Descubrí Léon Morin, sacerdote a través de un documental reciente. En concreto, en Las películas del mi vida (Voyage à travers le cinéma français, 2016) de Bertrand Tavernier. Las imágenes de esta película llamaron mi atención e hizo que buscara el dvd con avidez, con hambre. Ya lo he visto dos veces, porque es de esas películas que seducen tanto que sabes que cada visionado va abrirte una puerta diferente. Jean-Pierre Melville filma una película, aparentemente desnuda y sencilla, donde aúna en sus imágenes la sensualidad y la espiritualidad, pero a la vez no puedes dejar de escuchar cada uno de los diálogos y monólogos que se suceden. Léon Morin, sacerdote tiene varias capas, y vas sumergiéndote en ellas como si te deslizaras lentamente por un tobogán del que nunca ves el final. Los ojos van resbalando por cada fotograma, pero la mente no deja de funcionar.
Léon Morin cuenta el vínculo que se establece entre Barny (Emmanuelle Riva), una joven viuda con una hija pequeña, y León (Jean-Paul Belmondo), un sacerdote. Todo transcurre durante la Segunda Guerra Mundial en una pequeña localidad francesa. La peculiaridad es que todo empieza por una burla. Barny quiere provocar en un confesionario a un cura. Ella no solo es atea y cercana a la ideología comunista, sino que además su marido era judío. Así que se aproxima, divertida, al confesionario de una iglesia y suelta: “La religión es el opio del pueblo”. Pero Morin, el sacerdote que está al otro lado, no se escandaliza ni se incomoda, sino que la rebate, y además la termina invitando a que acuda a su casa para dejarle libros y hablar sobre religión. Con lo cual Barny sale descolocada de la iglesia, pero a la vez con la sensación de que alguien interesante se ha cruzado en su camino. Es la historia de dos soledades que se juntan.
La belleza
Jean-Pierre Melville construye una película de varios niveles, pero su visionado es reposado y tranquilo. Partiendo de una novela de Béatrix Beck, la que nos conduce por la historia es Barny, su voz interior y su mirada son predominantes. Si el espectador tuviese una varita mágica, se separarían claramente tres capas: por una parte, sentimos la guerra y sus distintas fases, así como todas sus contradicciones y complejidades. Por otra, asistimos a varios diálogos teológicos sobre religión, el sentido de la vida, la naturaleza del ser humano, la fe…, y lo que puede significar una militancia religiosa. Pues Léon es todo un militante. Así como también somos testigos de la transformación de Barny. Un día en su desván, mientras le da un rayo de sol, se confiesa a sí misma una “desgracia”: siente que se ha convertido. Y, una tercera capa maravillosa, una historia de atracción y amor imposible, donde la sensualidad que corre entre ambos termina doliendo.
Léon Morin, sacerdote transcurre entre el confesionario, la casa donde habita Léon, el lugar de trabajo de Barny (es correctora en una escuela a distancia), los hogares donde oculta a su hija durante la ocupación (pues tiene sangre judía) y el apartamento de la joven viuda. Pero también en las calles y alrededores de la pequeña localidad. Jean-Pierre Melville es un narrador excepcional, austero y brillante, que da importancia al detalle. Sencillez y complejidad, y una melancólica belleza. Barny es una mujer muy emocional, con una sensualidad que la desborda y con una sensibilidad intelectual que le hace analizar continuamente todo lo que mira y vive… Poco a poco, le va seduciendo no solo la manera de pensar del sacerdote, sino su belleza física. Ella siente atracción por la belleza, así se nos muestra desde el principio, cuando en su lugar de trabajo confiesa cómo le atrae una compañera, la secretaria de dirección, por lo hermosa que es. También dentro de esta atracción hay momentos de fino humor: Barny es consciente de que no es la única que “sueña” con Morin. Y este parece que de nada se entera, pero ya sabemos la magia que desprende el rostro de Belmondo y su capacidad de expresar que quizá es consciente más de lo que pensamos de su atractivo.
También la protagonista se da cuenta, en todo momento, de la imposibilidad de su amor con Léon. Eso la hace vivir un instante de ensoñación hermosísimo: un beso que nunca se hará realidad. Barny vive su sexualidad como puede, de hecho durante una discusión con él le dice bruscamente que hace el amor con un palo, que no se preocupe por ella. Y notamos en la mirada de Léon que tiene claro no sobrepasar esa línea, por su militancia, pero que solo con ella se hubiese planteado saltarla…
Intuiciones
Otra sutileza de Melville es contar la guerra a través de intuiciones y pequeñas acciones cotidianas, así como en las distintas conversaciones entre los personajes. Primero la ocupación italiana, después la alemana, y finalmente la llegada de los americanos. Y nada es blanco ni negro. Así entre las compañeras de trabajo hay algunas que apoyan el gobierno de Vichy, otras pertenecen a la Resistencia o, incluso, el director de la escuela tiene que huir, pues es judío. Al principio, Barny con otras compañeras bautizan a sus niños para protegerlos; unas lo hacen porque son hijos de partisanos y otras, porque estos tienen sangre judía. O curiosamente la hija de Barny se encuentra a un “boche” (término peyorativo para referirse a los alemanes en Francia) que es cariñoso con ella cuando sale de la escuela y la propia viuda tendrá un incidente muy desagradable con un americano. Al principio la ocupación italiana se vive en la localidad con ligereza, incluso despreocupadamente. No ocurre así cuando llegan los alemanes, todo se vuelve más oscuro y amenazante. También Melville cuenta mucho en los fuera de campo: los disparos y ruidos que se oyen detrás de las ventanas y celosías. O las visitas que recibe Léon, que nunca vemos, pero que sospechamos que acoge en su iglesia a judíos o partisanos.
Y la historia de amor imposible y sensualidad se cuenta a través de las miradas selectivas de Barny que va conociendo más a Léon. Se fija en los remiendos de su sotana, en sus labios, en sus sandalias sin calcetines… Así como va conociendo cada uno de los rincones de su portal, las escaleras, las paredes, la puerta, sus habitaciones casi vacías, la mesa, la estantería con los libros, el piano… Hasta que su militancia le lleva lejos. Y Barny recorre esos espacios vacíos, como su alma. E intuye, con dolor, ese vacío demoledor que va a sentir en su ausencia.
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Uf, estoy pensando en el tremendo flechazo que tuve con Melville y lo abandonado que le tengo desde que Los chicos terribles me pareciese tan insoportable. A ver si lo recupero, que esta por ejemplo no la he visto. Te lo haré saber.
Querídisimo crítico abúlico, he de confesar que yo tengo pendientes bastantes películas de su filmografía y las que he visto (las de Delon como protagonista), tengo que volver a ellas de nuevo, pues las vi hace bastante. Así que me apetece ir recuperando a Jean-Pierre Melville y lo iré solventando poco a poco. He querido empezar con Léon Morin pues era una película que tenía pendiente y me apetecía muchísimo. La película me ha gustado un montón. ¡No he visto Los chicos terribles! Ayyyy, jajajaja, es una de las que me apetece…
Beso
Hildy
Esta no la he visto, pero a mi me gusta muchísimo su opera prima («El silencio del mar») y, además de las archiconocidas («El silencio del hombre») me llamó la atención de entre sus «polares» «Círculo rojo.» No obstante me quedan muchas por ver, aunque también está bastante bien «El batallón de las sombras.» Me gustaría ver «Bob, el jugador» de la que Neil Jordan hizo un remake muy respetable llamado «El buen ladrón» con Nick Nolte de protagonista.
Besos.
Querido Deckard, iré recuperando y recordando poco a poco a Melville. Me ha gustado rescatar Léon Morin, pues me ha resultado tan interesante… ¿Sabes?, Neil Jordan es otro de los directores por los que siento debilidad. En breve va a visitar el blog.
Besos caseros
Hildy
«León Morin» fue, coincidió así, la primera de Melville que vi. Luego he visto otras cuatro o cinco, me he hecho una idea de «lo melvilliano» y «Leon Morin», así, la recuerdo como una rareza. Una película que, por lo que recuerdo, tenía elementos de cine clásico americano y a la vez un cierto aire nuevo, quizás de nouvelle vague, sin serlo. Era un curioso híbrido, a su manera adelantaba preocupaciones intelectuales de «Mi noche con Maud» y capas más perversas, digamos, como de «Belle de Jour».
Por cierto, Melville me parece (esto es muy subjetivo) uno de esos directores, como suele decirse, con un universo estilístico y moral reconocibles, con un buen puñado de grandes películas (películas redondas incluso) que, sin embargo, en mi opinión, no lograron firmar una obra maestra o inolvidable o como se quiera decir.
Buen confinamiento.
Luis
Una vez más me doy cuenta de mi gran ignorancia cinéfila, pues no tenía ni idea de Melville ni he visto ninguna de sus películas…La que nos cuentas me parece muy interesante, así que haré lo posible por localizarla. Muchas gracias por ampliar nuestra visión del cine…
Hola Hildy!
Tal y como la has descrito creo que la disfrutare, no la he visto. Bueno, he de reconocer que de Melville apenas he visto una película, «Le samouraï» (El silencio de un hombre 1968), la cual por cierto tengo en un altar, la situó entre mis favoritas. Estupenda tu reseña, la tendré en cuenta.
Saludos!
¡Luis, cuánto tiempo! Me alegra mucho saber de ti. Me gusta haber retomado a Melville con Léon Morin, pues ha despertado mis ganas de ver otra vez las películas que conocía de él y visionar aquellas obras que todavía me quedan por descubrir. Tengo ganas de indagar por su obra, así que he leído con interés tu mirada sobre él.
Beso
Hildy
Querida Maria Rosa, sé que esta película va a resultarte interesante. Y estoy segura de que cuando la veas vamos hablar largo y tendido sobre ella.
Beso
Hildy
Querido Fran, mil gracias por tus palabras. ¡Sí ves Léon Morin no dejes de comentarme qué te ha parecido!
Tengo ganas de volver a revisar El silencio de un hombre.
Besos
Hildy
Ayer estuve viendo «Bob le flambeur», Hildy. Magnífica. No te la pierdas.
Besos.
Ay, qué olvidado tengo a Melville yo también… Y esta la tengo en la prehistoria… Voy recordando cosas a medida que tú las cuentas, pero lo bastante poco para que me anime a buscarla y verla de nuevo. No deja de ser un Melville bastante atípico. En otras ocasiones, las más, esa mirada sensible y cadenciosa de esta película cede ante otros intereses más contundentes. En todo caso, es un cineasta a recuperar en el primer plano.
Besos
Querido Deckard, mil gracias por la recomendación. Melville me espera.
Beso
Hildy
Mi querido Alfredo: yo voy a ver si lo voy recuperando poco a poco. Como digo me ha gustado empezar con Léon Morin. Me apetece refrescarlo y ver aquellas que no he visto nunca.
Beso
Hildy
¡Tanto cine maravilloso por descubrir! Es un lujazo conocer películas como esta gracias a tus análisis, que nos permiten apreciar parte de su forma y fondo impregnándonos de curiosidad por un visionado inmediato. Aunque luego no encontremos momento para tantos títulos pendientes… Entre mis lagunas cinéfilas reconozco que también incluyo a Melville. Desde luego, gracias a nuestra pasión por el cine nunca nos faltará «material» para ocupar los retiros domésticos que sean necesarios…
Besossss.
Querídisima Ana, sí, cuánto cine por descubrir. Y lo bueno es que las películas siempre nos esperan en ese baúl de pendientes para cuando tengamos ocasión. ¡Tienes razón, nunca nos faltará material! Para mí Léon Morin, sacerdote ha sido un bonito descubrimiento.
Beso
Hildy
Ya cuando escribiste de esta película en una entrada anterior, manifesté mis ganas de verla. A ver cuándo es posible. Por cierto, se ha hecho recientemente otra adaptación de la misma historia de Beatrix Beck con Raomain Duris. Se llama “La confession” y data del 2016. Dejo el enlace del tráiler. https://www.youtube.com/watch?v=htsQ4S4-abk
He visto bastante de la obra de Mellvile, por otro lado, no demasiado larga. Me emocionó profundamente “El silencio del mar” que convierte al muy inquietante Howard Vernon en un militar alemán de lo más sensible y absolutamente enamorado de Francia y de la joven que le aloja en su casa a la fuerza. Con todo el Melville más genuino es aquel que se va alejando de la literatura, no tanto porque deje de adaptar novelas (lo seguirá haciendo) sino porque el peso de la palabra será menos importante. Se decantará principalmente por el “polar”, por moverse por ambientes urbanos, y retratar a personajes fuera de la ley, pero con un código ético propio, al que se mantienen fieles hasta el final y que se basa en la lealtad.
Vi en mi adolescencia “El silencio de un hombre” (cambiaron en España el original “Le samurai” no fuera a ser que alguien pensara que iba a ver una de Kurosawa…) y “Círculo rojo” y aunque guardo un buen recuerdo de ambas, me gustaría tenerlas más frescas. Las dos tienen cosas en común y pertenecen a esa parte de la filmografía de Mellville ya auténtico autor de sus obras y no tan dependiente de un original literario. Mundo del hampa, personajes radicalmente solitarios, la dualidad entre traición y lealtad, la presencia de Alain Delon y un detalle tierno: esos personajes lacónicos y solitarios comparten su vida con animales. El gorrioncillo que vive con Alain Delon en “El silencio de un hombre” y los gatos que viven con el sagaz comisario que interpreta Bourvill en “Círculo rojo”, ¿quizá porque en la relación con los animales las palabras no son el elemento esencial?
Me gustó mucho “El confidente” que tengo más reciente. “Bob le flambeur”, también me atrapó, pese a que Roger Duchesne es un actor que me provoca extrañeza. No ayuda su tinte platino imposible.
“Dos hombres en Manhattan” protagonizada por el propio director, es otro interesante relato urbano a ritmo de jazz, con amistad masculina y conflicto ético de fondo.
“El ejército de las sombras” sobre la resistencia francesa, en realidad otro relato de lealtades y traiciones, es seca y austera y a la vez acongojante.
Puede que la más floja de las que he visto sea “Crónica negra” y con todo, tiene puntos de interés. Delon, siempre Delon, durísimo como nunca. Una Catherine Denueve toda glamour que remite a una “femme fatale” de los 40 (y en una década tan “antiglamourosa“ como los 70, es un mérito a contracorriente) un atraco bajo la lluvia en una sucursal bancaria que parece diseñada por Le Corbusier. Pero la narración me pareció deslavazada, y tiene otras cosas chocantes como ese robo en un tren realizado con unas muy obvias miniaturas que solo se puede entender (y aceptar) como una broma por parte del director. Al final más que la relación entre Richard Crenna y Delon o este y Denueve, te quedas con la de Delon y su confidente, la prostituta transexual que interpreta Valérie Wilson, que intuimos que está perdidamente enamorada de él. Ahí había otra película, pero quizá más del gusto de Fassbinder o Almodóvar.
En fin, que como siempre, me extiendo. Con ganas de ver el Melville literario de “Leon Morin, sacerdote” o de “Cuando leas esta carta” pero sobre todo el Melville ya autor total, menos dependiente del original literario, de sus dos “polar” que me faltan: “El guardaespaldas” y “Hasta el último aliento”.
Un abrazo Hildy. Gracias al cine y a tu blog que nos abren espacios de libertad y reflexión en este confinamiento
¿Sabes cuándo vi por primera vez a Romain Duris? Con El extranjero loco de Tony Gatlif. Qué loca me volvió esa película y cómo me gustaba su banda sonora. Luego me dejó ko con «De latir, mi corazón se ha parado»…
¡Gracias, querídisima Lilapop, por tu repaso por la obra de Melville y por tus palabras que siempre me animan!
Yo tengo que ir recuperándolo. Además solo tengo imágenes en mi cabeza de las obras que hizo con Delon. Me apetecen muchísimo además de la de Bob le flambeur, El silencio del mar y El ejército de las sombras. Poco a poco. ¡Me apunto también «Cuando leas esta carta»! ¡Me encanta el título!
Beso
Hildy