Los Hollar (The Hollars, 2016) de John Krasinski
Las películas-medicina sientan bien después de su visionado y su efecto perdura en el tiempo según la intensidad de los efectos secundarios. Los Hollar es una de ellas. De pronto, una tarde entras a la sala de cine sin esperar nada, y sales con una sonrisa que no esperabas. John Krasinski, como director, actor y también productor, disecciona a una familia, los Hollar, en un bache existencial donde parece que todo se quiebra, se diluye y se desploma, donde parece que no hay salida posible o solución. Por una parte la crisis económica que hunde a pequeños empresarios que se han pasado la vida trabajando como mulos; por otro la enfermedad que rompe dolorosamente y por sorpresa al pilar fuerte de la familia; y, por último, las crisis existenciales de un treintañero y un cuarentón (uno se asusta ante las responsabilidades y el futuro profesional, y otro trata de levantarse después de haber fracasado en varios terrenos…).
Dos claves para disfrutar de Los Hollar: una buena mezcla de drama y comedia que alcanza así el equilibrio. De este modo nunca es amarga del todo, siempre hay un hueco para la risa (incluso la carcajada), pero tampoco se va por el lado del almíbar (pero alguna lágrima es difícil de reprimir). Y un grupo de actores encabezado por dos veteranos que hace que el espectador se interese por cada uno de los miembros de esta familia. El matrimonio Hollar no está pasando precisamente por un buen momento. Ella, Sally, es una mujer fuerte con una poderosa energía y él, Ron, es un hombre trabajador, aparentemente frágil pero que siempre trata de salir adelante molestando lo menos posible. Y estos personajes son conmovedores además de divertidos porque están dentro de dos grandes actores: Margo Martindale y Richard Jenkins. Solo por ellos merece la pena meterse en la sala de cine. Luego están acompañados por los dos actores que hacen de sus hijos: el propio director, John Krasinski, y Sharlto Copley. Y el que sorprende es un divertidísimo Copley como hermano cuarentón fracasado, que ha vuelto a la vivienda de sus padres.
Los Hollar es una de esas películas de la que no esperas nada, de la que apenas has oído, y de pronto te das cuenta de que te ha proporcionado un buen chute de energía para enfrentarse a la vida.
Rara (Rara, 2016) de Pepa San Martín
Rara es el primer largometraje de ficción de Pepa San Martín, directora chilena. Y elige la mirada de una adolescente de trece años, Sara, para contar su historia. Una adolescente que todavía posee la mirada sin prejuicios e inocente de la infancia, pero que está empezando a entender y a empaparse del código adulto, de los juegos y los dobles sentidos, de las manipulaciones, de los puntos de vista y las distorsiones de la mirada. Otra de las claves de la película es una anécdota en un principio tan banal como el dibujo escolar de la hermana pequeña de Sara, Cata. En el dibujo se representa una familia absolutamente unida y feliz, pero con una peculiaridad: Cata no pinta a un papá y a una mamá. Pinta a dos mamás, porque eso es lo que vive cada día, y forma parte de su mundo confortable y feliz. Su mamá se divorció y su nueva pareja es una mujer.
Así, a través de los ojos de Sara, con todos los cambios, dudas, rebeldías y problemas que conlleva la adolescencia, el espectador ve cómo se desarrolla otra historia de fondo y velada (de la que la niña es cada vez más consciente, y con la que en un principio juguetea hasta que se da cuenta de que se le escapa de las manos, sin quererlo): su vida familiar, su modelo de familia, está siendo analizada y juzgada desde fuera, y además poco a poco se pretende ir minando y desintegrando esa unidad… juzgando (vuelvo a emplear esta palabra) que no es lo mejor para las niñas.
Pepa San Martín cuenta con mucha espontaneidad y naturalidad su historia (que además se inspira lejanamente en un hecho real que removió a la sociedad chilena, el caso de una juez), desde la interesante mirada de Sara, una adolescente sensible e inteligente. De esta manera nos metemos en la intimidad de su universo familiar. El drama se va describiendo de fondo, sin gritos ni juicios de por medio, pero no por ello deja de ser intenso y demoledor.
El secreto de Santa Victoria (The Secret of Santa Vittoria, 1969) de Stanley Kramer
Sí, hay películas para tarde de frío y lluvia. En esos días que apetece entretenerse con una película que proporcione una bonita historia, con emoción, amor, entretenimiento y un buen reparto. Todo esto lo consigue El secreto de Santa Victoria. Si hace poco en el blog vimos cómo un pueblecito escocés luchaba con hacerse, ya en los últimos coletazos de la Segunda Guerra Mundial, con un cargamento de botellas de whisky de un barco naufragado (Whisky a gogó, 1949) y cómo luego escondían el cargamento ante las autoridades… Ahora Kramer, ya casi en los setenta, se sitúa también en los últimos coletazos de esa guerra y se va a un pueblecillo italiano que vive del vino para que una importante marca (Cinzano) elabore sus vermús. Mussolini acaba de morir y el pueblo va a sufrir la ocupación alemana, que básicamente quiere requisar su preciado vino. Y ahí está el secreto: en cómo esconderlo y cómo hacer para que los alemanes no localicen el elixir.
El gran protagonista de esta historia es Bombolini, el borrachín del pueblo, que termina siendo nombrado alcalde y tiene el rostro de Anthony Quinn. Bombolini tiene la vitalidad y la fuerza mediterránea, así como esa filosofía de seguir viviendo y disfrutando a pesar de las dificultades. Bombolini tiene raíces que le unen a Zorba el griego (ambos personajes tienen el rostro y la fuerza de Quinn). Pero el otro gran protagonista de El secreto de Santa Victoria son los rostros de los habitantes del pueblo y cómo se unen todos para un proyecto común: trasladar el vino de las bodegas a un lugar seguro para que no sea encontrado por los alemanes.
Bombolini está acompañado por otros personajes atractivos con sus propias historias. Veremos el curioso enfrentamiento que entabla con el capitán alemán von Prum (Hardy Krüger) o la relación con su desencantada esposa Rosa (una siempre maravillosa Anna Magnani). Nos perderemos por los amores de la bella condesa Caterina (Virna Lisi) o por las pasiones juveniles de la hija de Bombolini y un estudiante universitario…
Lo que es cierto es que no hay posible aburrimiento con El secreto de Santa Victoria, Stanley Kramer sabe cómo contar y entretener y esta película se ve siempre con una sonrisa… y deseas, apoltronada en el sillón con una manta, seguir en ese pueblo con una botella de vino entre los labios y pensando qué va a hacer esta vez Bombolini… y si Rosa seguirá a su lado.
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Pues apunto la primera, que no la conozco y todo lo que haga Richard Jenkins en la línea de The visitor me interesa. No obstante, también la temo, porque eso de apelar a las emociones tan directamente bordea peligrosamente la pornografía sentimental, que aborrezco especialmente.
La segunda… Pues para la tele, si hay suerte.
La tercera me gustó bastante, aunque creo que está pasada de minutos, como suele ocurrirle a Kramer. Entendemos el registro en que está escrita y filmada, tirando a lo amable, pero a mí me gustaría, aun en cuanto a comedia, mucha más sustancia sobre la realidad ambivalente de Itaila entonces. Una historia complejísima y terrible, que en esta película se dota de mucha humanidad.
Besos
La primera y la última son de manta, de tarde fría y lluviosa. En Los Hollar tanto Jenkins como Martindale están maravillosos. Pero, sí, mi querido Alfredo, no te voy a mentir, apela a las emociones, pero lo hace bien, hay cierto equilibrio.
Rara es una película interesante y hay una buena dirección detrás de ella. Sí, apetece que Pepa San Martín pueda afrontar otros proyectos cinematográficos.
Y, por último, Kramer sabe cómo contar esta historia. Fíjate, estaba cansada y me relajó, no se me hizo pesada. Sí, no se adentra en la complejidad de la situación de Italia… pero esboza bastante. Y ahí está la Magnani, pura Italia.
Beso
Hildy
Querida Hildy, qué buen menú. Las tres me han parecido interesantes por diferentes motivos. En el caso de la primera, me encanta John Krasinski y me gusta mucho también Richard Jenkins; y de las otras dos me llama la atención el tema y el contexto de cada historia. Fijate qué trascendente que fue el caso de la juez chilena que señalás, que se estudia y se toma como referencia incluso en los restantes países americanos como un caso testigo en materia de ejercicio del cuidado de los hijos, porque llegó a la Corte Interamericana, el máximo tribunal internacional en el continente en materia de derechos humanos. Bueno, me dejo de clases de jurisprudencia, jaja.-
Un beso grande, Bet.-
Pero, mi querida Bet, me parece superinteresante lo que me cuentas, me ha encantado la clase. Cuando fui a ver Rara, después hubo un coloquio con la directora muy interesante, y ella nos contó cómo se había inspirado en ese caso. También contó cómo la había rodado, habló de cómo fue su trabajo con las niñas, así como de decisiones que había tomado para contar esta historia (centrarse en el universo íntimo, no dejar ver escenas en los tribunales…). Merece la pena.
Y por lo que me comentas creo que te va a llegar mucho Los Hollar, que va a ser también para ti película-medicina.
El secreto de Santa Victoria es no solo entretenida, sino que como dices el tema y el contexto merece la pena. Es una forma original de contar una historia. Además los personajes y los actores que ponen el rostro son otro aliciente.
Beso
Hildy
Pues Los Hollar es otra que no me habían hablado muy bien de ella pero que pienso replantearme. ¡Me encanta contrastar opiniones! Al final acabo viendo mucho más cine de lo que en principio tenía planteado.
Solo por Jenkins y Martindale… y sus personajes merece la pena. Es una película que no va de nada, solo quiere contar la historia de una familia en horas bajas y reflejar buena gente en momentos difíciles. No pretende más que contar una historia. A mí esa tarde me sirvió de película-medicina. Salí mejor de la sala de cine.
Ay, querido crítico abúlico, qué maravilla tanta película por ver.
Beso
Hildy
Hildy, necesito tu dirección para enviarte un libro.
Pásamela por email.
Gracias.
Jo, qué ilusión.
Beso
Hildy