Que en estos tiempos salga una nueva revista de cine y en papel es una temeridad maravillosa. Así ha ocurrido con Solaris. Textos de cine. Una revista que lleva ya cinco números (tres al año). Cada publicación se centra en una película determinada o en un tema muy concreto, que es abordado por profesionales especializados en distintas áreas. El último ejemplar que ha salido a la venta analiza desde diversas miradas La invasión de los ultracuerpos, de Philip Kaufman.
Una vez devorados los distintos artículos, me apeteció visitar dos de las versiones cinematográficas: obviamente, la de Kaufman y la de Don Siegel, en los cincuenta. De hecho, esta última es de esas películas que ves de niña y te marcan. Nunca he podido olvidar la película de las vainas… Son películas que no pierden su vigencia. De hecho, uno de los aspectos que llama la atención en el análisis de Solaris es como estas películas han recobrado toda su actualidad en el contexto COVID.
Así que pensé que no podía haber mejor sesión doble para tarde de verano que esta. Y si de paso apetece ahondar más, no viene mal conocer la revista Solaris, pues el periodo estival no es mala época para descubrir nuevas lecturas. La revista se ha centrado en sus anteriores números en temas y películas tan interesantes como De Arrebato a Zulueta, Trilogía del apartamento de Roman Polanski, Eyes wide shut y Cine que hoy no se podría rodar.
Por otra parte, hay otra sesión doble con este mismo tema que puede complementar a esta que propongo aquí. La novela de corta de Jack Finney, que publicó en el año 1955, tiene otras dos versiones cinematográficas a tener en cuenta, como bien se deja ver a lo largo de varios de los análisis de la revista: Secuestradores de cuerpos (1993), de Abel Ferrara e Invasión (2007), de Oliver Hirschbiegel.
La invasión de los ladrones de cuerpos (Invasion of the Body Snatchers, 1956), de Don Siegel
En las distintas versiones cinematográficas, una de las cosas evidentes de la “invasión” que se produce es que la historia tiene una doble lectura según la situación social y política de EEUU. De tal manera, que la película de Don Siegel es pura ciencia ficción de los años cincuenta, pero también hay ecos del momento histórico que se está desarrollando en ese momento. El doctor Miles J. Bennell (Kevin McCarthy) y su prometida Becky Driscoll (Dana Wynter) se van dando cuenta en su pequeño pueblo, Santa Mira, de que todos sus habitantes están siendo suplantados por unos dobles, que nacen de unas vainas gigantes, y que crean una sociedad de individuos sin sentimientos ni emociones, que actúan en masa.
Una vez terminada la Segunda Guerra Mundial, EEUU vive en una continua tensión política por la Guerra Fría, donde el enemigo a batir son la URSS y los países que orbitan alrededor de esta potencia. Además también se establece un modo de vida, un estado de bienestar, conservador e inmutable, que se vende como el “sueño americano”. Este sueño teme hasta la paranoia todos aquellos que puedan quebrantarlo, entre ellos, como no, los comunistas. Aunque se da una paradoja o una doble interpretación de esta película según los ojos con que se mire: el terror a la posible invasión comunista (uno de los grandes miedos de la Guerra Fría) o el pánico a sucumbir al sueño americano, sin poder disentir y con el miedo a ser denunciado como sospechoso de comunismo (es el periodo álgido de la Caza de Brujas y del senador Joseph McCarthy).
Don Siegel, con su maravilloso pulso y ritmo para contar historias, logra enganchar desde el principio a través del pánico que muestra un individuo encerrado en un hospital de una gran ciudad y que cuenta a un psiquiatra cómo ha llegado a ese estado. Así la película cuenta con una voz en off en primera persona y un largo flashback. El doctor Miles va contando minuciosamente lo que ha acontecido en su pequeño pueblo. Todo empieza cuando regresa precipitadamente de un congreso por una llamada de su enfermera. Dos asuntos ocupan al doctor a su llegada: los casos de varios pacientes que requirieron sus servicios urgentemente (pero que parece que ya no quieren ser atendidos) y el regreso al pueblo de Becky, un antiguo amor. Ambos acaban además de divorciarse, y juguetean con la ilusión de volver a enamorarse.
El doctor pronto se da cuenta de que hay personas del pueblo (la prima de Becky y un niño) que no reconocen a sus seres queridos, que tienen la sensación de que son otras personas a pesar de que su apariencia es la de siempre. Un amigo psiquiatra del doctor lo explica como una especie de paranoia colectiva. Pero pronto, Miles hará un descubrimiento escalofriante en casa de un matrimonio amigo y terminará revelando que el pueblo está sufriendo una invasión de dobles que surgen de unas vainas gigantes. Y descubre con horror que cada vez son más los dobles que aquellos que no están siendo duplicados.
El doctor Miles va perdiendo poco a poco la calma cuando se siente cada vez más acorralado. La invasión se le está escapando no solo de sus manos, sino que advierte que se puede extender por todo el planeta. Su obsesión es buscar la manera de no ser duplicado: para eso es importante no dormirse y comportarse de la misma manera que los demás para no ser identificado. La única salida que halla es salir del pueblo para avisar al mundo de la invasión.
Don Siegel logra algo más que una buena película de ciencia ficción de serie B, pues consigue no solo la atención del espectador, sino transmitir la angustia y paranoia del doctor Miles con momentos que uno no puede borrar de la memoria: la desesperación de este cuando se da cuenta por la mirada de Becky de que su amada ha sido duplicada y su pánico e impotencia en la autopista cuando trata de advertir a los demás conductores y nadie parece hacerle caso.
El verdadero terror de Miles y sus amigos (Becky y otra pareja) es que la gente de toda la vida, aquellos que conocen de siempre, se han convertido no solo en unos desconocidos, sino en una masa capaz de perseguirlos sin cansancio con el único objetivo de arrebatarles la humanidad. Curiosamente, aunque fue algo impuesto, Don Siegel termina con una cierta esperanza: el relato del doctor Miles no ha sido en vano, le terminan creyendo cuando además llega la noticia al hospital de un accidente que pone en evidencia la existencia de las vainas gigantes. El doctor no ha llegado tarde para advertir a la humanidad del peligro.
La invasión de los ultracuerpos (Invasion of the Body Snatchers, 1978), de Philip Kaufman
Philip Kaufman crea una metáfora total de los desencantados años setenta en EEUU. En pleno San Francisco ubica su historia, en la capital de la contracultura y de los movimientos sociales y políticos de los sesenta. La paz y el amor, la contracultura, el movimiento hippy, la esperanza de una generación que quería cambiar el mundo se ha visto arrasada, entre otras cosas, por el asesinato de Kennedy, la matanza de Charles Manson y pandilla, las consecuencias nefastas de la guerra de Vietnam en toda una generación, la corrupción y el Watergate… Apenas queda nada para que suba al poder Ronald Reagan y ponga en marcha sus políticas neoliberales. Así el año 1978 es un momento no solo de desengaño, sino de una Norteamérica aquejada de paranoias y teorías de conspiración que se ve envuelta en un futuro muy negro.
En este contexto nace la nueva versión cinematográfica de la novela de Jack Finney (que siempre se mostró sorprendido y curioso por las diferentes lecturas de su historia). La invasión de los ultracuerpos es un relato cinematográfico mucho más pesimista y desencantado que el de Siegel. No es un relato en primera persona, sino que vamos viendo el destino fatal de cada uno de sus cuatro protagonistas: Matthew Bennell (Donald Sutherland), un inspector de sanidad; su compañera de trabajo, la científica Elizabeth Driscoll (Brooke Adams); y el matrimonio Bellicec, dos jóvenes inconformistas, que viven alternativamente y no tienen reparo en criticar el sistema (Jeff Goldblum y Veronica Cartwright).
Además la película de Kaufman deja mucho más claro que la invasión viene del más allá, que es una invasión extraterrestre, y también revela cómo se produce la suplantación (lo vemos en directo con la duplicación que sufre Elizabeth en los brazos de Bennell). Por otra parte denuncia un mundo contaminado y realiza un alegato ecológico, advirtiendo de cómo los seres humanos están pervirtiendo el curso de la naturaleza. Su final es desgarrador con dos gritos sin esperanza: el artificial y terrorífico de Bennell, que finalmente ha sucumbido; y el de la joven Bellicec cuando es consciente de que es ella sola contra el mundo.
Por otro lado, La invasión de los ultracuerpos realiza unos guiños pesimistas a la anterior versión. El actor Kevin McCarthy aparece de nuevo como un ciudadano aterrorizado que trata de advertir de la invasión en una carretera, y muere arrollado. Es como si el protagonista del film de los cincuenta lograra sobrevivir durante ese periodo, pero no superase la invasión de los setenta. Por otra parte, Don Siegel, el director del largometraje de los cincuenta, tiene un papel como el taxista que delata a Bennell y Elizabeth, impidiendo su huida a través del aeropuerto.
Philip Kaufman deja un mundo invadido por una masa sin sentimientos ni emociones. Poco a poco se van formando líderes de la suplantación, es decir, aquellos que son duplicados primero y van conduciendo a los demás a ese “nuevo orden social”. La inquietud comienza con una maestra de escuela y un sacerdote, luego por un dentista que todos los días se queda hipnotizado frente al televisor por los deportes, hasta llegar a un psiquiatra que se gana la vida con libros de autoayuda (Leonard Nimoy, más allá de Star Trek)… En La invasión de los ultracuerpos, la especie parasitaria de las vainas parece haber encontrado el mejor de los mundos para reproducirse.
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Hola Hildy
No soy muy fan de este género (baste apuntar que me he empeñado en leer «…su pánico e impotencia en la autopsia…» cuando habías puesto «…su pánico e impotencia en la autopista…») pero reconozco que cuando los efectos apoyaban a la película era un cine muy distinto; ahora, no hay duda, las películas son el sustrato para poner una sucesión de efectos.
Entre las «siete plagas» de los setentas no has puesto una muy importante: la primera gran crisis del petroleo. La que estamos sufriendo ahora no será la última y una idea invasora me está comiendo por dentro ¿Se estará fresquito dentro de una vaina?
Un saludo, Manuel.
Pues es verdad, querido Manuel, que también estaba esa primera gran crisis del petróleo entre los acontecimientos de la década de los setenta que removieron todo.
Jajaja, en la vaina está uno al fresquito, lo malo es que sales sin emociones ni sentimientos de ningún tipo. Sin sentir ni padecer.
En estas películas de esta sesión más importante que los efectos especiales (más evidentes en la segunda) es totalmente su fondo y la psicología de los personajes.
La película de Don Siegel es de esas que te marcan. Yo la vi de niña y me impactó. Nunca olvidé la película de las vainas.
A mí la ciencia ficción cuando juega con el tiempo, el espacio y el amor es un género cinematográfico que me fascina. Una de mis películas de la vida es 12 monos.
Beso
Hildy
Hola otravez
La ciencia-ficción me interesa. Me refería, más bien, a las pelis de terror.
Pero, dándole una vuelta, veo mucha gente que, aparentemente, no muestran sentir o placer por la calle, como que van a su vaina, debe ser eso que llaman «redes vegetales»; todos unidos por el tallo y metidos en gel. Y no sé si es ciencia-ficción, terror o los body snatchers esos.
Un frescu-saludo. Manuel.
Ahhh, ok, querido Manuel. Entonces te había entendido mal, pensaba que no eras fan de la ciencia ficción.
Yo hasta hace nada tampoco era muy del género de terror, pero por puro miedo. Sin embargo, de unos años a esta parte, me estoy viendo todo lo que no vi en su momento, y me estoy llevando buenas sorpresas también con este género.
Lo que apuntas es una de las cosas que dan «pánico» de las distintas versiones de los body snatchers…, que es más real de lo que creemos…
Beso
Hildy
¡Ays las vainas! en mi adolescencia vi éstas películas no sé las veces y tantos años después sigo compartiendo ese código con una amiga: nuestras risas al decirnos una a la otra, ¡cuidado, las vainas acechan!
Gracias, Hildy y un beso.
Mi querida Marga, que alegría me da siempre leerte.
¡Ya te digo las vainas!… Una vez que las ves, ya no las olvidas…
Qué películas, son de esas que forman parte de nuestra memoria así que pasen años y años.
Jajaja, cuidado, las vainas acechan… Buen código entre amigas.
Beso
Hildy
Excelente programa doble, y genial reaparición la de McCarthy, ambas muy de su tiempo, pero por eso mismo atemporales, recordándonos que, aunque el pretexto sean los extraterrestres, el problema somos los intraterrestres. Ambas películas pertenecen a la infancia, y son de esas que resultan imborrables.
Besos
Sí, es un programa doble para disfrutar. Exacto el problema somos nosotros.
Es curioso cómo algunas películas nos dejan huella profunda. Y, sí, las dos son imborrables… cuando las vimos de niños. Las vainas no se olvidan…
Beso
Hildy
Que tal Hildy!
Si no recuerdo mal fue en el maravilloso ciclo de Chicho Ibañez Serrador «Mis terrores favoritos» donde vi por primera vez esa joya de Siegel, todavia hoy me provoca zozobra esa historia. La de Kaufman me gusta mucho, pero puestos a elegir me quedo con la del 56.
Besos;)
… Sí, mi recuerdo de infancia, querido Fran, también está unido con la película de Siegel. Esa es para mí la película de las vainas… Cómo me impresionó cuando la vi.
Me pasa como a ti. Me encanta la de Kaufman…, pero mi miedo llegó con la de Siegel…
Beso
Hildy
Querida Hildy,
las 2 cintas que comentas tan brillantemente son versiones diferentes y geniales de la novela original,pero no son las únicas que nos ha entregado Hollywood: hay una de 1993 dirigida por Abel Ferrara y una de 2007 del director alemán que hizo LA CAÍDA(apellido muy complicado para citarlo de memoria)
Como suele ocurrir con los remakes,la calidad va disminuyendo progresivamente,pero la semilla o vaina,que plantó Jack Finney puede seguir periodicamente dando nuevas e inexpresivas copias.
Besos,IVÁN
Querido Iván, sí, son dos películas geniales. Efectivamente, cada década tiene su versión.
Planteo que los dos títulos que aportas sería otra magnífica sesión doble, ¿verdad? Y ver las diferencias entre las cuatro y las distintas miradas según el momento.
Beso enorme
Hildy
Hola Hildy,
He visto ambas y si tuviera que quedarme con una, lo haría con la de Siegel. Por su ritmo, por la empatía que me genera la angustia del protagonista y como el film, con su narración en primera persona, te hace acompañarle en el horror que va descubriendo y compartir con él sus reacciones, desde la incredulidad hasta la desesperación más absoluta. Qué bien muestra “lo siniestro”, cuando lo cotidiano y conocido se convierte en extraño y ominoso. Y agradezco esa esperanza final que ofrece el film, a diferencia del de Kaufman que nos deja un final desolador, tan propio del cine de terror desde “La noche de los muertos vivientes” otra película con la que tiene mucho que ver.
De la versión de Kaufman resalto lo que tú ya mencionabas, como la invasión extraterrestre se plantea “desde arriba”; desde los estamentos de influencia y autoridad hacia el resto de la población. Me impresionan especialmente esos minutos finales en los que el personaje de Donald Sutherland (aún no sabemos que es su réplica) observa como se van suplantando a diferentes grupos (esos niños a los que su profesora lleva a dormir y uno de ellos dice “pero si no tengo sueño”) Como la invasión supone la uniformidad total y para aquellos que se escapan, como el personaje de Veronica Cartwright, solo queda la soledad más desesperada y probablemente efímera.
Me gustan muchos los guiños al género del film: esa aparición alucinada de Kevin McCarthy o Leonard Nimoy, el mítico Sr. Spock, epitome del personaje extraterrestre positivo junto a ET, convertido en uno de los cabecillas de la insidiosa invasión.
Para añadir algo, aparte las versiones de Ferrara y Hirschbiegel (para mí, la más floja) sumo la versión de Robert Rodriguez, “The faculty· entretenidísima y con más enjundia de lo que aparenta. Con una lectura muy “políticamente incorrecta”: los extraterrestres no imponen un mundo rígido y sin sentimientos o personalidad como en las otras versiones, sino una sociedad a la manera de una colonia de insectos, regidos por una tan dulce (en su forma humana) como terrorífica (en su forma real) reina, que promete una sociedad armónica, sin violencia ni angustias. Será la cocaína la manera de derrotar a los extraterrestres que en esta ocasión no crean réplicas y destruyen a los originales, sino que parasitan a los humanos. Una de mis películas del género “high scool” favoritas.
¡No he visto The faculty! Otra peli a mí larga lista de pendientes.
Yo también siento predilección por la de Siegel, Lilapop. Pero como dices es impresionante el final de la de Kaufman. La verdad es que es una sesión doble que merece la pena y hace reflexionar un montón.
Beso
Hildy