Un cuento oscuro sobre un padre vital y brutal que va enterrando físicamente a sus mujeres y espiritualmente a sus hijos en una granja-cárcel. O una gran tragedia griega de pasiones desatadas donde un dios colérico va sembrando la desgracia. Promesas, venganzas, huidas, odios, regresos, pasiones desatadas, soledades y el asesinato más cruel que pueda jamás concebirse… para demostrar con fatalidad un amor infinito y entregado. Todo está encerrado en Deseo bajo los olmos, extraña y olvidada película de Delbert Mann, que cuenta además con una de las parejas cinematográficas más improbables, Sophia Loren y Anthony Perkins, pero no solo creíble, sino con un erotismo y una sensualidad que hace más especial todavía toda la ambientación de la historia. Su fuente de inspiración es una obra de teatro, con el mismo título, del dramaturgo Eugene O’Neill. No faltan, por tanto, los ecos de esas familias trágicas y desgarradas que O’Neill creaba para los escenarios.
Delbert Mann es uno de los directores de la generación de la televisión y desde su debut en los cines con Marty su carrera iba ascendiendo. Continuó de la mano del guionista Paddy Chayefsky, pero en 1958 adaptó dos obras teatrales para llevarlas a la pantalla, y detrás de ellas no estaba la mano original de Chayefsky. Por una parte, la tragedia de O’Neill (que lo convertiría en guión el escritor Irwin Shaw), y por otra una obra teatral coral del británico Terence Rattigan, que dio como resultado una película redonda y delicada, Mesas separadas.
Deseo bajo los olmos gira alrededor de una granja y la tierra que la rodea. Esa granja pertenece a un hombre fuerte y vital, pero con una personalidad arrolladora, titánica y cruel que aplasta a todos los seres que le rodean: a sus mujeres y a sus hijos. Ephraim (Burl Ives) ejerce como dueño y señor, y deja bien claro a sus hijos y esposas no solo que los va a enterrar a todos, sino que será muy difícil que alguna vez les pertenezcan las tierras. La película comienza con una de sus esposas enferma que lleva a su hijo pequeño en la noche oscura a seguir a su padre para descubrir dónde esconde el dinero de la granja. La madre hace prometer al niño, que aunque ella muera, luche por recuperar las tierras que solo son suyas. Y esa es la obsesión con la que crece Eben (Anthony Perkins): que la granja y las tierras sean solo suyas. Es decir, lograr arrebatárselas no solo a su odiado padre, sino también a sus hermanos mayores, hijos de otra mujer de Ephraim, Simeon y Peter, que también trabajan en la granja porque piensan, como Eben, que un día será para ellos. El conflicto se dispara cuando los odios enquistados estallan ante una nueva noticia: Ephraim vuelve a casarse con una joven italiana, Anna (Sophia Loren).
Eben aprovecha la ocasión para “comprar” a sus hermanos la parte de la granja y les proporciona dinero para que vuelen a California en busca de oro. Estos aprovechan la oportunidad, pues ven cada vez más lejano el heredar la granja. Ahora en el hogar opresivo queda tan solo padre e hijo. El padre solo ve que tiene un hijo débil, y el hijo que odia a su padre y que tiene que arrebatarle la granja. Pero entra en juego Anna, una superviviente, y por eso egoísta y capaz de todo, que desea un lugar donde vivir. Y, de pronto, en ese pequeño espacio del mundo se desata una tormenta pasional. Aunque Eben y Anna se saben enemigos nace un amor natural, arrebatador y finalmente destructor.
Una tragedia griega en el corazón de una granja. Las estaciones van pasando y la naturaleza acompaña las emociones de los personajes principales. Toda la realidad de los personajes da un vuelco con el nacimiento de un niño. Y ese amor entre Eben y Anna que podría haber sido la vía de escape se convierte en una trampa mortal. Delbert Mann no solo cuenta con un Burl Ives que crea uno de sus “padres” tiránicos, sino que parece un Dios inmortal y vital, como demuestra en esa fiesta por el bautizo del niño, donde hace una demostración de su fuerza con unos bailes que nadie puede seguir. Sino también con una Sophia Loren que no solo está bella y salvaje como la naturaleza que rodea a su personaje, sino que lo dota de una complejidad extrema. Y un Anthony Perkins que se convierte en un joven rebelde, confuso y pasional. El actor emprendía una carrera que se prometía brillante hasta que Norman Bates eclipsó toda su carrera (y eso que después de Psicosis continuó mostrando su versatilidad como actor, pero sus personajes cayeron también en olvido). Pese a que parecía que la pareja protagonista carecía de toda química, la sorpresa es comprobar que sí desprenden chispas, que sí son creíbles. De hecho, repitieron como pareja cinematográfica años después en Un abismo entre los dos, de Anatole Litvak. Así como una galería de rostros secundarios que vuelven más intensa y asfixiante la trama, no hay ni un solo personaje que dé un atisbo de luz o de esperanza. Toda la tragedia está envuelta por la música entre épica y romántica de Elmer Bernstein para una historia oscura. Una película con una atmósfera intimista, cerrada, a pesar de que ocurra en plena naturaleza, con una hermosa fotografía en blanco y negro y una sensación de extraña irrealidad, entre cuento de terror y tragedia griega. Y con momentos intensos no solo toda la secuencia del baile del bautizo, sino con otros tensos y hermosos como la secuencia de los dos amantes en el pajar a punto de ser descubiertos por el patriarca… Deseo bajo los olmos es de esas películas que cuentan con un extraño magnetismo que las convierte en inolvidables una vez vistas, aunque no sean recordadas ni reconocidas por casi nadie.
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Muy buenas noches Hildy. Tremendo análisis que haces de esta cinta. He seguido a Delbert Mann, de quien tengo la mejor opinión y aunque soy admirador declarado de Sophia y del pre-psicosis Perkins, no he visto esta producción. A anotarla dentro de mis pendientes.
Abrazos fraternos e invernales desde Santiago, Chile.
Qué gente interesante salió de aquella denominada generación de la televisión (para que luego la llamen la caja tonta…). Me parece una corriente fundamental para el cine estadounidense, que le dio otro aire, lo acercó a la calle, a la realidad del ciudadano. Y Delbert Mann fue enseña con ‘Marty’. Efectivamente, ‘Deseo bajo los olmos’ ni la conocía, puede que esté un poco olvidada (o que no hubiese reparado en ella). Creo que también le pasa con parte de su carrera posterior. Habrá que remediarlo.
Querido José, si te gusta Mann y eres admirador de Loren y Perkins… ¡No te puedes perder esta película! Tiene algo magnético que te mete en una historia oscura… Merece la pena. Los ecos de O’Neill y sus personajes trágicos están muy presentes. Además no hay que perderse a Ives.
Besos ¡con rayos de sol!
Hildy
Mi querido crítico abúlico, sí, hay muy buen cine en los directores de esa generación… Y, es cierto, su escuela fue la televisión. Pero una vez que se pusieron detrás de la cámara de cine… Sí, es un título para rescatar y también Mesas separadas que es del mismo año.
Beso enormeeeee
Hildy
Conocí esta película a través de su tráiler que corría por youtube y me cautivó. Hará algo más de un año que tuve ocasión de verla en la filmoteca a raíz del estreno en el TNC de la obra de O’Neil. Así que vi la película, la representación teatral y leí la obra con poco tiempo de diferencia.
Hay diferencias entre la obra y la película. Creo que los cambios están encaminados tanto a evitar el que el film sea “teatro filmado” como para lidiar mejor con la censura del código Hays. Y es que realmente cuenta creer que una historia tan tremenda se estrenara en la muy conservadora década de los 50. Supongo que el prestigio de su autor, considerado el padre del teatro norteamericano, permitió que se realizara.
En la obra teatral el personaje del padre es más ambiguo. Realmente, nunca estaremos seguros si, como repite Eben (y es el fundamento de su rencor hacia él) realmente se quedó con el dinero de la madre El personaje de la madre, que a diferencia de la película, nunca aparece, es fundamental en la obra. Es una una referencia constante para Eben y también para el padre y su habitación es una especie de panteón-altar inviolable donde se siente su presencia La exigencia de Abbie (Anna en la película) de hacerse con esa habitación y la entrega de Eben en ese lugar, es el triunfo definitivo de la nueva esposa y el conjuro de la anterior. De hecho, Abbie es 10 años mayor que Eben y para seducirle le dice que será “su madre” aunque luego admite que ser su madre no es suficiente…En la película esta identificación del personaje femenino como madre-amante no está tan subrayado.
El prólogo, de lo mejor de la película, con su aire de cuento de hadas o de historia dickesiana, no aparece en la obra, así como tampoco el regreso de los hermanos.
Con todo me parece una buena y fiel adaptación, que no traiciona al original, ni evita sus aspectos más duros. Repito que me maravilla que se llevara a cabo el film.
La película tiene cosa que me gustan mucho, muchísimo. La historia es potentísima y los tres intérpretes Ives, Loren y Perkins, ponen toda la carne en el asador. No les importa mostrar las dobleces ni la oscuridad de sus personajes, todos ellos obsesivos y capaces de ser violentos y crueles. Los interpretan con sinceridad sin la intención de disculparlos.
Burl Ives pasa con este personaje a consagrarse como el patriarca por excelencia del cine americano. 4 patriarcas tan poderosos como diferentes tiene en su haber. El Big Daddy de “La gata sobre el tejado de zinc”, el Rufus Hannasey de “Horizontes de grandeza”, el Walt Murdoch de “Muerte en los pantanos” (una de las pelis de mi adolescencia, por cierto). De todos ellos el Ephraim Cabot de “Deseo bajo los olmos” es el más antipático y el más mezquino.
La pareja Loren-Perkins “a priori” puede parecer improbable o incluso imposible, pero resulta absolutamente irresistible o inolvidable. Hacía tiempo que una historia de amor, de amor en el abismo, no me llegaba tanto.
Me gusta cuando la película utiliza los recursos propios del cine como la música, esa escena de suspense en el pajar (ausente en la obra), las escenas de amor en el campo, los paseos de Anna por la casa, sintiéndose por primera vez en su hogar, dueña y señora de todo. Me convence menos en los exteriores. Se nota demasiado que es estudio y en una obra sobre la importancia de la tierra, a la que se alude constantemente, esos decorados tan obvios le restan grandeza y la vuelven artificial. A mi juicio la película debería haberse concebido en su traslado a la pantalla como un western (aunque pase en Nueva Inglaterra) y el paisaje y la tierra debería haber cobrado una presencia mucho más potente. Intuyo que ese aspecto casi televisivo, a veces más propio de un estudio 1, le ha restado enteros en su consideración posterior. El film funciona bien en los interiores, opresivos, claustrofóbicos, como lo es la relación entre sus tres personajes, pero en los exteriores pierde potencia.
Pese a su falta de empaque visual, me resultó un film fascinante, de los que te quedas días recordando. Sobre todo, por esa historia de amor llevada al límite. Y es ese amor desaforado, (magníficamente interpretado por una Sofia Loren salvaje y un Anthony Perkins viril y frágil) pese al acto atroz que provoca, el que libera a esos antiguos enemigos convertidos en amantes, de la codicia, de la ambición material que simboliza la granja que ya nadie heredará y volverá a ser recuperada por las piedras. Esas piedras donde, según el viejo Abot, “está Dios”.
Abot no, Cabot:)
Qué interesante, querida Lilapop, porque precisamente no me he leído la obra de teatro original ni la he visto representada. Así que me encanta todo lo que nos cuentas de sus diferencias argumentales. Sí, yo iba detrás de la película desde hace bastante tiempo y ha cumplido mis expectativas, me ha resultado de análisis apasionante. Me gusta mucho todo lo que aportas sobre ella y tu mirada. Sí, tienes razón en cuanto la poca presencia del espacio, hubiese ganado viendo esa tierra, esa granja que todos desean…
Beso
Hildy
Coincido en todo con tu análisis sobre el film. La historia es sobrecogedora y remite a la tragedia griega (“Fedra” sería su gran referente) y al Antiguo Testamento
Gustándome la película, no puedo dejar de pensar en cómo hubiese en manos de alguien como Anthony Mann. Alguien en cuyas películas los personajes se fusionaban con el paisaje. Y que sabía narrar historias con conflictos familiares de tintes trágicos (“Las Furias”, “Winchester 73”, “El hombre de Laramie”, “El hombre del Oeste”…)
… Me encanta imaginarme esas películas que podrían haber sido, pero nunca fueron… Buena elección la de Anthony Mann, era un cineasta complejo y psicológico, pero apegado a los grandes espacios.
Beso
Hildy