Diccionario cinematográfico (13)

Circo: el espectáculo debe continuar. Los tiempos han cambiado y el circo también. Hombres y mujeres que dedican su vida ambulante a llevar magia, risas, malabarismos, sorpresas, imaginaciones y sueños…Ya nos lo mostró Charlot, artista por sorpresa, artista inconsciente, payaso de ojos tristes que lucha contra la contrariedad…, se enamora de la amazona y ésta del funambulista. Siempre pasa igual. Charlot termina solo.

En el cine mudo, hay una rareza circense, Garras humanas (1927) o cuento cruel. Donde una salvaje Joan Crawford que huye de ser tocada es la obsesión del manco que tira cuchillos con los pies (Lon Chaney). En una España lejana y exótica, ella pierde el miedo a los hombres con el forzudo. No se imagina lo que alguien es capaz de hacer por amor.

En los años treinta Tod Browning nos deleita con un cuento de hombres sin brazos ni piernas, enanos enamorados, mujeres barbudas, hombres extremadamente delgados…, un museo de Freaks en un circo de caravanas, de los de siempre. Y la crueldad de los hombres con los diferentes. Ahí están la bella trapecista y el forzudo, que ríen y gastan bromas crueles. Pero no saben que la venganza está cerca.

En Alemania nos dejan al payaso más desgarrador de la década. El profesor Rath que pasea su decadencia y amor desolado por la cabaretera Lola por diversas partes del mundo. Su espectáculo más espeluznante ocurre a su vuelta a la ciudad donde enseñaba…, en un pasado donde escondía su mediocridad tras su profesión de maestro. La imitación del canto de un gallo, desgarra en El ángel azul.

Los años cincuenta trajeron la triste melodía de Gesolmina, la mujer payaso, no muy inteligente pero enamorada del forzudo maltratador. La Strada cuenta la parte dura de los artistas ambulantes. Tras las risas y el espectáculo, hay historias desgarradoras. También, en esta década nos recuerdan que es el mayor espectáculo del mundo y frente todas las dificultades, el espectáculo debe continuar. Ya lo dice un Charlon Heston, majestuoso, o un triste payaso que oculta su pasado tras su pintura. El trapecista, que sufrió un terrible accidente, y el joven aprendiz vuelan por los aires y se enamoran de la bella Lollobrigida en Trapecio. El circo en su máxima esencia.

Y rescato a Burt Lancaster, gran acróbata y artista circense, que muestra al mundo sus habilidades junto a su compañero mudo en dos fantásticas películas de piratas y edad media. Aventura pura. Circo en esencia. Lancaster, pura vitalidad en El halcón y la flecha y El temible burlón.

Los tiempos siguen y el circo no termina. Los magos protagonizan películas. Funambulistas, trapecistas, payasos, domadores de serpientes…, llenan las pantallas. Y allá a lo lejos vemos a La chica del puente. De ojos enormes, que se enfrenta día a día a los cuchillos de su enamorado. Desafía a la muerte, al miedo. Todo en el circo. De país en país. De espectáculo a espectáculo. Y un gigante, de los verdaderos, se convierte en el mejor reclamo de un pequeño circo, que tiene un maestro de ceremonias que en las noches de luna llena se transforma en un lobo con miedo a no ser querido. Las hermanas siamesas y cantantes son reinas del espectáculo…, todo nos lo narra un gran cuentacuentos en Big fish…, el circo no acaba, la magia, tampoco.