor y desamor. 

Fitzgerald acabó sus días agobiado por las deudas y las facturas que debía pagar para mantener a Zelda en las clínicas psiquiátricas. Y junto a una amante que era una fotocopia quebrada de la sombra de su flapper. Su amante fue la periodista de cotilleos Sheila Graham, una especie de comadre cotilla que ocultaba bajo su personalidad superficial y su pluma ácida a una mujer insegura de orígenes humildes y escasa cultura. Henry King, otro de los artesanos del melodrama hollywoodiense, llevó a la pantalla los últimos años de un decadente Scott en película de banda sonora envolvente, Días sin vida. Corría el año 1959 y la propia industria que dio los días más tristes al escritor, antaño mítico, adaptó en un elegante, interesante y frío melodrama, los momentos de la vida común entre Sheila y Scott (una adaptación de un libro publicado por la propia Sheila). 

Gregory Peck da vida a un escritor que arrastra el fracaso, las deudas, la depresión y el alcoholismo. Que intenta rehacer su vida, mantener a su esposa, y escribir su última novela, inacabada, El último magnate, sobre su retrato de Hollywood, el lugar que le atrae y que le hace caer. Todo bajo la mirada de otra mujer, por que no decirlo complicada y no muy simpática, con rostro de elegante y gran Deborah Kerr. La película pasa de puntillas por la historia emocionante entre Scott y Zelda y obviamente se centra en la última mujer con la que se relacionó. El escritor, en fase creativa, le falló su corazón frente a la máquina de escribir que tenía instalada en el apartamento de su amante. 

La labor de Francis Scott Fitzgerald en Hollywood no fue brillante. La chispa que tenía como escritor no logró trasladarlo al arte del guión. Lo tenían en nómina más como elemento de prestigio. Sus guiones no convencían a los magnates y su trabajo era continuamente rechazado. No fue prolífico. Podemos ver su nombre acreditado en muy pocas películas, por ejemplo, en Tres camaradas de Frank Borzage, película de 1938 que adaptaba novela de Erich Maria Remarque o en el guión de Maria Antonieta en el mismo año (desde la perspectiva del escritor Stefan Zweig). El Scott de Hollywood era una sombra de lo que fue. El alcohol y la depresión iban minando su salud así como todas sus preocupaciones. Su obra literaria fue adaptada al cine. Sus novelas y algunos de sus relatos pasaron a la pantalla. Su novela corta y más conocida El gran Gatsby tiene dos versiones, una en los años cuarenta con Alan Ladd como Gatsby y otra versión más conocida en los años 70 con Robert Redford como protagonista romántico. 

Uno de sus relatos dio como resultado el glamuroso melodrama La última vez que vi París con una Taylor en la cumbre de su belleza o Jennifer Jones fue la heroína con problemas de salud mental en otro drama de King sobre una novela del autor, Suave es la noche. Elia Kazan se atrevió en 1976 con la adaptación de su novela inacabada sobre el mundo de Hollywood, El último magnate. Y, ahora, estamos pendientes del estreno de una película del director de Seven, El club de la lucha o Zodiac, David Fincher que se ha inspirado en un relato de Scott para su película Benjamin Button con Bran Pitt y Cate Blanchett.