Chester Himes, la cárcel y el cine

Llevo días inmersa entre las páginas de una novela fascinante: Por el pasado llorarás de Chester Himes. Este autor afroamericano alcanzó la inmortalidad por sus novelas de serie negra. En 1928 ingresó en prisión por robo a mano armada con una condena de 20 años. Durante su estancia, empezó a escribir relatos cortos y a publicarlos. Salió del centro penitenciario en 1935. Como dato curioso, Chester Himes vivió desde 1969 hasta su muerte en 1984 en Moraira, Alicante. 

Esta experiencia carcelaria la vomita en Por el pasado llorarás. Una obra dónde plasma a la perfección el día a día encerrado entre cuatro paredes. Debido a mi trabajo como periodista, los que me conocen ya saben qué tipo de periodismo hace Hildy (y quienes no lo sepan les vuelvo a invitar a que vean Luna Nueva), he hablado con muchos hombres que han estado en la cárcel. Y muchas de sus anécdotas, sensaciones y vivencias se parecen a las que describe Himes (aunque hay que tener en cuenta los años treinta y el tipo de cárceles que había en esos momentos). 

Tres aspectos destacaría de la novela (por no quedarme con todos). El poder de salvación que tiene la palabra, cómo el protagonista Jimmy Moore encuentra una salida a la brutalidad, deshumanización y monotonía a través de la escritura.La descripción que realiza Himes, llena de poesía y belleza, de las relaciones homosexuales del protagonista con otros presos, sobre todo la que establece con otro presidiario llamado Rico.Y, tercero, y la razón por la que hablo de este libro en este blog, la presencia del cine en el centro penitenciario. Y su efecto entre los presos. Una joya que me ha llegado muy hondo. 

Y, leyendo las páginas que dedica al cine en el centro penitenciario, no puedo olvidar una película de Preston Sturges del año 1941, Los viajes de Sullivan, una joya de la comedia y del cine dentro del cine. La obra cuenta la historia de un famoso y millonario director de comedias, John Sullivan, que quiere realizar “algo épico sobre la miseria”. Ni corto ni perezoso, Sullivan decide viajar como un sin hogar para experimentar lo que quiere plasmar en la pantalla. El director, en su momento, explicó que “cuando empecé a escribir la película no tenía idea de lo que Sullivan iba a descubrir. Poco a poco le fui quitando todo –salud, fortuna, nombre orgullo y libertad–. Cuando llegué hasta allá encontré que todavía le quedaba una cosa: la capacidad de reír. Así que, siendo un proveedor de risas, recuperó la dignidad de su profesión y volvió a Hollywood a hacer reír”. En este viaje a la miseria, Sullivan termina en una cárcel brutal y deshumanizada. Un día llevan a todos los presos a disfrutar de una proyección cinematográfica en una parroquia protestante de población negra muy humilde. Todos juntos se convierten en espectadores de un corto de Walt Disney. Viven un momento mágico. Todos ríen ante las desventuras del perro Pluto. Los presos olvidan su situación y, por un momento, Sullivan se descubre llorando de la risa. Preston Sturges, en su idea inicial, hubiera querido para esta escena una parte de La quimera de oro de Charles Chaplin, pero hubo problemas con los derechos de autor entre los estudios y no pudo ser. Quizá hubiera tenido mucho más fuerza esta escena de la que ya tiene con los presos riendo a carcajadas ante las vicisitudes de un sin hogar de celuloide, Charlot. Cuando Sullivan logra asentarse de nuevo en Hollywood, se da cuenta de la importancia de hacer reír y vuelve a trabajar orgulloso en lo que sabe hacer: comedias. 

Regresando, de nuevo, a la novela Por el pasado llorarás. Los presos pueden huir de la realidad a través de las películas sonoras del momento. Viven las historias de celuloide y se dejan llevar por los rostros de sus actrices y actores favoritos. También, tienen oportunidad de recuperar las canciones y la música. Y se emocionan ante las imágenes de la pantalla. 

En uno de los capítulos, Chester Himes nos habla de la fascinación de los presos ante películas como El gran desfile, Cabalgata, El virginiano, Vampiresas de 1933 o Adiós a las armas. Y cómo los condenados suspiran por Nancy Carrol, Clara Bow, Helen Kane, Helen Hayes o Joan Crawford. O, cómo se sienten identificados con Will Rogers, Fredric March, Richard Arlen, Maurice Chevalier, Louis Wolheim, George Raft o Clive Brook.También, narra el entusiasmo que despertaban las canciones de Bing Crosby o las risas que producían Laurel y Hardy. 

Al protagonista del libro, Jimmy, las películas le alejan de su realidad brutal. Lo humanizan. Le hacen sentir y emocionarse…, pero también le resulta duro cuando se encienden las luces y tiene que regresar a la celda. El telón vuelve a subirse, la realidad monótona y cruel, regresa… como un puñetazo. 

(Por el pasado llorarás, colección Zona Negra, Punto de Lectura, Madrid 2005)