Melodía de seducción (Sea of love, 1989) de Harold Becker

Finales de los ochenta. Policía desesperado. Mujer fatal de lo más sexy y reina en las artes amatorias. Asesinatos en serie. Policía desesperado se siente atrapado por mujer fatal y sospechosa (¿es o no es?). Policía desesperado tiene colegas majos, un buen compañero de faenas. Gran ciudad como New York. Personajes solitarios. Anonimato en la gran ciudad. Deseo de ser amados. Muchas sombras y alguna que otra luz. Interiores de largos pasillos. Nocturnidad. Muchos litros de alcohol y alguna que otra colilla ¿Cine negro en los ochenta? ¿Quién da más?¿Nos suena el argumento?¿De qué hablo?

Melodía de seducción es un producto bien hecho. Un buen argumento de cine negro. Sería una de las primeras películas que pondría de moda: protagonista se enamora de mujer sospechosa, que durante los noventa casi se convertiría en un subgénero de éxito (sobre todo a raíz de Instinto básico). No deja de ser un argumento del buen cine clásico y negro (¿alguien olvida El halcón maltés?). Es lo que denominaríamos un producto correcto que sabe como atrapar al público (es decir, por ejemplo, a mí). No es obra maestra pero es de esas películas de las que se guarda buen recuerdo. Buen sentido del ritmo.

Y, sobre todo, como no, un muy buen personaje principal, no sólo por como está escrito, sino por la personalidad que le imprime uno de los actores por los que siento una gran debilidad, mi queridísimo Al Pacino. Ese policía duro y tierno a la vez, desesperado y abocado al alcohol, que suplica a la mujer amada que se acueste con él que si no teme la cuesta abajo, teme el no dormir…, teme la caída total y absoluta. El típico macho ibérico pero con ternura en los ojos, con miedo al abismo. Con miedo a la soledad nocturna tras una copa y otra y otra más. Frank Keller que en ataque de rabia dice cómo se siente de rechazado cada vez que dice que es policía y a la vez como sabe que a veces, en momentos desesperados, se convierte en el papaíto. Keller con complejo de rechazo, que no se recupera del matrimonio fracasado, que siente por primera vez la muerte cercana, que llama a su ex mujer a las tantas de la noche, borracho, para decirle que teme tener apendicitis… que teme morir solo.

Ese policía en crisis al que le toca solucionar un caso de una asesina en serie que localiza a sus víctimas a través de anuncios de contactos. Ese policía que junto a su compañero de trabajo (uno de esos secundarios de oro, como los de antes, John Goodman) deciden para atraparla poner un anuncio y acudir a las citas para conseguir las huellas. Ese policía que sólo tiene como pista unas cuantas colillas y un disco de vinilo en el que suena insistente Sea of love (ojo, al maravilloso Tom Waits y su versión en los títulos de crédito finales)… tú eres mi nena…, que se convierte en su melodía que le acompaña en las noches de soledad. Ese policía que se enamora hasta los huesos y que ve como tabla de salvación a una de las máximas sospechosas (Ellen Barkin,una de esas mujeres de rostro extraño y extremadamente sensual). El pobre Frank Keller ama y hace el amor a la vez que sospecha una y otra vez que su nena puede ser una asesina.

Buenos interiores, buena música, final inesperado… y Frank y su mujer fatal amándose tórridamente en los supermercados, camas, citas nocturnas, zapaterias… El director Harold Becker no volvería a repetir un éxito igual.

Vamos ideal para una tarde de verano en casa y para incondicionales de Al (como yo)…