Diccionario cinematográfico (42)

Escotadura supraesternal: o Bósforo de Almasy…, porque nuestros cuerpos son los verdaderos países, llévame a una tierra sin mapas, sin fronteras.

La Escotadura supraesternal de tu cuerpo me pertenece. ¿No eres ajeno a la propiedad? Siempre te quise.

En la cueva de los nadadores, una luz o una vida se apaga. Prométeme que volverás. Volveré. Y alzaremos el vuelo en una avioneta por un país que no aparezca en los mapas. Sin ti soy un muerto en vida. Morimos. Morimos. Morimos.

Al fondo, una luz. Siempre regresaré a ver mis pinturas. Sí, ya sabes, quiero ser encontrado. Aquí estoy.

¿No eres ajeno a la propiedad? Mientras, el conde toca el Bósforo de Almasy de su amada. Por si te sigue interesando, se llama Escotadura supraesternal.

Gracias, y el conde con el rostro quemado acerca a la enfermera Hanna, la mujer que cree que toda persona a la que ama muere, unos frascos de morfina. Léeme mientras duermo. Y, al final, unas palabras escritas por la dueña del Bósforo, en un libro de Herodoto, el padre de la Historia…, y entre esas páginas, unos dibujos de la cueva de los nadadores. Porque todos nadamos de un sitio a otro. Sin rumbo fijo, en una tierra sin mapas. Nuestro cuerpo es la geografía. En el cuerpo del amado, están nuestras propiedades. ¿No eres ajeno a la propiedad? No, tu Escotadura supraesternal me pertenece en las noches de lluvia, de estrellas o tormentas de arena. Cuéntame, a la luz de la hoguera, una historia antigua. Léeme, mientras me duermo.