Vampiresas de 1933 de Mervyn LeRoy

Hildy tiene la suerte de contar con una familia que alimenta su pasión secreta, el cine. Y la acompaña en todo evento cinematográfico o lee pacientemente las paranoias en 35 mm de su Hildy. Y en fechas importantes saben que un buen libro de cine o un dvd es un acierto. Arrancan una enorme sonrisa de mi rostro. Así que hace unos día, en una fecha especial para mí, consiguieron de nuevo arrancarme una sonrisa con un dvd (edición especial…, de los que están hechos con cariño. Yo hago este tipo de clasificación. Se nota cuando un dvd y sus extras están realizados con máximo cariño y con interés por el tema que tratan y se nota el dvd y sus extras para salir del paso y vender) de este añejo musical del año 1933. 

Principios del sonoro, época de la Depresión, musical realista. Película de estudio brillante. Los actores más populares del momento, grandes secundarios, buena música, canciones pegadizas, un director artesano (Mervyn LeRoy), hermosas coristas, galanes y espectaculares coreografías del original Busby Berkeley. Berkeley jugaba con las piernas, con los rostros, con los trajes, con los objetos…, parecía como si sus bailarines estuvieran en una especie de caleidoscopio mágico que sólo ofreciera bellas y rítmicas formas e imágenes a través de la danza. 

Cuando se visiona este tipo de películas hay que hacer un esfuerzo y trasladarse en el túnel del tiempo a los años treinta. Una época de capa caída, de mucho paro, de poca prosperidad, una etapa oscura y gris…, donde el cine era una vía de escape. En el momento de Vampiresas, ya había subido al poder Frank Delano Roosevelt que trataba de que EEUU se recuperase de la crisis a través del New Deal, un programa social y económico. Era momento de reformas, de ir levantando cabeza, de salir del periodo oscuro… 

Para muchas mujeres y hombres el cine era un espectáculo al alcance de sus bolsillos. Una sala de cine donde poder olvidar el hambre, las facturas que pagar, las colas del paro, durante una hora y media. En la oscuridad, en una butaca segura, frente una pantalla…, un historiador Andreu Mayayo de la Universidad de Barcelona en una de sus investigaciones sobre el mundo rural escribe un párrafo lleno de interés para entender al espectador de ese momento histórico: “El cine durante el New Deal se convirtió en un espectáculo de masas, desde 1927 con la banda sonora incorporada. Los norteamericanos, en plena depresión económica, reivindicaron la entrada gratis para el cine, ya que lo consideraban una necesidad básica, como el pan y el vestido. Había hambre de cine, de distraerse, de recordar la felicidad de los tiempos pasados, pero también de desnudar a la sociedad que los había traicionado, de reivindicar la lucha y el sacrificio como único camino para alcanzar la felicidad en el futuro” (referencia pág 325 de 100 Películas sobre Historia Contemporánea de José María Caparrós Lera, Alianza Editorial, Madrid, 1997). 

Vampiresas de 1933 cumple las dos funciones. Distrae, recuerda que hay tiempos mejores, evade…, pero también desnuda a la sociedad y reivindica la lucha. Y lo más curioso es que funciona. Por una parte nos encontramos con una comedia de enredos entre chicas del mundo del espectáculo, dos hermanos aristócratas y el abogado de la ilustre familia. Encuentros, desencuentros, humor, risas, frivolidad…, pero por otro y ahí se obra el milagro, nos encontramos con el entorno de las gentes del teatro, de las chicas, el productor, el compositor (antes de descubrir que es un joven millonario)…, los años treinta y cómo sufren en sus carnes, en su día a día, la Depresión. Les cierran los teatros, los espectáculos, no tienen dinero para pagar las facturas…, y siempre tienen presente en sus diálogos que están viviendo una mala época. El espectáculo que ponen en pie todos los personajes trata de la Depresión, se inspira en todos los hombres y mujeres que lo están pasando mal. La coreografía y canción que culminan la película es un recordatorio reivindicativo de la época y a mí me encanta. Trata sobre los hombres olvidados. Aquellos que fueron a una guerra (la primera guerra mundial) y que regresaron como seres anónimos, sin encontrar trabajo, ni empleo, que viven una crisis económica, que se encuentran en los comedores, sin hogar, en las colas del paro… 

Otra curiosidad de la película es que apenas le afecta el código de censura (código Hays) ni las opiniones de la Liga de la Decencia. Así es posible ver a las coristas con ropas muy atrevidas, diálogos chispeantes y sugestivos así como situaciones que pronto no podrían ser reflejados en el cine. 

La película devuelve el rostro de artistas de los años treinta, muy populares en aquellos momentos, Joan Blondell, Dick Powell, Ruby Keeler, Warren William, Aline MacMahon, Guy Kibbee, Ned Sparks y una sensual y atrevida Ginger Rogers (todavía sin su Astaire). Y nos recuerda el trabajo de un director artesano capaz de realizar un drama social y carcelario Soy un fugitivo (1932), de contar una apasionado romance en tiempos de guerra en El puente de Waterloo (1940), realizar otra famosa versión de Mujercitas (1949) o de devolver el esplendor al cine romano, Quo Vadis (1951).