Empieza el espectáculo (All that Jazz, 1979) de Bob Fosse

Bye, bye, love. Bye, bye, life. La muerte es una mujer bella, fría y rubia vestida de blanco. Empieza el espectáculo. Y Joe Gideon, el coreógrafo y director de cine, habla tranquilo con la rubia de sonrisa etérea que le pregunta sobre su vida, sus sentimientos, su adorado trabajo, las mujeres a las que ama, los bailarines con los que se relaciona, la película que está montando…

A Joe Gideon (un Roy Scheider que se come la pantalla a pedazos, que se asoma y nos atrapa) la vida le sale a raudales por cada uno de los poros de su delgado cuerpo. Pero la consume tan rápido como cada uno de los cigarrillos que se fuma. Gideon vive el presente y está absolutamente absorbido por aquello que ama, la belleza de la coreografía bien hecha, de la película bien montada. Tan intenso, tan egoísta y a la vez tan tierno. Siempre lo deja claro, ama como puede y como sabe.

La muerte (una Jessica Lange que brilla como metáfora) siempre le acecha, con sonrisa bella, en forma de mujer…, él se siente atraído siempre por lo que considera bello. Todos los días de su vida trata de crear algo hermoso. Una coreografía, una imagen… La vida es espectáculo, y él no se puede permitir el tener una muerte anónima, triste…, desoladora. Y su mente crea y celebra la más increíble de las despedidas. El corazón le falla pero él sigue, y sigue, y sigue. Trabajando a ritmo agotador, fumando, bebiendo, tomando anfetaminas, reuniéndose con la gente que quiere, haciendo el amor con toda mujer que se le cruce por delante, y sintiéndose protegido entre las tres mujeres que sabe le aman sobre todas las cosas. Y él, a su manera, también las adora porque son las que hacen que no pierda más el norte o el sur, o la brújula loca que lleva en su interior.

Su ex esposa, su novia y su hija. Las tres siempre muy presente. Y él sabiendo que mete la pata una y otra vez. Y ellas…, siempre están ahí. Ya se lo dice, camino al quirófano para reparar su corazón roto: perdona el daño que te hice, perdona el daño que te haré. Y con su niña, siempre cómplice.

Y con sus bailarines el ritmo es agotador. Y una y otra vez repiten la coreografía que él trata que sea perfecta. Porque merece la pena. E intenta que sea el mejor trabajo que realicen. Y día a día, empieza el espectáculo. El colirio en ojos cansados, la anfetaminas que le permitan seguir el ritmo, la ducha reparadora, el cigarro detrás de otro cigarro. Y el amar y sentirse amado, o mejor dicho deseado.

Bob Fosse se convierte en un Joe Gideon que reflexiona sobre su propia muerte. Un corazón que falla, como le fallará a él, unos diez años después. Fosse habla de un creador con coreografías brillantes. De sus dudas y miedos. De sus sentimientos y manera de pensar. Giuseppe Rotunno regala una fotografía brillante donde se celebran los cuerpos y la danza. A Fosse siempre le gustó Fellini (no olvidemos que la primera película que dirigió fue un remake musical de Las noches de Cabiria) y Empieza el espectáculo es la historia orínica de un coreógrafo como Fellini 8 ½ es la reflexión de un director de cine que siente que se le agota su capacidad creativa.

Fosse creo el cine musical moderno y pasa al Olimpo de directores brillantes con tres películas que rozan la belleza. Un Cabaret con gotas incisivas de Lenny (una y otra vez recordada en el montaje cinematográfico en el que trabaja Gideon) y una despedida que invita a que siempre Empieza el espectáculo.Bye, bye, love. Bye, bye, life. Y a Joe Gideon le abren a corazón abierto, y Joe Gideon teme a la muerte aunque sea una mujer vestida de blanco con sonrisa perenne. Y Joe Gideon quiere una despedida a lo grande. Y Gideon sabe lo que hay detrás de bambalinas, y conoce que el espectáculo y el arte también es negocio. Y conoce los parámetros de un mundo duro y cruel… pero a la vez lo ama porque le permite crear aquellas cosas en las que cree.

Bye, bye, life. Y Joe Gideon se ha ido. Y la muerte no es bella. Pero él todo lo que siente o toca lo transforma. Y esa brujula loca que es su vida, le consigue una muerte creativa y una despedida. La mujer vestida de blanco, de sonrisa perenne, se quita el velo. Lo espera.