Blue Valentine (Blue Valentine, 2010) de Derek Cianfrance

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Existen radiografías emocionales y crónicas de amor y desamor… todo esto confluye en Blue Valentine donde dos actores se desnudan ante todo aquel que les mira y expulsan lo que esconden en el interior y lo derraman en cada fotograma. Ésta es la historia de Dean (Ryan Gosling… camino de convertirse en actor fetiche de Cianfrance) y Cindy (Michelle Williams).

Dean canta con su pequeña guitarra mientras Cindy baila cuando todavía están con la emoción de conocerse y enamorarse: “Siempre se hace daño a quien se quiere, a quien no se debería hacer daño. Siempre se coge la rosa más dulce y se aplasta hasta que se caen los pétalos. Siempre se rompen los corazones más amables con una palabra apresurada que ni siquiera puedes recordar. Y si rompí tu corazón ayer noche es porque te quiero más que a nada”. Y la canción es toda una premonición.

Derek Cianfrance, director y guionista (éste es su segundo largometraje de ficción para la pantalla grande, el primero lo rodó con 23 años, Brother Tied en 1998), cuenta con dos actores que interpretan desde la emoción y se sirve de un brillante trabajo de montaje para articular la crónica de un desamor. Así los pasos hacia delante y hacia detrás en el tiempo resultan más dolorosos y arrancan enormes dosis de melancolía. Porque siempre es más fácil contar cómo dos personas se enamoran y terminan que son felices y comen perdices a indagar en el después. Qué ocurre así que pasen seis años… o más.

En el caso de Dean y Cindy el amor se desintegra pero mucho está ya explicado desde sus primeros momentos. Así cuando su matrimonio ya hace aguas por todas partes y Dean en un intento desesperado lleva a Cindy a un hotel temático y ocupan la habitación del futuro (un futuro ya anunciado)… todo lo que nos lleva a su pasado nos remueve y entristece como a los propios personajes que tratan de aferrarse al deseo… Pero ya ni eso funciona. Todo conduce al desgarro emocional…

Y la película funciona si conectas con esas sensaciones, emociones y sentimientos que se desnudan y vomitan en cada fotograma… Blue Valentine recoge el testigo de una tradición de películas que contaron que pasó después de ser felices y comer perdices. O de esas películas íntimas que transcurren en un dormitorio con una cama por testigo y el deseo a veces conduce al amor, otras al distanciamiento, otras al dolor mortal, otros a un posible reencuentro y otros a una evocación del pasado. Del primer testigo, de las películas del después… hay un camino que va de Qué bello es vivir a Dos en la carretera aterriza en Robin y Marian (siempre Audrey) y desemboca en el desgarro desnudo de Una mujer bajo la influencia.  Del segundo testigo, en la intimidad de una habitación y el deseo como motor… paseamos por El último tango en París, nos encerramos con los protagonistas de Una relación privada, nos detenemos en Conversaciones con otras mujeres y nos escondemos tras la puerta del Love Hotel de Mapa de los sonidos de Tokio.

Dean y Cindy, Cindy y Dean. Dean solo aspira a tener su trabajo de pintor (u otra cosa que tenga que ver con lo manual) y a estar con su esposa, su hija y su perra alrededor suya en los días de su vida. Cuidándolas y amándolas. El notar a su mujer infeliz le destroza y rompe por dentro. Cindy quiere ir más allá de las cuatro paredes del hogar, tiene inquietudes profesionales, la gusta volar, aspira a soñar y no renunciar a sus sueños, se siente atrapada en la relación… Ninguno es bueno o malo. Ninguno es responsable del fracaso y los dos lo son a la vez. Los dos tienen partes claras y nobles y los dos tienen partes oscuras y son vulnerables… Es una crónica de desamor… como tantas crónicas se producen en cada momento en distintas partes del mundo…

… Siempre queda una canción. O una melodía. “Y si rompí tu corazón ayer noche es porque te quiero más que a nada”. Blue Valentine es un desgarro emocional…

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