El rostro de Julianne Moore

La pelirroja por excelencia es capaz de transformarse en mil y un personajes femeninos con carisma. La Moore pasea su rostro por grandes películas o por superproducciones con personajes insípidos pero que ganan con su sola presencia. Ya iba llamando la atención en personajes secundarios en películas comerciales como La mano que mece la cuna (1992), El fugitivo (1993) o Benny and Joon (1993) hasta que dejó a todos boquiabiertos con la película coral de Robert Altman, Vidas cruzadas (1993). Allí protagonizaba una escena que la convirtió en un nuevo mito a la sensualidad. Julianne Moore habla de problemas sentimentales con su marido, sin falda ni ropa interior, como si tal cosa, con una naturalidad aplastante. Después, deleitó a todos en una película pequeña e independiente, un canto de amor del cine hacia el teatro con Vania en la calle 42 (1994). Su papel de actriz que interpreta a Yelena, un personaje de la obra de Chejov, caló hondo.

Después protagonizó una película insustancial sin pizca de gracia en Nueve meses (1995) para volver con fuerza en Boggie nights (1997) como una dulce, tierna y a veces triste actriz porno en los años setenta. Paul Thomas Anderson no la dejará escapar. Los hermanos Coen la quieren tanto como un sueño loco en El gran Lebowski  y Robert Altman vuelve a contar con ella en Cookie fortune (1999).

La diva pelirroja rueda un olvidable melodrama, Mi mapa del mundo (1999), y vuelve a emocionarnos como joven esposa de un enfermo terminal que no soporta el dolor, el sufrimiento y la muerte en Magnolia (1999). Impresionante la escena en la farmacia. Paul Thomas Anderson sabía que podía contar con ella. Nos regala una historia de amor exacerbado en la mejor tradición del cine clásico y la buena literatura de G. Greene en El fin del romance (1999).

No para. Después de papeles en películas menores como Atando cabos (2001), Hannibal (2001) o Hasta que la ley nos separe (2004). Nos sigue dejando hipnotizados con su transformación en dos mujeres de los años 50. Primero, en la película que revisita el melodrama de los años cincuenta en toda su plenitud, sin censuras, mostrando todo lo que en años de doble moral sólo se dejaba intuir, Lejos del cielo (2002). Segundo, en Las horas (2002) en un magnífico papel de madre en crisis.

La última vez que hemos visto su rostro ha sido en una película de ciencia ficción. Julianne Moore encarna a una mujer fuerte y luchadora que cree en un mundo mejor pero que paga muy caro su camino hacia la esperanza en Hijos de los hombres (2006). Toda una heroína en un mundo caótico. Deja su trabajo, su esperanza, en manos de su antiguo amor, un héroe deprimido y desencantado (Clive Owen). ¿Dónde veremos próximamente sus cabellos rojos?