Diccionario cinematográfico (114)

María y Tony: una de los Sharks, otro de los Jets. Pero ambos fuera ya del código de las bandas. Sólo quieren llevar una vida normal. Ser felices, sentirse bien con ellos mismo, sentirse jóvenes y bellos, enamorarse y quizá, a la vuelta de la esquina, poder llevar a cabo una vida en común.

Se conocieron en el gimnasio. De pronto, los problemas, las diferencias, el tiempo se esfumó. Bastó con mirarse.

Ellos viven en barrio marginal. Les queda ilusionarse. Soñar. Con un lugar, un espacio donde puedan estar juntos. Donde no haya problemas. Donde, tal vez, poder amarse.

Pero aunque lo que une a los Sharks y a los Jets es mucho más de lo que los separa, no son conscientes. Sí de las peleas, los códigos, los puños, las navajas, piedras y pistolas. Entre ambos hay rebeldía y odio. Dominio de un barrio en el que no les dejan supervivir, vivir. Ante la falta de recursos, en vez de compartir pelean por ellos. No están para historias de amor.

No sólo cuentan con todos los obstáculos sociales sino que ellos mismos crean barreras. No hay sitios para las historias de amor. No hay sitio para María y Tony. El odio y las rencillas prevalecen. Y ese amor ya nace roto aunque los protagonistas de esta historia no quieran verlo o escribirlo en graffiti en los muros del barrio del que, quizá, nunca puedan salir.

Ellos son jóvenes y rebeldes y ya no se creen la tierra de las oportunidades. Sí creen en la lucha y el puño duro. O nosotros o ellos. Son los Montescos y Capuletos del West Side. No hay sitio para María y Tony.

Todo se complica. Todo se tuerce. Tan sólo un malentendido, una venganza por odio y un disparo.

Tony se desploma… a punto de cumplir su sueño con María. Porque ambos estaban dispuestos a irse sin nada, a encontrar un lugar donde cumplir sus sueños. Pero sólo una bala es suficiente para romper esperanzas.

Y entonces Tony cierra los ojos. Y María se desploma. Mira. Y grita con dolor que ella también puede matar porque ha aprendido a odiar.

Ese grito que desgarra, une. Los Sharks y los Jets se dan cuenta de la trampa, ven que hay mucho más que les une y se dan cuenta de que los obstáculos son otros, no ellos mismos. Y toman el cuerpo pesado de Tony y cubren la cabeza desnuda de María rota de dolor. Ya no hay sueños, ya no hay otro lugar. Quizá un acercamiento para soportar una vida perra.

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