El último traje (El último traje, 2017) de Pablo Solarz
Un cuento de hadas con un duende, un cuento judío con sus destellos de humor y una ola de dolor y una tragedia shakesperiana con gotas de El rey Lear se unen en El último traje. Ingredientes valiosos, que, sin embargo, no vuelan. No alcanza la magia… pero no quieres abandonar el viaje que propone. Un anciano sastre judío decide emprender ese viaje con un traje que tiene un único destinatario. Y ese recorrido le lleva de Argentina a Polonia, con paradas en Madrid y en Alemania, un suelo que no desea pisar. Todo arranca cuando el anciano (Miguel Ángel Solá, que se transforma en un abuelo de 88 años) decide no pasarse por el geriátrico y sí ir tras el amigo que hace años le salvó la vida durante el Holocausto. Así empieza su andadura… y en cada lugar un hada madrina que facilita su viaje. Pero también le visitan los recuerdos, los fantasmas del pasado, por lo que el recorrido no es fácil. En Madrid su hada tendrá el rostro de Ángela Molina, una vital y desencantada recepcionista de hotel… y se convierten en dos espíritus que conectan. Allí también se reencontrará con la hija de la que renegó (Natalia Verbeke), no se curarán las heridas, pero sí podrá continuar un viaje y cerrar una puerta. Después se encontrará con otras dos hadas que permitirán que el traje llegue a su destino final. Pero hay algo en El último traje que no logra unificar con armonía pasado y presente, o los momentos mágicos… que deja a la película coja… como su sastre anciano, que está muy mal de una pierna que le dificulta andar.
La llamada (La llamada, 2017) de Javier Ambrossi, Javier Calvo
La llamada es un proyecto que nació en el hall de un teatro y ha terminado en la pantalla de cine. La obra de teatro y la película logran transmitir la alegría del vive como quieras. No pretende otra cosa más que aquel que se acerque lo pase bien (si conecta con su humor, claro está). Sus protagonistas están en un campamento católico dirigido por monjas. A una de las chicas se le aparece Dios cantándole canciones de Whitney Houston y se siente perdida ante una llamada así. Junto a ella estarán su mejor amiga, la directora del campamento, sor Bernarda, y la hermana Milagros. El eco del pasado más evidente es esa escena de la mítica Grease donde una de las chicas, Frenchy, que sueña con ser peluquera, recibe la visita con glamur de un ángel de la guarda que le canta qué debe hacer con su vida. Con un buen reparto femenino La llamada logra divertir y que se salga de la sala con una gran sonrisa (de la sala de teatro y de la del cine). No hay más donde rascar, no busca otra cosa. Los directores y guionistas quieren absolutamente a todos sus personajes, no hay malicia y sí mucha inocencia.
La cordillera (La cordillera, 2017) de Santiago Mitre
Si en Paulina había un cuidado formal en cómo contar una historia que no era fácil y que incomodaba, pero que daba como resultado una película bien construida; en La cordillera no ocurre lo mismo. El director y guionista Santiago Mitre lleva a un imaginario presidente argentino a una cumbre iberoamericana en un hotel de montaña con carreteras curvas y sinuosas para llegar hasta él. Allí se mezclan los problemas personales del presidente con grandes cuestiones políticas que afectan a la economía. La película pretende ser un retrato de un nuevo presidente, al que todavía nadie conoce, lanzado como ciudadano normal y transparente… para ir revelando su rostro más oscuro y controvertido que oculta su imagen pública. Así finalmente confluye lo público y privado, aunque en un principio no se encuentre el sentido, para dar una imagen tan curva y compleja del presidente como las carreteras que llevan a ese aislado hotel donde se mueven los hilos… Todo es tan serio, tan trágico, tan tremendo… con miradas tan profundas y conversaciones tan trascendentales que al final la historia no llega, no se conecta con ella. No obstante, tiene dos secuencias que sí provocan la reflexión y el debate: la entrevista de la periodista española al presidente y la entrevista secreta de este con un enviado de EEUU.
Una mujer fantástica (Una mujer fantástica, 2017) de Sebastián Lelio
Sebastián Lelio continúa con su reflexión fílmica sobre la identidad femenina, por caminos poco usuales. Sí ya fue brillante en Gloria, continúa la senda con Una mujer fantástica. Con una de sus señas de identidad intacta (como es el empleo de las canciones para dibujar a la perfección a sus protagonistas y el baile como símbolo de libertad), acompañamos a Marina, una transexual por una auténtica pesadilla y su camino para reconstruirse. Marina es una mujer realizada y enamorada de su pareja, Orlando. Cuando este fallece de un aneurisma en el hospital… Marina se ve abocada a un pozo sin fondo donde solo recibe una violencia continua, verbal y física. Una violencia que no le permite ser la mujer que quiere. Una violencia que se visibiliza en los familiares de su prometido y en distintas instituciones. Pero ella contra viento y marea, lucha por despedirse del hombre amado y por no ser cuestionada. Por ser la mujer que siente que es. Como dice su maestro de lírico, no quiere dejar de ser un instrumento de amor y solo quiere transmitir eso. Y aquí Sebastián Lelio hace una compleja reflexión: donde Marina encuentra totalmente su identidad y no es cuestionada su voz femenina, es en un escenario, tocando la cima del arte y la emoción, como los populares castratis del siglo XVIII.
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Hija, qué actividad, con lo que me cuesta a mí ir ya al cine… No me llama para nada ninguna de estas. Aguantaré hasta que las pasen por televisión, si tal cosa llega a ocurrir. Pero creo que algunas, ni por la tele. Esa de La llamada, grrr…
Besos
Lástima lo de La cordillera, le tenía ganas y solo leo cosas negativas de ella…
Mi querido Alfredo, jajaja, a ti, en concreto, sé que no te gustaría La llamada. Lo sé.
Sí me resultó muy interesante la película chilena. Su director ya me gustó mucho con Gloria. Y aquí de nuevo me atrapó.
Las otras dos películas tienen matices y detalles interesantes, pero creo que no alzan el vuelo.
Beso
Hildy
Sí, yo, querido, querido crítico abúlico, iba con ganas a La cordillera, pues me resultó muy interesante, tanto en el aspecto formal como en el contenido, Paulina. También me atrajo que actuara Ricardo Darín, un actor que me gusta mucho. Pero la película ni me atrapó ni me caló ni pude entrar en ella. Sí, que hubo dos o tres secuencias que motivaban buenos debates.
Beso
Hildy