Dallas buyers club (Dallas buyers club, 2013) de Jean Marc Vallée

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Dallas buyers club presenta de nuevo la efectiva fórmula de David y Goliat. El ciudadano de a pie contra las grandes corporaciones o multinacionales. Esta fórmula casi es un género en el cine norteamericano. Así recordamos películas que recorren esta lucha titánica como Veredicto final de Sidney Lumet, Legítima defensa de Francis Ford Coppola, la misma Philadelphia de Jonathan Demme (con la misma temática pero un tratamiento muy diferente) o Erin Brockovich de Steven Soderbergh. Y todas, de alguna manera (y siendo unas más irregulares que otras), a pesar de ser fórmula conocida, llegan al espectador. La lucha de David contra Goliat es un argumento o una trama que engancha. Luego está las armas con las que cuente el realizador y todo su equipo para que esa fórmula sea más interesante, más innovadora o más original a la hora de plasmar un punto de vista…

La aventura americana del canadiense Jean Marc Vallée cuenta con varios elementos que hacen que la fórmula vuelva a funcionar (y que no se haga más hincapié en sus debilidades de trama). Y la primera (y que salta a la vista y más sencilla) es el carisma y la interpretación de dos personajes (aunque uno de ellos podría haberse aprovechado mucho más porque su interpretación y las posibilidades del personaje eran enormes). Se ha hablado mucho de los dos pero verlos en pantalla explica y confirma que sí, que ambos están maravillosos. Me refiero a Matthew McConaughey y Jared Leto. No solo hay que valorar (que eso siempre encanta a los académicos de los Oscar) su transformación física porque puede haberla pero luego no conseguir una buena interpretación. Sino los matices que consiguen ambos para convertirse en esos personajes. Así al ver a McConaughey ves a un vaquero que en un principio reúne todo un conjunto de cualidades detestables y de pronto ante tus ojos se va transformando, debido a las circunstancias, en un vaquero que no se rinde, y que como dice morirá con las botas puestas… Y Jared Leto realiza no solo un cuidado trabajo de caracterización sino que es un travestí, en sus movimientos, en su forma de mirar, de andar, de comportarse… y un travestí muy bello. Y es ese personaje el que creo que se podría haber desarrollado muchísimo más porque es súper potente la relación que se establece entre los dos.

Para poder observar los matices de Matthew McConaughey, basta con analizar dos escenas muy diferentes. No hay nada más difícil que una llorera a cara descubierta… y McConaughey tiene una escena impresionante que refleja toda la angustia del personaje con una llorera a cara descubierta dentro de un coche. Otro momento es más sutil pero es maravilloso. Durante varias veces su personaje se mira al espejo… pero una de las veces se mira y de pronto vemos que en su rostro, fugazmente, se vislumbra una sonrisa…

Pero como he dicho antes lo de sus actores protagonistas es lo más evidente. Un aspecto de la trama convierte esta película en carne de un buen debate. Es importante ubicar la época en la cual se desarrolla la historia: el SIDA empieza a arrasar y muchos enfermos van muriendo de manera fulminante. Hay muchísima desinformación. El punto de partida para muchos, cuando se empezó a oír realmente sobre esta enfermedad fue cuando Rock Hudson públicamente habló de su homosexualidad, su enfermedad y fallece en 1985 (y así se refleja en la película donde el protagonista y sus amigos hablan sobre Hudson). El protagonista un personaje real tras un accidente laboral es informado de que tiene el VIH y que apenas le quedan días de vida.

Es obvio que el vaquero comienza traficando con unos medicamentos… pero unos medicamentos que son mucho menos perjudiciales, bastante más sanos y con resultados más positivos que aquellos que son permitidos por el gran organismo del estado, FDA, que se alía con los ‘negocios’ de las farmacéuticas (y a los que no les interesa permitir la ‘legalidad’ de tratamientos mucho mejores pero más baratos). Así cuando en un momento le acusan de traficante, él irónicamente les dice que ellos son mucho más piratas y traficantes que él. Lo paradójico es que la actividad ilegal que realiza el vaquero junto a sus colaboradores tiene un efecto más sanador y es más beneficiosa para todos aquellos enfermos de SIDA que estaban muriendo rápidamente por las ineficaces pruebas con peligrosos medicamentos a los que estaban siendo sometidos en los hospitales. Al mismo protagonista le daban treinta días de vida… y consiguió vivir siete años más.

Otro es presentar a un ‘héroe’ machista, homófobo, racista, drogodependiente, que no deja de trapichear que corre y corre y desgasta su vida: un vaquero de capa caída, un tipo al margen, e ir transformándolo, de manera creíble, en un tipo que se niega a rendirse y que se enfrenta a todo un sistema con una fortaleza fuera de toda duda y que el haber sido un superviviente toda la vida le sigue sirviendo hasta el final. Y sigue corriendo sin parar… Un tipo que de pronto va descubriendo a otros tipos al margen y se alía con ellos y que emplea todos sus trucos y trapicheos para conseguir la atención médica adecuada y más sana… y de pronto, con una actividad como digo al principio bastante dudosa, poco a poco se va convirtiendo en un vaquero que se enfrenta a la injusticia. Y cada vez va consiguiendo más adeptos a su causa como por ejemplo una doctora de uno de los hospitales (otro personaje que podría haber sido tremendamente atractivo y a mi parecer es de los más flojos de la trama)…

Así Dallas buyers club es una película que emplea muy bien una fórmula efectiva y sirve para protagonizar acalorados debates…

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