Margaret Sullavan y Frank Borzage. Y ¿ahora qué? (Little man, what now?, 1934)/La hora radiante (The shining hour, 1938)

La primera vez que vi a Margaret Sullavan en pantalla fue con El bazar de las sorpresas, una de mis películas favoritas de Ernst Lubitsch. Poco a poco he ido viendo parte de su filmografía… y con la expresividad de sus ojos y su voz cascada y entrecortada enriquece a unos personajes que son todo emoción y delicadeza, con detalles y matices. Se convirtió en musa de Frank Borzage y con él realizó una serie de películas que devuelven a una actriz para rescatar del olvido. Así Borzage la convirtió en heroína trágica, pero capaz de un amor trascendental, poderoso y fuerte. En cada una de sus películas con el director, construye personajes femeninos complejos que viven, ríen, sufren y aman. Las películas que realizaron juntos fueron: Y ¿ahora qué? (1934), La hora radiante (1938), Tres camaradas (1938) y Tormenta mortal (1940). Cuatro películas que muestran a Frank Borzage no solo como un director sensible, sino con un dominio elegante del lenguaje cinematográfico y la puesta en escena.

Margaret Sullavan se subió a los escenarios teatrales muy pronto y cuando pasó a la pantalla de cine, lo hizo ya con un rol protagonista con el rey del melodrama durante los años 30, John M. Stahl. Durante sus años de juventud en el teatro, coincidió en la compañía University Players con dos hombres con los que conservaría su amistad durante años: Henry Fonda y James Stewart. Con el primero, vivió una apasionada historia y estuvieron casados durante unos meses. Siempre siguieron siendo amigos. Con el segundo trabajó en varias películas (entre ellas Tormenta mortal y El bazar de las sorpresas), fueron amigos… y se dice que vivieron una historia de amor que nunca pudo ser, que nunca estalló. Sullavan era una actriz exigente y entregada, con mucha personalidad y carácter. Emocionalmente inestable dejó huella imborrable en sus dos primeros maridos: Henry Fonda y el director William Wyler con los que vivió historias apasionadas y matrimonio breve. Sullavan se retiró pronto del cine, durante los años 40, aunque no abandonó los escenarios. Dejó una filmografía breve, pero intensa. Murió a los 50 años de sobredosis de barbitúricos.

Y ¿ahora qué? (Little man, what now?, 1934)

Y ¿ahora qué?

Una pareja sobrevive en un mundo que se derrumba…

Frank Borzage se centró en parte de su filmografía en personajes desheredaros, en los márgenes de la sociedad. Y también realizó una trilogía sobre la inestabilidad social y política alemana que culminó con Tormenta mortal. Y ¿ahora qué? supone la primera película de la trilogía y sigue a dos personajes en los márgenes. Por otra parte, sus películas contaban con el amor como instrumento trascendental que sigue a sus personajes más allá del tiempo y el espacio. Un amor fou que no entiende de racionalidad. Un amor que sobrevive a la tragedia. Los protagonistas de Y ¿ahora qué? son dos jóvenes que viven en una Alemania inestable social y políticamente, que no levanta cabeza después de la Primera Guerra Mundial. Ahogados por la situación económica y laboral, tratan de seguir siempre adelante. Emma (Margaret Sullavan) y Hans (Douglass Montgomery) sobreviven como pueden y solo su amor parece que no sucumbe.

Y ¿ahora qué? es una película de análisis apasionante por varios motivos. Una película pre code que deja al descubierto una sensualidad al desnudo que no volvería a verse hasta muchos años después y refleja también una sociedad inestable con problemas políticos, económicos y sociales de una manera cruda. Y, por otra parte, Frank Borzage sabe cómo contar su historia, la película es interesante en contenido y forma. Además contiene una rica galería de personajes y ninguno de ellos es plano.

Alborotos sociales y políticos en las calles, policías reprimiendo este tipo de manifestaciones, hombres con miedo a perder el empleo, injusticias sociales, burocracias infernales, inestabilidad política y social, hombres y mujeres que mueren de hambre con dificultades para encontrar una vivienda digna, empresarios sin escrúpulos que ejercen su poder, diferencia de clases son el telón de fondo donde viven Hans y Emma (Hans nunca se dirige a ella por el nombre propio sino como Lammchen, un apelativo, algo así como corderito). Ellos viven su historia en un periodo inestable en plena república de Weimar. Hay una secuencia especialmente cruel que cuenta con la presencia de un famoso actor en los grandes almacenes donde trabaja bajo presión Hans, para mantener su trabajo necesita alcanzar una cuota de venta. Hans le atiende solícito para descubrir después que no se va a llevar nada, que solo está ensayando para un nuevo personaje para una película de temática social. El actor será extremadamente frío y se sentirá molesto, cuando Hans le pida que compre algo. Es una secuencia que rompe y duele.

Por otra parte, la pareja vive libremente su amor y la película muestra su sensualidad. Conocemos a la pareja antes de casarse, visitando a un doctor que anuncia el embarazo de la protagonista. Su joven novio duda en si tener un hijo o no dada su situación económica. Finalmente deciden casarse y no suspender el embarazo. Cuando ya viven juntos, los vemos en una secuencia maravillosa y bella donde están pasando un día en el campo y donde se mezclan con la sensualidad de la naturaleza: juegan, se persiguen, ella corre y salta y su vestido deja entrever su ropa interior y se besan apasionadamente; de nuevo ella se sube a un árbol y se tira encima de su pareja, caen al suelo, ríen sin parar y no dejan de abrazarse y de besarse. Otro momento maravilloso de la película, permite que vivamos una escena de la pareja en la intimidad de su habitación, que no se verá hasta muchos años después con la caída del código, y es un matrimonio juntos en la misma cama. En la película no existen esos famosos dormitorios con dos camas separadas. Por su situación económica, acceden a que les acoja la madrastra de Hans, y este se entera, por los compañeros de su nuevo trabajo, que en realidad viven en una casa de citas (un prostíbulo) donde se organizan fiestas y orgías.

Otra de las riquezas de la película es su abanico de personajes. Ninguno es plano, empezando por la pareja protagonista. Y se puede ver, por ejemplo, en uno de los personajes más atractivos de la trama: Holger Jachman (Alan Hale). Un timador que vive junto a la madrastra de Hans y que participa en las fiestas y orgías es presentado en un principio como un hombre que parece que va a hacer la vida imposible al joven matrimonio, sobre todo a la esposa. Sin embargo, su personaje saca junto a ellos su mejor fondo y se convierte no solo en su cómplice, sino en una especie de papa Noel. Él está platónicamente enamora de Emma y todo el rato quiere complacerla y ayudarla. U otro entrañable personaje es el del anciano soltero, que vive con su yegua, y que se apiada de los jóvenes y les ayuda desinteresadamente.

Pero Y ¿ahora qué? también muestra la maestría de Borzage a la hora de contar. Y deja momentos extremadamente bellos como la secuencia de Hans buscando a su esposa con un anhelo desesperado por su apartamento para ir corriendo por las calles hasta toparse con ella en un tiovivo. Y este no deja de dar vueltas, y él trata de hablar con su amor… Parece que hay algo que los separa hasta que aclaran sus sentimientos y ella vuelve a invitarlo a subir la tiovivo, pero esta vez juntos, riendo sin parar. U otro momento mágico (parecido al que se vive en otras películas como la maravillosa El séptimo cielo) cuando ella muestra un pobre apartamento a su marido entusiasmada y le enseña la puerta al paraíso: una terraza. Después en otro instante ella aparecerá por esa terraza con un vestido de fiesta blanco. O cómo juega con los objetos y los convierte en metáfora como ese mueble, esa cómoda con tres espejos, que se convierte en anhelo de una vida mejor y un reflejo de su amor. Un reflejo de Emma, una mujer que ilumina a pesar de la oscuridad existente.

Frank Borzage lleva a sus personajes al filo de la cuerda, a la peor situación posible, y cuando caen al precipicio, les proporciona un futuro incierto, pero un futuro.

La hora radiante (The shining hour, 1938)

La hora radiante

Margaret Sullavan se convierte en la auténtica y radiante protagonista

La hora radiante es un elegante e intenso melodrama que gira y gira alrededor de tres personajes femeninos. Pero, sin duda, el que provoca el momento clímax y restituye el equilibrio después de la tormenta es el personaje de Margaret Sullavan. Todo preludia que es una película al servicio de un personaje fuerte como el de Joan Crawford. Ella es quien dispara la trama e instala el conflicto, pero poco a poco la película es robada por el amor sin límites de Margaret Sullavan.

La hora radiante cuenta cómo una popular bailarina, que vive en la ciudad y que ha salido de unos orígenes difíciles y que lleva una vida alegre, decide, cansada ya de tanto trasiego, sentar cabeza con un hombre al que quiere, pero no ama. Este es un millonario con apellido y familia ilustre (Melvyn Douglas), un hombre próspero por sus tierras. Así la bailarina abandona la vida urbana para meterse en una vida rural con familia de orgulloso abolengo. Y las cosas no son fáciles.

Tormentas emocionales en el seno de la familia con ese elemento externo que remueve. El millonario tiene un hermano, una hermana y una cuñada. Y a cada uno le afectará de manera diferente la llegada de la bailarina. Hay una batalla de un trío femenino de ases que remueve los cimientos de la vieja casa y no deja construir, sino hace que arda, un nuevo hogar. La bailarina, Olivia Riley, encuentra una máxima rival en la hermana de su esposo (Fay Bainter), que ve que se tambalea su sitio en el seno de la familia, y una cómplice en su cuñada (Margaret Sullavan). Pero todo se va complicando y enredando más cuando Olivia y David Linden, el hermano de su esposo, se sienten atraídos el uno por el otro.

Frank Borzage no fuerza que estallen sus personajes, sino que juega con las miradas y con los diálogos que dejan mensajes subterráneos hasta que emocionalmente la situación se vuelve insostenible y todos explotan para que después de la catarsis se establezca de nuevo la calma, pero con todos los personajes con las ideas más claras y asumiendo sus realidades.

Margaret Sullavan como Judy Linden tiene no solo en sus manos un personaje complejo, sino que es extremadamente hermoso. Ella representa a la mujer absolutamente enamorada, dispuesta a todo por no ser un obstáculo en la felicidad de aquel al que ama. Dispuesta a perderlo e incluso a terminar con su vida si es necesario. Judy Linden analiza racionalmente su amor que sabe absolutamente irracional. Y eso la convierte en mujer impulsiva capaz de sacrificarse sin pensar en las consecuencias, sin juzgar a los otros. Su actor irracional, de querer sucumbir en las llamas (que son también las llamas emocionales que consumen a la familia), despierta a cada uno de los personajes y restablece el equilibrio poniendo a cada uno en su sitio, en su realidad.

Frank Borzage construye un melodrama elegante y sutil con miradas, buenos diálogos, puesta en escena brillante, actores entregados y un incendio del que surgen las cenizas de una familia al límite del abismo.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

14 comentarios en “Margaret Sullavan y Frank Borzage. Y ¿ahora qué? (Little man, what now?, 1934)/La hora radiante (The shining hour, 1938)

  1. Me gusta mucho Borzage, aunque, como sabes, no tanto el melodrama porque sus forzados conflictos nunca me llegan, me parecen de una tremenda impostura dramática. Como los culebrones, vaya, aunque recubiertos de una sofisticación formal que ya quisieran estos. Por eso me gusta más la primera que la segunda; son folletines al más puro estilo, pero al menos la primera tiene donde rascar, es hija de su tiempo, y mantiene su vigencia pese a los años transcurridos, no solo como fresco de época, sino como tema universal.

    Triste final el de esta actriz de la que es imposible no enamorarse en El bazar de las sorpresas.

    Besos

  2. «Y ¿ahora qué?» me ha parecido una joya de película. Yo no la había visto nunca. Y ahora ya voy por la tercera. Bueno, jajajaja, mi querido Alfredo, ya sabes, sin embargo, que adoro el género del melodrama… y La hora radiante es elegante y con una catarsis final brillante.

    Sí, Margaret Sullavan y James Stewart en El bazar de las sorpresas son dos personajes maravillosos. Les deseas todo lo mejor.

    Beso
    Hildy

  3. Tengo una deuda pendiente con este director… me has tentado mucho con «Y ¿ahora que?» (no tanto con la otra; sí, confieso que la presencia de Crawford tiene todo que ver, no es culpa de tu texto querida Hildy). Las escenas que describís suenan maravillosas, espero hacerme de una copia de esta peli.-
    Justamente la semana pasada empecé a escuchar un audiolibro sobre la amistad entre Fonda y Stewart y se menciona a Sullavan en los primeros capítulos. Desconocía por completo esa relación triangular y el triste final de ella.-
    Volveré a escribirte tras ver la película, si lo logro. Un beso enorme, Bet.-

  4. Intuyo, queridísima Bet, que Y ¿ahora qué? va a ser una película que te va a fascinar. Lo creo de veras. Seguro que logras hacerte con ella y luego me cuentas, por favor. Que siempre me gusta leerte, ya lo sabes.
    ¿Has visto El bazar de las sorpresas? ¡Es de esas películas que deseas ver en bucle una y otra vez!
    Jajajaja, ¡pobre Joan Crawford! ¡Sufre tu dura indiferencia!

    Beso en el bazar de las sorpresas
    Hildy

  5. ¡Sí, claro! El bazar de las sorpresas es una de esas películas que descubrí a través de una versión doblada en España y hasta el día de hoy, cuando la miro en su versión original, escucho aquellas voces en mi cabeza (La extraña pasajera, La dama desaparece y Luna nueva son otras pelis con las que me pasa lo mismo). Es una peli maravillosa y mucho más oscura de lo que parece (toda esa historia secundaria con los Matuschek…)
    Más besos, Bet.-

  6. Coincido contigo Hildy en tu entusiasmo por el melodrama, la obra de Frank Borzage y la actriz Margaret Sullavan. Empecemos por el melodrama. Actualmente el melodrama y lo melodramático tiene una connotación negativa. Es sinónimo de exagerado, de impostado. Yo no estoy de acuerdo. Pocas cosas me gustan más en el cine que un buen melodrama. Grandes obras maestras del cine lo son. Melodrama quiere decir drama con música. El melodrama es siempre una estilización. Creo que aquellos que busquen “realismo” en el melodrama se equivocan. Un melodrama no tiene que ser realista sino sincero. Borzage es uno de los grandes cultivadores, creadores me atrevería a decir (empezó en el mudo) de este género. Yo descubrí a Borzage con “Tres camaradas” y profundicé en su cine a raíz de un ciclo en la filmoteca ¡Qué maravilla! Su cine me fascinó, emocionó y sobrecogió. Es el gran cineasta del amor. Se que lo que digo no es ninguna novedad ni especialmente original pero el amor en las películas de Borzage es algo sublime, trascendente. Y siempre carnal y apasionado. Incluso en sus películas “menores” hay momentos arrebatadores. He visto 3 de las 4 películas que Borzage rodó con Margaret Sullavan. Borzage encontró en esa actriz única, pura sensibilidad y expresividad, una intérprete ideal para encarnar su idea del amor. Tengo pendiente “Y ¿ahora qué?” (¡qué ganas!) La que si he visto es “La hora brillante” y no puedo compartir tu entusiasmo. Pese a su estupendo reparto, lo bien que empieza y esas dos mujeres brillantes de protagonistas (que se llevaron de maravilla, ya está bien de solo acordarse de las rivalidades de Joan Crawford) ¡Qué enorme decepción me supuso! Y básicamente la decepción es por el final. Es, a mi juicio, de una incongruencia absoluta con la historia contada. Releyendo el estupendo libro de Hervé Dumont sobre Borzage leí que la película es una adaptación de una obra teatral y (SPOILER) con una final TOTALMENTE DIFERENTE. El personaje de Margaret Sullavan por supuesto muere en el incendio y ya liberados, los personajes de Joan Crawford y Robert Young, aceptan su sacrificio y se atreven a emprender una vida juntos. Ese es el final de Borzage. El que concuerda con su ideal amoroso y el que pide a gritos la historia. Un acto sin duda extremo pero generoso y liberador (muy Borzage) que acaba dando paso, por arte de código Hays, a un canto al conformismo, a la perduración de un matrimonio (de hecho de dos) por la mala conciencia y el sentimiento de culpa. A la negación de la pasión amorosa (siempre algo sagrado para Borzage) prefiriendo el redil matrimonial pese a que ninguno de los dos (casi) amantes esté enamorado de su cónyuge. Lo peor de todo no es solo que se traiciona al sentido de la historia. Lo peor es que nos quieren convencer en los 5 minutos finales de ese cambio absoluto en los personajes y sus sentimientos. Como esa transformación en tiempo de récord mundial del personaje de Fay Bainter de odiosa bruja loca de celos (quizá lo más interesantes de la peli, la sugerencia de amor incestuoso que siente su personaje…) con esa mirada de satisfacción enloquecida viendo el incendio, a voz de la razón que le recomienda al hermano amadísimo que se vaya con su esposa y deje la empresa…Lo siento pero es que no hay por donde cogerlo ¡Qué mal le sentaban a algunas historias las restricciones del código Hays! ¡Qué finales tan incoherentes o directamente absurdos imponían! Menos mal que en el pack de 2 dvd que me compré venía también “Maniquí”…

  7. Querida Lilapop, ¡tengo el mismo pack que tú! ¡Qué interesante y qué análisis tiene también Maniquí! Me ha encantado leer tu reflexión sobre el final de La hora luminosa y los datos que aportas. Pero el final que vemos ahora, yo lo vivo de otra manera. Te cuento. Una de mis obras de teatro es El sueño de una noche de verano. ¿Recuerdas que de pronto con la pócima del duende de la noche varios mundos se ponen patas arriba? ¿Recuerdas los jaleos de sentimientos, emociones, amores…? Vivimos la catarsis… Y cuando acaba el encantamiento y vuelve el amanecer…, llega la calma, se restablece el equilibrio y las posibles historias por nacer. Con La hora luminosa pasa lo mismo, la llegada de Joan es el brebaje y todo lo desestabiliza, lo remueve, lo agita…, hace revivir, chocar, sentir… Llega la catarsis, el incendio, (qué maravillosa está como dices Bainter), y de pronto todo se calma, se restablece y hay posibilidad de otras historias.
    Qué bueno es, tienes razón, el libro de Borzage de Dumont.
    Beso con brebaje de un sueño
    Hildy

  8. Me llega al corazón que menciones “El sueño de una noche de verano” de Shakespeare, la primera obra que leí del autor y que sigue siendo una de mis preferidas. Tendré que revisar “La hora radiante”. Retomando tu comparación del personaje de Joan Crawford con un brebaje que desestabiliza el orden yo lo compararía con el espejo que pone delante de la familia protagonista unas verdades que les duelen. Sería el detonante de unos cambios que no quieren asumir. La película está elegantemente dirigida y muy bien interpretada pero ese final, final incongruente a mi juicio, empaña mi valoración sobre ella. Que el odioso y finalmente psicopático personaje de Fay Bainter, después de haber provocado un incendio que casi mata al personaje de Margaret Sullavan, se salga no ya solo de rositas, sino que se transforme en un personaje benéfico que empuja al hermano por el que siente algo más que un amor fraternal, a que lo deje todo y marche con la mujer que ha querido destruir es, simplemente, increíble. Y en cuanto al personaje de Margaret Sullavan, es la primera en reconocer que impuso su amor al personaje de Robert Young, convenciéndole que el matrimonio entre ambos era la opción natural ya marcada desde la infancia. De hecho, su intento de autoinmolación para liberar a su esposo se transforma, con el final actual, en casi un acto de egoísmo que, por fin, le ligará para siempre a ella, más por el sentimiento de culpa que por amor. O yo lo entendí así. Y el pobre Melvin Douglas, cuya vida es la empresa familiar, saltando “in extremis” dentro del coche de una Joan Crawford que nunca ha estado enamorada de él… Por cierto, ¿Por qué en el 99% de las películas de cine americano clásico la protagonista tenía que quedarse con un hombre al final? Que se me entienda, en muchos casos es estupendo que sea así, pero hay otros, como este, en que no pega ni con cola. Si el personaje de Joan Crawford hubiese marchado sola aún la cosa tendría cierta enjundia. Cierta amargura. Pero no, vamos a poner inverosímiles y supuestos finales felices. Y los ponen con calzador. Tras el sermoncito moralista que su personaje le suelta al de Robert Young, la visita de este a una Margaret Sullavan envuelta en un vendaje que la convierten en un cruce entre la momia de Tutankhamon y la novia de Frankestein (cuando al sacarla del fuego no se le perciben apenas quemaduras), el otro sermoncito de la hermana harpía transformada en hada madrina (sin duda debe ser por los gases inhalados) y el salto al coche en marcha del personaje de Melvin Douglas, la película pasa de ser un drama romántico adulto a una farsa. Como destrozar una película en 5’ por imposiciones del código Hays, donde el sacrosanto matrimonio tiene que mantenerse aún a costa de toda coherencia dramática y argumental.
    Respecto a Margaret Sullavan, es una actriz luminosa (aunque en esta película hubiese preferido que mostrase más su amor inmenso por su marido en lugar de explicarlo tanto. Quizá así me habría convencido más el final) que siempre me remite a la que puede que sea mi década favorita de la historia del cine, los 30. Y no es extraño porque el grueso de su filmografía se da en esa década. Debió ser una de esas personalidades rebeldes a las que Hollywood, especialmente si eran mujeres, condenaba al ostracismo y a la autodestrucción ¡Qué breve pero gran filmografía tiene! Aparte de las maravillosas películas que citas (he recuperado tu texto sobre “La tormenta mortal”. Estupendos texto y película) Añado “Una chica angelical”, deliciosa comedia romántica de su ex marido William Wyle y la desgarradora “Así acaba nuestra noche” del reivindicable John Cromwell, con Fredric March, Erich Von Stroheim y un jovencísimo Glenn Ford. Una película que hizo más porque empatizara y me concienciara de la situación de les refugiados de guerra que cualquier telediario o discurso político.
    Un saludo y gracias por tus textos.

  9. Querida Lilapop: ¡también fue mi primera obra para amar sin límites a Shakespeare! Y de sus distintas versiones en teatro varias me han fascinado. Jajaja, pero no te convenzo para que me argumentes estupenda y apasionadamente como el final de La hora luminosa, los últimos minutos de la película, te estropean toda la película.
    ¡Me gusta mucho Una chica angelical! Pero todavía no he visto Así acaba nuestra noche, y ahora que me lo dices tú me apetece mucho más.

    Beso
    Hildy

  10. ¡Sí, Jorge!, la secuencia que presenta al personaje de Crawford en La hora luminosa. Todo sensualidad y glamour.
    El momento en que los dos hermanos de la familia la miran a la vez.

    Beso
    Hildy

  11. Querida Hildy, acabo de terminar «Y ¿ahora qué?» y corrí a releer tu texto a escribirte. ¡Qué película! ¿Por qué no es más conocida? Tiene todos los elementos del pre-code que puedas querer (solo el final me resultó extraño… demasiado optimista pero tal vez Borzage no quería que el público de 1934 saliera cortándose las venas). Esa escena del pic nic en el bosque es de lo más sensual que recuerdo haber visto en la pantalla, y estaba intentando recordar otra escena de una pareja de cine clásico compartiendo la cama… sólo me vienen a la mente Maurice Chevallier y Jeanette McDonald en Una Hora Contigo, también se trataba de una pareja casada… lo demás que recuerdo son alusiones o trucos visuales pero no imágenes explícitas. Siempre me ha resultado interesantísimo ese tema, en el cine de Hitchcock en particular es muy notoria la diferencia entre las parejas que comparten la cama y las que no. Daría para analizarlo más profundamente pero hasta aquí llegó mi capacidad, jaja.-
    Volviendo al tema, gracias por descubrir esta película para mí, me resultó fascinante.-
    Un beso grandote, Bet.-

  12. ¡Sabía yo, mi querida Bet, que te iba a gustar esta película! Sí, la escena del picnic además de sensual es preciosísima. Cómo me alegra que la hayas podido conseguir. ¡Ese tema de las camas y Hitchcock es muy chulo, ¿para cuando un texto?!

    Beso
    Hildy

  13. ¡Ay! Estoy dándole vueltas a ese tema desde que tenía mi blog sobre Hitchcock… tal vez sea hora de que finalmente ponga manos a la obra… ¡siempre me inspirás, querida Hildy!

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