La mirada de Orson Welles (The eyes of Orson Welles, 2018) de Mark Cousins
El crítico de cine Mark Cousins escribe una larga carta a Orson Welles en este documental, y como nos tiene acostumbrados desde su serie La historia del cine: una odisea, busca una mirada original y distinta de su legado. Así Cousins construye un discurso original y diferente que vuelve a adentrarse en la vida y obra de Welles. Parte de un artista total y absoluto y empieza a tirar de distintos hilos a partir de una misteriosa caja que recoge para desvelarnos que en ella se guarda parte de la obra pictórica de Welles, que completa con lo que le muestra la hija del cineasta, Beatrice Welles, fiel guardiana de la memoria de su padre.
Los hilos desvelados son apasionantes. Por una parte esa carta que Cousins escribe y lee en voz alta llena de claves, con sorpresa incluida y ciertamente desconcertante, pues esta carta tiene una respuesta inesperada. El texto de Cousins va forjando una estructura que descubre una mirada reveladora hacia la vida y obra de Welles. Una mirada desde una nueva perspectiva que termina dando esa imagen poderosa de su vida y obra. Sus dibujos, sus trazos, sus líneas van dando a conocer no solo una puesta en escena, una forma de mirar, sino también una ideología y una manera de mostrar la vida, así como enseñan sus emociones más íntimas y su faceta de hombre contradictorio.
Cada dibujo analiza una faceta que hace entender más al artista y su forma de filmar. El documental indaga no solo en sus orígenes y en la formación de su pensamiento político y social, sino también en sus distintas facetas artísticas tanto en el mundo del teatro como en la radio… hasta que encuentra sus ojos tras la cámara de cine. Pero todo esto a través de los trazos de sus bocetos, cuadros, tarjetas de felicitación o dibujos en hojas sueltas o en notas y cartas. La voz de Cousins va dividiendo la obra pictórica en las distintas formas de caracterizar y entender al artista a través de sus trabajos. Así vemos al peón, al caballero, al rey o al bufón… no solo en sus distintos papeles como actor o en los distintos personajes reflejados en sus películas, sino también en la manera de enfrentarse y encarar la vida.
Sumergidos en la mirada de Orson Welles (y en esa imagen una y otra vez repetida de un Welles que nos mira fijamente), nos topamos con la figura de su madre y su influencia, con el Welles viajero y apasionado del mundo, con su encuentro con el teatro y la radio, con la importancia de lo que ocurrió con su producción fallida de The Cradle Will Rock (que Cousins recuerda lo maravillosamente que fue reflejada en la película de Tim Robbins, Abajo el telón) o con la influencia de Shakespeare. El crítico de cine facilita un paseo por aquellos proyectos que pudieron ser y no fueron o los que llegaron hasta el final. Así se entiende cómo Welles se mimetiza en un personaje como Falstaff o no es nada extraña su compresión hacia la figura de don Quijote. Y no falta su mirada sobre Rita Hayworth, Paola Mori o Dolores del Río. Un trayecto apasionante sobre cómo sus dibujos se perpetuaban y cobraban vida en las distintas películas de su trayectoria: Ciudadano Kane, El cuarto mandamiento, El proceso, Campanadas a medianoche, Otelo o Macbeth.
En realidad La mirada de Orson Welles es una carta personal de admiración y amor hacia la obra y la vida de un artista tan grande que permite indagar distintos caminos para descubrir la fuerza de su legado artístico.
El gran Buster (The Great Buster, 2018) de Peter Bogdanovich
Peter Bogdanovich ama el cine y ha dedicado toda su vida a transmitirlo y a compartir su pasión y admiración. Y así lo hace de nuevo con la vida y obra de Buster Keaton. No solo se sumerge en los hallazgos cinematográficos de Keaton, sino que desvela una historia triste de olvido para presentar la cara más oscura del Hollywood clásico.
En El gran Buster escarba en sus inicios en el mundo del vodevil con su familia, su entrada en el mundo del cine, de la mano de Roscoe Fatty Arbuckle (uno de los protagonistas de la crónica negra de Hollywood), su ascenso a la fama a través del mundo de los cortometrajes… Pero, de pronto, el documental hace un parón y avisa de que se salta sus años de gloria y los largometrajes que filmó para centrarse en su largo proceso de caída a los infiernos hasta la recuperación de su imagen antes de su muerte.
Y en este descenso muestra que nunca paró de trabajar a pesar de ir apagándose su estrella y como siguió reinventándose y siendo creativo, por ejemplo, en el mundo de la publicidad y la televisión (maravillosas las imágenes de archivo rescatadas de estas intervenciones de un Buster Keaton desconocido). El infierno de Keaton empieza no solo con sus problemas sentimentales y su alcoholismo, sino con una mala decisión laboral al firmar con la Metro Goldwyn Mayer y sumergirse de lleno en el sistema de estudios que mata su libertad creativa, además de llegar el cine sonoro y acabar de golpe con la excelencia visual alcanzada por el cine mudo y en especial por la comedia tan física de Buster Keaton, Charles Chaplin, Harold Lloyd, Stan Laurel y Oliver Hardy o Harry Langdon. El gran Buster da un triste pero apasionante paseo por su declive en distintas películas de Hollywood. Y bucea por destellos de aquel Keaton del cine mudo, encontrando momentos gloriosos. Recupera rarezas como una secuencia del cortometraje experimental Film, con guion de Samuel Beckett, o sus intervenciones en cine playero en películas como Diversión en la playa o Cómo rellenar un bikini. Y momentos tristes a la vez que brillantes en Candilejas o El crepúsculo de los dioses. Otra de las perlas que pueden visionarse en el documental es una secuencia deliciosa donde se nota su mano de director en una película con Judy Garland y Van Johnson, En aquel viejo verano (In the good old summertime, 1949).
Por el camino de este descenso a los infiernos y la lenta recuperación de su figura antes de fallecer en el año 1966 (y que no ha hecho más que crecer y crecer hasta la actualidad), Peter Bogdanovich va dejando pistas de sus cualidades especiales que le fueron haciendo un genio de la comedia americana. Por un lado, la expresión de su cara: esos ojos rebosantes de vida y esos labios poco dados a la sonrisa. Por otra el uso de su cuerpo, de lo físico, para provocar la risa. Su cuerpo elástico y su espíritu valiente y loco para realizar las proezas más imposibles. Y por último una sensibilidad especial para construir sus gags visuales. A la vez Bogdanovich deja escuchar a personas que le conocieron o a jóvenes directores y actores para dejar constancia de su huella en la historia del cine. Así pasamos por los testimonios de Mel Brooks, Johnny Knoxville, Dick van Dyke o Quentin Tarantino. Aunque a decir verdad es tan potente el material que recupera del propio Keaton, que a veces resultan intervenciones innecesarias.
Peter Bogdanovich deja como postre final y gran culminación de su documental al propio Buster en sus largometrajes más ilustres. Recupera un festival de secuencias de las películas que conformaron su etapa de oro y deja ver toda su maestría y su capacidad para provocar la carcajada. De esta manera provoca que el espectador nunca tenga ganas de que se acabe El gran Buster... y que salga con la adrenalina a tope y con ganas de volver a redescubrirlo de nuevo y de pegarse una panzada de cada una de sus películas.
Nota: estos dos documentales forman parte del ciclo Visiones de cine, en dicho ciclo se están proyectando seis documentales sobre cine (uno cada semana). Durante julio y agosto se están realizando las proyecciones y el ciclo ha sido organizado por los cines Golem Madrid con la distribuidora A Contracorriente.
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¡Ay qué tentación! Orson Welles es un genio que siempre se me escapa. Me interesa muchísimo su figura y quisiera acercarme más a su obra pero por algún motivo andamos desencontrados. Sí tengo entre mis tesoros un LP con la grabación de aquella legendaria transmisión radial de La Guerra de los Mundos (aquella que no falta en la bellísima oda a los Días de Radio, de Woody Allen).-
En cuanto a Keaton, sólo conozco un puñado de sus intervenciones en películas del sonoro (Candilejas, Sunset Boulevard e In the Good Old Summertime, en esta última no me parece que termine de cuajar del todo), con el rostro ya viejo y cansado. Tengo un vacío enorme con el corazón de su obra que tu comentario sobre este documental me incentiva a llenar.-
Un besote enorme, Bet.-
¡Es una tentación que merece la pena, mi querida Bet! ¡Os encontraréis! Guauuu, qué bueno el LP con su grabación de La Guerra de los Mundos. Yo no tengo el LP, pero sí una traducción del guion que se leyó. Ayyyy, sí, me encanta Días de Radio de Woody Allen.
Y Buster Keaton o cara de palo… Yo me muero de la risa con él. Tengo mucho cariño a Siete ocasiones. El maquinista de la general es otra joya. Y es divertidísimo El colegial. ¡Rescatar los cortometrajes con Fatty! O El moderno Sherlock Holmes… Yo después de ver el documental tengo ganas de recuperarlo de nuevo y reír a mis anchas.
Beso
Hildy
Ah, ya que estamos te pregunto: mi padre recuerda haber visto en su infancia una escena de Keaton en la que cual él se achicaba a medida que iba caminando o que aparecía como enano, o algo así. ¿Te suena esa escena?
Más besos, Bet.-
Pues puede ser totalmente, mi querida Bet, porque hacía temeridades con su cuerpo flexible, era todo un acróbata dispuesto a cualquier locura sin doble alguno. No te puedo decir cuál es el corto o largometraje que vio tu padre, pero seguro que era Buster. Tiene muchas secuencias, por ejemplo, en las que se va hundiendo poco a poco en el agua hasta que solo queda su cabeza. O que su cuerpo crece o decrece para no ser agredido por sus perseguidores. O que sube y baja por escaleras imposibles… Pero no me atrevo a decir un título concreto. Puede que fuera de uno de sus cortos o que saliera algo similar en alguno de sus largos. De hecho como Chaplin, cuando un gags visual funcionaba, lo reciclaba, pues sabía que iba a dar buen resultado.
Beso y otro a tu padre
Hildy
Beso
Hildy
¡¡¡Gracias!!! Serán dados 🙂
Hola Hildy:
Maravillosa simbiosis en esta entrada de Orson Welles con Peter Bogdanovich. Seguro que a los dos les hubiera encantado leerte. Con esa relación casi paternofilial que mantenían entre ambos, la verdad es que es una coincidencia bastante afortunada….(por cierto ¿has visto ya «Al otro lado del viento»?)
A este documental sobre Orson Welles acudía yo con cierto escepticismo. Conozco muy bien casi todo lo que se ha escrito y realizado sobre su obra y me temía que me iba a encontrar con una visión muy redundante que abundara en lo mismo de siempre. Pero qué va. Lo cierto es que Mark Cousins, con este documental ha realizado una aportación sobresaliente al corpus de la iconografía y filmografía sobre el orondo genio norteamericano.
La interpretación que Cousins hace sobre cada uno de los dibujos, su orígen y las causas o explicaciones psicológicas o memorísticas que le llevaron a hacer cada uno de ellos, a mi me parece excesivamente audaz o cuando menos bastante atrevida. Es dífícil escrutar lo que pasaba por la mente de alguien de personalidad tan compleja en esos momentos de fugaz creatividad. No obstante, resulta muy estimulante contemplar esos bocetos y el maravilloso y perfecto trazo de muchos de ellos.
Me han llamado más la atención las reflexiones de Cousins (a mi juicio bastante acertadas) sobre la naturaleza personal de Welles, analizándolas a la luz de lo que mostraban todas sus películas. Porque, efectivamente, la personalidad de Welles era bastante ambivalente. Por un lado, su personalidad era principesca, aristócrata, individualista. No podía ser de otra manera. Su inteligencia le hacía destacar por encima de todos los demás mortales, y era lógico que se erigiera en cierta medida como un islote al que los demás contemplaban con cierta admiración y distancia. Incluso con miedo, ante tan abrumador talento. El mismo, cuando salió de Estados Unidos, un poco a la fuerza por las presiones de Hearst, viajaba por Europa como si fuera un monarca desheredado centroeuropeo, o uno de esos reyes atormentados de las obras de Shakespeare que tantas veces interpretó. Pero, al mismo tiempo, Orson Welles era una persona vitalista y de gran humanidad. Le gustaba sentir el calor de la gente amiga a su alrededor, y por eso se juntaba muchas veces con sus amigos para disfrutar de juergas, comidas y borracheras. Esas dos pulsiones eran constantes en él. La de disfrutar de los privilegios de los poderosos (él lo era en muy alta medida), y a la vez del anonimato y de las ventajas de ser una persona cualquiera de la calle amante de las tradiciones populares. Como muy bien cuenta Cousins en “La mirada de Orson Welles”, un día era Falstaff, y al día siguiente Hal (Enrique V). Y por eso cuenta la anécdota esa de un fotógrafo al que una vez trató a patadas como si fuera un monarca caprichoso insoportable que no puede soportar que el vulgo se acerque a él.
Pero también podía ser una persona muy llana. Sin ir más lejos, durante toda esa travesía juvenil por Irlanda tuvo forzosamente que tener contacto con gentes muy sencillas, casi analfabetas. Aquella Irlanda era muy pobre. Y él iba por ahí como un vagabundo, casi a calzón descubierto. Y se dice que Welles, solo fue realmente feliz en España, donde la gente le trataba con espontaneidad y sin formulismos. Quizás por eso sus cenizas están enterradas en la finca malagueña de su amigo Antonio Ordoñez (las trajo su hija Beatrice, que también sale aquí, por cierto, qué guapa es, me ha dejado completamente “flechado”, como dirían algunos sudamericanos…..)
Esta dualidad de Welles le asemejaba un poco a Hemingway. Hemingway también era una persona que no acababa de encontrar su lugar en el mundo. Desafiaba constantemente a la muerte, pero le gustaba España por eso, por la sencillez y modestia de la gente, que contrastaba mucho con el mundo un tanto más elitista y snob del que él procedía. Quizás el no acabar de encajar bien en ninguno de esos mundos es lo que le pudo llevar a su trágico final.
Y Welles siempre añoró tener una faceta más clara de artista “popular” Porque, efectivamente, está bastante claro que su autor de cabecera, William Shakespeare, no era un autor de masas, evidentemente. Y eso limitaba un poco las audiencias a las que podía acceder. En el libro de entrevistas que Peter Bogdanovich le hizo al creador de “Ciudadano Kane”, (“Ciudadano Welles”) Welles le espeta a Bogdanovich (que había tenido encadenado algunos grandes éxitos en la época como “La última película”, “¿Qué me pasa doctor?” y “Luna de papel”) que Bogdanovich le parecía un director de talla “popular”, y que a su juicio esa era el status deseable de todo artista, algo que, para asombro de su interlocutor, suscitaba cierta envidia al genio de Wisconsin. Porque a Welles la fama le llegó pronto por su epatante adaptación radiofónica de “La guerra de los mundos” de H.G. Wells, pero poco a poco en Estados Unidos su estrella fue decayendo por la propaganda negativa sobre él que vertía Hearst, y porque su cine tampoco era pasto de las masas. Por cierto, Welles contaba una anécdota que se produjo posteriormente durante aquella época (otra anécdota más, Hildy). Y es que, al parecer, mientras Orson estaba haciendo alguno de sus seriales radiofónicos de por aquel entonces, el programa en el que él intervenía, tuvo que ser interrumpido porque se produjo el ataque japonés a Pearl Harbour que precipitó la entrada de Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial. Un periodista irrumpió en el estudio para dar urgentemente la noticia. Según Welles, en ese momento, todos le miraron como diciendo: “Ya está este Orson otra vez con uno de sus montajes típicos. Qué pesado, Se piensa que somos tontos…..”
Y una cosa más. Lo que más gracia me hizo de “La mirada de Orson Welles” es cuando Cousins narra algo que sucedió en el rodaje de “La dama de Shangai” (cuidado, spoiler) Welles estaba en pleno romance con Rita Hayworth. Entonces, estaban rodando una escena en un yate con un calor abrasador, y va el maquillador y le dice a Welles: “Convendría que pusiéramos unas gotas de sudor de maquillaje en el rosto de Rita, ¿no crees Orson?” A lo que un Welles indignado, replicó con total y apabullante contundencia: “¿Cómo? ¿Pero qué dices? Los caballos sudan, pero Rita RESPLANDECE…..” Genial, Maravilloso. Me encanta.
Nada más de momento, Hildy. Un beso, guapa.
Pues, sí, Deckard, un buen dúo. Y dos buenos documentales. Sí, Cousins arriesga en su análisis y logra, a pesar de sus desvaríos, dar nuevas miradas, abrir nuevos caminos, descubrir de otros modos distintas cinematografías y no dejar indeferente. Bogdanovich con Keaton tira más a lo clásico, pero vomita sobre los fotogramas tal amor, que consigue que (yo por lo menos) tuviera muchas más ganas de más y más Keaton.
Muy interesante leerte, como siempre, ¡y esas anécdotas de lujo!
Beso
Hildy
También vi como tu en el corto espacio de tiempo de una semana «El gran Buster» de Peter Bogdanovich y me gustó muchísimo. Sobre todo la forma en la que mostraba como en el fondo Keaton no dejaba de ser un corredor de fondo que supo adaptarse, pese a todo, a una vida de complicado ninguneo con entusiasmo, trabajando para marcas publicitarias que estaban a años luz de la talla de su talento, y aún así dándoles lo mejor de sus capacidades para satisfacerles. Era una figura hasta cierto punto heroica, porque aguantó la montaña rusa de la fama y del fracaso con el mismo espiritu positivo de trabajo . Me pasó como a ti, que tras ver el documental ardía en deseos de ver todo su trabajo, porque la verdad, por desgracia, Keaton no está muy en boca de las nuevas generaciones, y a lo mejor hay que hacer algo para remediar eso.
No soy muy conocedor del grueso de su filmografía. Recuerdo un visionado de «El maquinista de la General» cuando era muy crío que fue realmente satisfactorio. Sin embargo, la volví a ver hace unos años, y, para mi sorpresa, no me causó tanto impacto. A lo mejor no tenía yo el dia. No sé. Pero aún así, también recuerdo un visionado en su día en las madrugadas antiguas de TVE de «Las siete ocasiones», película que me encantó pero que no he vuelto a retomar. «El navegante» me pareció ingeniosa, pero no del todo redonda. Sin embargo, tras ver este trabajo de Bogdanovich ardo en deseos de ver «El estudiante» y alguna otra más, además de todo el grueso de cortos de su filmografía. Y, por supuesto, necesito ver a toda costa «El moderno Sherlock Holmes», película que todos los críticos y hagiógrafos de Keaton mantienen casi unánimemente que es la joya oculta del tesoro de toda su obra, pero que, por H o por B, nunca he conseguido visionar, porque entre mis fuentes habituales de «droga» cinematográfica (mis «camellos» habituales son la red de bibliotecas, you tube, dvds de FNAC o Amazon, y algunas plataformas más de streaming que a lo mejor no prestan la atencion debida al cine mudo salvo honrosas excepciones…..)no es fácil de localizar. Todos dicen que es un clásico absoluto, repleta de ingenio visual y de ideas innovadoras. ¿Te pasa a ti lo mismo que a mi?¿La has podido ver? Si vives en Madrid igual habrás tenido oportunidad de verla en la filmoteca o en algún otro «garito» cultural…..(O a lo mejor es que es fácil de localizar pero no me he esforzado tanto en hacerlo, así que no se de qué me quejo….)
Pero, efectivamente, la personalidad de Buster Keaton era bastante llamativa. Siempre con esa cara de palo, con ese estoicismo de aguantar mil y un caidas sin inmutarse…(hasta el punto de que, como cuenta aquí Bogdanovich, se rompió el cuello en uno de sus prototipicos y espectaculares trompazos y se enteró años después en una rutinaria revisión médida….).El otro día le dije a mi madre que había visto un documental sobre Buster Keaton y no sabía quien era. Le dije: «Sí, mujer, si. Pamplinas. ¿No te acuerdas?» Y ella dijo: «Aaaaah. .Ya lo recuerdo….» Porque en España se le conocía con ese mote tan curioso….Mejor ser conocido aunque sea con un apodo tan peculiar que ser ignorado totalmente ¿no crees? (aunque no se si yo estaría tan seguro…..)
Y otra cosa que se me quedó grabada de este trabajo sobre Keaton es cuando Bogdanovich habla del olvido injusto al que se le sometió citando al escritor Gore Vidal que llamaba a su propio país «los Estados Unidos de Amnesia», aunque, sinceramente, no creo que sea un pecado exclusivo de America. En España estamos constantemente quejándonos de situaciones muy parecidas a las del ostracismo al que se le sometió al gran maestro americano del cine mudo.
Bueno. Nada más (de momento, amenazo con volver….). Besos y abrazos. A Hildy y a todos los posibles lectores.
Sí, El moderno Sherlock Holmes es una joya. Cine dentro del cine, amor al cine cien por cien (y cómo el cine es también una escuela de la vida) y encima divertidísima. Buster en este mediometraje muestra todo su ingenio con el empleo de su expresión y su cuerpo, pero además es un rey en efectos ingeniosísimos. Una auténtica gozada. Pamplinas o cara de palo…, la verdad es que le pegan esos dos motes al gran Buster. También he tenido oportunidad de ver algunos de sus cortos con Fatty. Y, como a ti, me encanta Las siete ocasiones. La vi en una sesión de la filmoteca. Y guardo un recuerdo especial de la proyección, pues todo el mundo se reía sin parar.
Beso
Hildy
Mi querida Hildy, en mi ciudad han tenido a bien estrenar ambos, durante una sola semana, en sesión única a las cuatro de la tarde. En Zaragoza. En agosto. Naturalmente, no las he visto, y no sabes cuánto me fastidia. Me quedo con tus textos para cuando me las pueda echar al coleto.
Besos
Mi querido Alfredo, en cuanto puedas verlos, los vas a disfrutar una barbaridad. Lo sé.
Beso
Hildy