Sesión doble en homenaje a Olivia de Havilland. Capitán Blood (Captain Blood, 1935) de Michael Curtiz/A través del espejo (The dark mirror, 1946) de Robert Siodmak

Siempre que moría un actor o actriz de la época dorada de Hollywood, nos refugiábamos en que todavía estaban presentes para contarnos testimonios de aquella época Olivia de Havilland y Kirk Douglas. Los dos parecían eternos, pero ya centenarios nos han dejado este año. Ambos eran monumentos andantes de una parte de la historia del cine. El 25 de julio nos enteramos de que Olivia se había ido, ahora ya es otro de esos fantasmas que habitan para siempre, inmortales, en las películas.

Esta sesión doble recoge a la primera Olivia que se convirtió a su pesar en la mujer ideal y soñada por el héroe de turno, y de paso de todos los espectadores que disfrutaban con el cine de aventuras. Y también refleja a la otra Olivia, la que luchó por ser considerada una actriz versátil y mostrar, por ejemplo, que podía reflejar el lado oscuro, es decir, que también podía convertirse en la protagonista de nuestras pesadillas.

Capitán Blood (Captain Blood, 1935) de Michael Curtiz

Olivia de Havilland como dama ideal y soñada.

Terenci Moix, en su mítica serie de artículos Mis inmortales del cine, recoge en el dedicado a la actriz, un testimonio revelador: “Al ver en París la reposición de Robin de los Bosques me di cuenta de que era una gran película. Escribí a Errol una carta muy larga, una petición de excusas que llegaba con veinte años de retraso. Una vez escrita, la rompí, pues pensé que Errol me tomaría por tonta. Siempre lo lamentaré. Pocos meses después, él ya estaba muerto. Hoy, al revisar Robin de los Bosques al cabo de tantos años, comprendí que aquellos filmes de aventuras que rodamos juntos eran muy buenos, y quisiera que Errol supiese cuán orgullosa me siento de haber intervenido en ellos”.

Porque efectivamente Errol Flynn y Olivia de Havilland fueron una pareja cinematográfica mítica. Y la primera vez que la Warner los unió fue en el Capitán Blood, y su química hizo las delicias de todos, de tal manera que repitieron en siete ocasiones más (La carga de la Brigada Ligera, El hombre propone, Robin de los Bosques, La vida privada de Elizabeth y Essex —aunque el papel de Olivia de Havilland era muy secundario—, Dodge, ciudad sin ley, Camino de Santa Fe y Murieron con las botas puestas). Los dos de promesas pasaron a estrellas. En esta mítica y amena película de piratas, ambos establecerían las claves de su éxito. Un amor inocente, vital y puro, donde Olivia de Havilland era la dama soñada de todo héroe. Dulce, inocente, con la picardía e independencia necesaria, pero totalmente fiel a su amor. Ella siempre esperaba el regreso, y este sabía que tenía dónde volver. La mayoría de las veces combinaban momentos de humor en el cortejo, instantes de un romanticismo exacerbado, y también secuencias de peligro y tragedia.

Aunque Olivia se sintió atada a este tipo de papeles, pues lo que quería era más variedad de registros, parece ser que tanto Errol como ella cultivaron no solo una fuerte relación profesional, sino también de amistad. Es más, parece ser que fue de las pocas actrices que no acabó en el lecho del seductor Flynn. Este llevó el rol de Olivia de mujer soñada e ideal a la vida real, y sintió por ella una especie de amor platónico.

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